Reportaje:EL RINCÓN

El templo laico de Guillermo Pérez Villalta

Penetrar en su estudio es como hacerlo en un templo de la antigüedad. El espacio contiene, a partes iguales, una fuerte carga simbólica y la cotidianidad que le aporta el pragmatismo de su titular. Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, Cádiz, 1948) convirtió en su taller el primer piso de la casa de sus abuelos maternos, en la calle de los Silos de la Tarifa intramuros. Desde 1990 el pintor, siempre dispuesto a rebasar los límites de las Bellas Artes para zambullirse en las llamadas artes decorativas, pasa largas temporadas en su casa-estudio de Tarifa, donde los vientos mandan sobre el humor de l...

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Penetrar en su estudio es como hacerlo en un templo de la antigüedad. El espacio contiene, a partes iguales, una fuerte carga simbólica y la cotidianidad que le aporta el pragmatismo de su titular. Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, Cádiz, 1948) convirtió en su taller el primer piso de la casa de sus abuelos maternos, en la calle de los Silos de la Tarifa intramuros. Desde 1990 el pintor, siempre dispuesto a rebasar los límites de las Bellas Artes para zambullirse en las llamadas artes decorativas, pasa largas temporadas en su casa-estudio de Tarifa, donde los vientos mandan sobre el humor de los vecinos. "Llego después del Corpus y alargo la vuelta a Madrid o a Sevilla lo más posible, si puedo hasta noviembre", dice el artista, que ahora presenta en el Museo Colecciones ICO de Madrid la muestra Artífice. La exposición, abierta hasta el 7 de diciembre, reúne más de 200 obras y objetos que reflejan todos los géneros que ha abordado durante su carrera. El estudio es un espacio diáfano con dos lucernarios, uno sobre la mesa de dibujo y otro encima del espacio en el que un artilugio inventado por él mismo hace que el cuadro descanse sobre la pared sin necesidad de caballete. "Está invadido de luz todo el día y eso es lo que más me gusta. Desde aquí no se ve el mar, pero siempre he pensado que unas vistas excitantes pueden ser peligrosas en un estudio, te distraen", explica Pérez Villalta, quien en 1985 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas. Es dueño de un lenguaje iconográfico plagado de referencias a la Historia del Arte, siempre colorista y atractivo; pero que necesita de una lectura profunda para descubrir todas sus claves. Son símbolos que siempre han estado ahí, incluso en una de sus primeras obras de adolescente cuyo soporte, la parte de atrás de un armario de su abuela, salió de la misma casa en la que ahora trabaja. "Soy muy maniático. Cuando estoy trabajando no me gusta que haya nadie a mi alrededor. No quiero que vean las obras sin acabar, porque cualquier opinión puede perturbar la idea que tengo". Cuando el artista, que trabaja sólo en una obra, se pone manos a la obra asegura que se le activan "partes del cerebro que están hechas para esa función determinada" y que cambiar de tercio le supondría romper esa concentración. Su creatividad es incontenible, entre sus proyectos está el rediseño de la escalera de la plaza de Santa María, en Tarifa, y recomponer un altar para la iglesia de San Mateo con las piezas del que había en el Renacimiento que se quitó en el Barroco. "Ahora o se reconstruye lo que hay o se hace nuevo, pero ¿por qué no podemos hacer un altar contemporáneo con piezas del Renacimiento?", se cuestiona.

Guillermo Pérez Villalta, en su estudio de Tarifa.JESÚS CÍSCAR

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