Cosa de dos

Secretos

Paso mucho apuro ante el espectáculo de una persona que, por dinero o por lo que sea, se ve obligada a decir tonterías en público. Ese defecto me impide disfrutar de buena parte de la programación televisiva, y complica mi derecho a ejercer un sagrado derecho cívico: la carcajada ante el gobernante ridículo. Superada la inicial vergüenza ajena, reconozco que a veces lo paso bien con el programa Zapatero presenta nuevas medidas contra la crisis, que suelen emitir dentro de los informativos y que habrá superado ya los cien episodios, y con el programa que le complementa, ...

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Paso mucho apuro ante el espectáculo de una persona que, por dinero o por lo que sea, se ve obligada a decir tonterías en público. Ese defecto me impide disfrutar de buena parte de la programación televisiva, y complica mi derecho a ejercer un sagrado derecho cívico: la carcajada ante el gobernante ridículo. Superada la inicial vergüenza ajena, reconozco que a veces lo paso bien con el programa Zapatero presenta nuevas medidas contra la crisis, que suelen emitir dentro de los informativos y que habrá superado ya los cien episodios, y con el programa que le complementa, Rajoy considera insuficientes las nuevas medidas; ya sé que son cosas mías, pero se me escapa la risa cada vez que Rajoy dice "timorato".

A eso, como digo, he ido acostumbrándome. Se trata de la única ventaja conocida de las crisis económicas: el ciudadano las pasa canutas, pero al menos los políticos, que ni saben ni pueden hacer gran cosa, soportan la humillación ritual de salir en la tele diciendo gansadas.

Con lo de los vuelos de la CIA, sin embargo, no creo que llegue a poder. En cuanto un ministro, o un presidente del Gobierno, cuenta el chiste viejísimo de "me he enterado por los periódicos" (¿se acuerdan de Felipe?), yo me borro. Me da bochorno.

Ahora resulta que ni el Gobierno del PP, que dio las autorizaciones para las escalas en España de los vuelos a Guantánamo, ni el Gobierno del PSOE, que las mantuvo mientras montaba pajarracas para despistar, sabían nada de nada. Y esto es sólo el principio. Ya verán cómo esta gente lo niega todo, por más evidencias que surjan. Es lo que tiene la diplomacia secreta.

En otros países, la comedia se hace con más gracia. Cuando se descubrió que en 2003 el espionaje italiano había ayudado a la CIA a secuestrar en Milán a un ciudadano egipcio, el entonces ministro de Defensa, Antonio Martino, un hombre decente y con sentido del humor, hizo una declaración formal ante un periodista: "Primero, yo no sé nada de ese presunto secuestro; segundo, le recuerdo que hablando de él vulnera usted la ley de secretos oficiales y comete delito". Italia es otra cosa.

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