En busca de la libertad

Hace 15 años practicar parapente en Andalucía era una experiencia poco reglada. Había mucho de riesgo, de aventura sin medir el peligro, de búsqueda de nuevas sensaciones sin demasiada conciencia. Desde hace algo más de una década la consolidación de escuelas de vuelo han permitido controlar esta actividad, reducir los accidentes y convertir este deporte en un reto muy demandado. Turistas nacionales e internacionales han elegido la sierra de Líjar, entre Málaga, Cádiz y Sevilla, como el referente para encontrar la libertad sobrevolando la montaña.

Francisco Sánchez y su socio comenzaron...

Hace 15 años practicar parapente en Andalucía era una experiencia poco reglada. Había mucho de riesgo, de aventura sin medir el peligro, de búsqueda de nuevas sensaciones sin demasiada conciencia. Desde hace algo más de una década la consolidación de escuelas de vuelo han permitido controlar esta actividad, reducir los accidentes y convertir este deporte en un reto muy demandado. Turistas nacionales e internacionales han elegido la sierra de Líjar, entre Málaga, Cádiz y Sevilla, como el referente para encontrar la libertad sobrevolando la montaña.

Francisco Sánchez y su socio comenzaron a montar Lijarsur, la principal empresa dedicada al parapente en esta zona, hace 12 años. "Habíamos empezado a volar, después a impartir cursos de manera altruista. Entonces había poca gente que se dedicaba a esto y muchas personas que querían aprender. Lo más difícil era localizar las zonas de despegues. Así que pensamos que podía ser una buena oportunidad de empezar una empresa", relata Sánchez. "Entonces uno aprendía por su cuenta y eso provocaba muchos accidentes. El parapente tenía mal nombre porque era una actividad muy arriesgada", recuerda.

La formación, por tanto, se vuelve indispensable antes de lanzarse a la aventura de volar por la sierra. En Lijarsur se imparten tres cursos: Iniciación, Progresión y Perfeccionamiento. En el primero se toma el primer contacto. "Prácticamente se vuela a partir del segundo día. Primero se empieza con pequeños vuelos y se aprende a despegar y aterrizar cerca del suelo. Después se va subiendo la inclinación y la altura", detalla el promotor. Esos primeros intentos están controlados siempre por radio, con la que el instructor puede supervisar y corregir al principiante. En seis días se consiguen las nociones básicas, aunque para tener el título de piloto en prácticas se necesitan 25 horas de vuelo y 60 vuelos realizados. "La mayoría de la gente que viene es porque tiene inquietud de volar. Un alto porcentaje quiere continuar y se apunta a los cursos de progresión y perfeccionamiento", detalla Sánchez.

En Algodonales, municipio gaditano que acoge a un gran número de aficionados al parapente, se han acostumbrado a ver sobrevolar gente por su cielo. No en vano estos visitantes son una de sus principales fuentes de riqueza. El parapente se ha convertido en uno de sus primeros reclamos turísticos. "Vienen muchos extranjeros porque en países como Alemania o Gran Bretaña es más difícil practicar parapente. Aquí hay muchos días de buen tiempo y la montaña es especialmente accesible". En una misma zona, hay hasta cuatro lugares de despegue, a los que se puede llegar con facilidad en coche, al igual que a los sitios de aterrizaje.

A Líjarsur acuden gente de todas las edades, aunque las estadísticas apuntan a personas de más de 25 años, por que es un deporte caro. "Han venido chavales de 14 con sus padres y también alguno de más de 60, aunque son excepciones", explica Sánchez. Ellos tratan de ofrecer todos los detalles aunque hay explicaciones que no se pueden dar. Lo deja claro el promotor. "Damos libertad y relajación pero la sensación de volar no se puede describir. Hay que probarlo".