Reportaje:PEKÍN 2008

"¡China vencerá!"

Cientos de miles de personas se concentran en las calles de Pekín para gozar del acontecimiento entre grandes medidas de seguridad

No hubo pantallas gigantes de televisión con las que seguir la ceremonia de apertura, pero sí cientos de miles de personas, un número equivalente de policías y militares y un calor tan húmedo y pegajoso como una noche de pesadillas. La plaza de Tiananmen, en el centro de Pekín, recibió a los Juegos Olímpicos con una ristra de fuegos artificiales verdes que arrancó a las 20.03 y fue explotando a lo largo del cielo de la ciudad hasta encender la Gran Muralla pasadas las once de la noche. El fuego del cielo iluminó durante sólo tres segundos a las ancianas que se afanaban en recoger botellas de p...

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No hubo pantallas gigantes de televisión con las que seguir la ceremonia de apertura, pero sí cientos de miles de personas, un número equivalente de policías y militares y un calor tan húmedo y pegajoso como una noche de pesadillas. La plaza de Tiananmen, en el centro de Pekín, recibió a los Juegos Olímpicos con una ristra de fuegos artificiales verdes que arrancó a las 20.03 y fue explotando a lo largo del cielo de la ciudad hasta encender la Gran Muralla pasadas las once de la noche. El fuego del cielo iluminó durante sólo tres segundos a las ancianas que se afanaban en recoger botellas de plástico para revenderlas y compitió con miles de flashes levantados desde el suelo. Al primer chispazo, las frentes se giraron hacia el tapiz grisáceo que es la noche pekinesa y mostraron las máximas bélicas atadas a sus cabezas. "¿Qué quiere decir esto?", le preguntaron a un joven señalándole el rojo pañuelo de letras doradas. "¡China vencerá!", contestó apretando el puño y marcando músculo. "¡Vamos, China!", agregó.

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El Gobierno puso toda su maquinaria al servicio de la seguridad: el temor a las manifestaciones de protesta y a las aglomeraciones ya fue expresado antes de los Juegos. Más aún cuando se trata de un lugar con el trágico historial de la plaza de Tiananmen. Desde las cinco de la tarde, tres horas antes de la ceremonia y del cercano paso de la antorcha, militares y policías vaciaron la plaza y se extendieron en posición marcial y a intervalos de diez metros por cada acera de la ciudad. No es una exageración. El plan de control se ideó a escala china. Y en China todo se cuenta por millones. En cada intersección, un moderno Passat o un viejo Volkswagen. Todos, vehículos militares y de la policía, que se presentó desarmada. Todos, con las luces de alarma. Todos, firmes como en una fotografía fija.

Llegó la noche, se arremolinaron los vecinos en las aceras ante los televisores y estallaron los juegos de agua y luces. También se iluminó el cartel de los Juegos y su lema, en inglés, Un mundo, un sueño, entre murmullos de sorpresa.

Sobró el intento de comunicación con los extranjeros. La presencia de espectadores occidentales fue más que excepcional. Los no chinos fueron tratados como una minoría distinguida: con la mayoría de las avenidas cortadas y los chinos encerrados como si fueran ganado en aceras incomunicadas por vallas y policías, sólo la acreditación olímpica abrió el paso por los pasillos subterráneos que conectan la plaza. A los occidentales les vacilan llamándoles con términos que son de todo menos cariñosos. Ayer, no. Centenares de chinos buscaban un barbudo con el que fotografiarse.

Las calles se inundaron de banderas. El rojo con la estrella dorada china tomó los cuerpos en forma de capas, camisetas y bandanas. Gritaron las vendedoras mientras intentaban colocar miles de pegatinas y calcomanías que cubrieron caras con corazones con la bandera china. Y la mezcla no dejó a nadie indiferente: bajo la mirada del retrato de Mao, el líder de la larga marcha, pasaron las camisetas de Converse y de Green Day, bandera del rock comercial yanki. Nadie salió a la calle sin cámara, deseoso el gentío de cazar el gran momento. Fueron tres horas de espera para tres segundos de fuegos artificiales. Un petardazo hasta que casi a medianoche el cielo estalló lleno de bailes, truenos y pólvora.

Londres 2012, apabullada

La ceremonia inaugural apabulló a los organizadores de los próximos Juegos, Londres 2012, según advirtió el diario The Independent. "Ha sido la más grande y costosa de la historia y los representantes londinenses ya han admitido que no tienen los recursos para igualarla", dice el periódico británico.

Los adjetivos grandilocuentes se apoderaron de los grandes periódicos para calificar la ceremonia. "Espectacular. Bella. Genial. Inspirada", recita el diario italiano La Repubblica mientras que The New York Times habla de un espectáculo espléndido y una celebración de "la cultura china y del buen deseo internacional". "Los chinos han dado poesía y gracia a los movimientos de masa y ligereza a su viaje en el tiempo", abunda La Repubblica.

Mientras tanto, un centenar de tibetanos fueron detenidos por la policía india después de que intentaran penetrar en la embajada china en Nueva Delhi, según Efe. India es el hogar del Gobierno tibetano en el exilio y acoge al líder espiritual de esta comunidad, el Dalai Lama, además de a 100.000 refugiados. En Pekín, cientos de simpatizantes de Tíbet se manifestaron en el Parque del 28 de Febrero, bajo el lema Recordad al mundo las atrocidades cometidas por el Gobierno comunista chino.

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, volvió a arremeter contra la limitada libertad de expresión y de culto de China. Antes de sentarse en el palco de autoridades del estadio, reiteró que la libertad es la mejor manera de promover la paz y la prosperidad del pueblo chino. Bush recordó los acuerdos entre ambos países: las negociaciones para desmantelar el programa nuclear de Corea del Norte y la apertura comercial china hacia el mercado libre.

En un desafío a las autoridades chinas, la organización Reporteros sin Fronteras emitió ayer en China de manera clandestina un programa de radio sobre la libertad de expresión.

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