Reportaje:EL RINCÓN

El juego de las marionetas

Desde muy pequeña, Idoia Seijo (Hondarribia, Guipúzcoa, 1962) prefería hacerse sus propias muñecas a jugar con las que venían de fábrica. En ese gesto se escondía su futuro. Ya adulta, decidió dedicarse al arte de crear marionetas. Y en este juego lleva ya más de un cuarto de siglo. Cada pieza a la que da vida es "única, artesanía de principio a fin", resalta sentada en su tienda-taller Menina, en la calle Mayor de Hondarribia. Ha pasado por varios locales, pero siempre ha optado por esta fórmula de la tienda-taller porque le gusta que quienes entran puedan comprobar cómo trabaja. "Me document...

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Desde muy pequeña, Idoia Seijo (Hondarribia, Guipúzcoa, 1962) prefería hacerse sus propias muñecas a jugar con las que venían de fábrica. En ese gesto se escondía su futuro. Ya adulta, decidió dedicarse al arte de crear marionetas. Y en este juego lleva ya más de un cuarto de siglo. Cada pieza a la que da vida es "única, artesanía de principio a fin", resalta sentada en su tienda-taller Menina, en la calle Mayor de Hondarribia. Ha pasado por varios locales, pero siempre ha optado por esta fórmula de la tienda-taller porque le gusta que quienes entran puedan comprobar cómo trabaja. "Me documento muy bien sobre lo que quiero hacer: el personaje, su vestimenta, todo", explica bajo la atenta mirada de algunas de sus criaturas, que cuelgan del techo, a la vista de los viandantes, rodeadas de telas, hilos y cintas de mil colores e impregnadas de olores fuertes, como el de la cola o las pinturas.

Una dama vasca del siglo XVI con tocado fálico, un samurái, una menina, un indio, un esquimal... Todos estos personajes la observan mientras ella afirma que la calle Mayor, en pleno corazón del casco histórico de Hondarribia, es "el lugar ideal" para presentarlos al mundo. "La gente, una vez que cruza el arco de acceso a esta calle, busca piedras, historia". Se zambulle en una especie de decorado que casa a la perfección con el ambiente que se respira entre las cuatro paredes de Menina. Allí dentro vigilan las marionetas, pero también un busto del bisabuelo de Jonan Basterretxea, el marido de Seijo y su acompañante en esta aventura creativa. La escultura descansa sobre un viejo mostrador de tienda de ultramarinos que hace las veces de mesa. "En uno de sus cajones encontramos una moneda de Alfonso XIII". Seijo se presenta como una artesana autodidacta. Todavía recuerda con una sonrisa su resistencia a abandonar la máquina de coser de pedales. Al final se rindió a la comodidad de la automática. El caso es que sus marionetas están repartidas entre coleccionistas privados, compañías de teatro y museos como el de Jorge Oteiza, en Alzuza (Navarra), o el de autómatas y modelos reducidos de La Rochelle (Francia). Ahora tiene entre manos un trabajo para el Festival Internacional de Marionetas de Tolosa (Guipúzcoa), que le ha encargado que modele a personajes que han apoyado esta muestra durante sus 25 años de vida. Su trabajo está presente incluso en la pequeña pantalla. Es la madre de unos divertidos muñecos, los batasunis de Vaya semanita, el programa de la televisión pública vasca (ETB) que ha logrado que los vascos se rían un poco de sí mismos. (www.marionetasmenina.com).

Idoia Seijo, en su tienda-taller de Hondarribia.JESÚS URIARTE

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