Reportaje:Gran Premio de Cataluña de Motociclismo

Los últimos no serán los primeros

Una jornada en la 'pelouse', la zona de ambiente entre el zumbido de las motos

-Pero, ¿para qué quiere usted una entrada de pelouse si tiene pase de prensa con derecho a paddock?

-Porque voy a escribir algo sobre los últimos y desde allí se ven mejor. En periodismo a eso le llamamos una "pieza de color".

-Usted sabrá, pero si va allí, esconda el pase de prensa, porque se lo chorizarán.

En un mundo de acreditaciones hiperjerarquizadas, las tribus no acostumbran a perdonar deserciones y cambios de territorio. Cualquier indígena de pelouse mataría por cruzarse a menos de doscientos metros con Valentino Rossi o Dani Pedrosa. Se confo...

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-Pero, ¿para qué quiere usted una entrada de pelouse si tiene pase de prensa con derecho a paddock?

-Porque voy a escribir algo sobre los últimos y desde allí se ven mejor. En periodismo a eso le llamamos una "pieza de color".

-Usted sabrá, pero si va allí, esconda el pase de prensa, porque se lo chorizarán.

En un mundo de acreditaciones hiperjerarquizadas, las tribus no acostumbran a perdonar deserciones y cambios de territorio. Cualquier indígena de pelouse mataría por cruzarse a menos de doscientos metros con Valentino Rossi o Dani Pedrosa. Se conforma -qué remedio- con verlos pasar como dos flechas a lo lejos, mientras bebe cerveza, fuma petardos y se ríe con la novia. Ha venido bien equipado: nevera, sombrilla, toalla, crema bronceadora. El sol es el de un día de playa, pero en lugar de olas, pues hay motos.

Especial: Mundial de Motociclismo

Los chavalines del octavo de litro alegran la primera mañana con sus zumbidos de voz blanca. Ambientan, más que otra cosa. El indígena se muestra indiferente con la clasificación de esta carrera, encabezada por Mike Di Meglio. Más bien le ha motivado el último del pelotón, el número 76, Iván Maestro, que va muy descolgado y que a cada paso recibe una ovación, solidaria más que coñona. Hasta que se va al suelo y entonces vuelve a pasar por delante de la pelouse, pero esta vez de paquete en un scooter de la organización. El aplauso es cerrado. Se repite cuando pasa su moto sobre la grúa de las asistencias.

La temperatura toca los 22 grados, el indígena hace rato que va descalzo y a torso desnudo, luciendo tatuajes en lugares inverosímiles, mientras su novia se ha arremangado el top hasta un límite que ella ha juzgado razonable. Ahora ambos se muestran vibrantes ante el duelo entre Marco Simoncelli y Álvaro Bautista, en la categoría tenoril de 250 centímetros cúbicos. Han animado a Álvaro con la bocina de aire comprimido, pero han permanecido sentados sobre la toalla. Al último clasificado, el indonesio Doni Tata Pradita, no le hacen ningún caso.

A las 14 horas y con 24 grados de justicia, el indígena y su novia han cargado las pilas y así que oyen roncar a los barítonos de la MotoGP se levantan de la toalla con la presteza de una válvula en fase de admisión y ya no volverán a sentarse durante toda la prueba. A juzgar por camisetas y viseras, esta pelouse, desde la que se divisa la apurada de frenada de la recta de salida en segundo término, y en primero, la zona virada tras la curva Repsol, es territorio Rossi. Por delante va Dani Pedrosa, con toda comodidad. Las bocinas suenan a coro, enloquecidas, cuando éste gana.

El indígena y su novia tardarán en recuperar su moto, que han aparcado muy lejos de allí. No se fijan en el revuelo de helicópteros que desplazan a la ciudad a vips con acreditaciones oro. Tienen la retina, el tímpano y la pituitaria ocupados todavía por las máquinas lanzadas a toda velocidad y los pilotos descolgándose hasta besar el suelo. Se sienten vencedores y en su imaginario no hay espacio ya para el último clasificado. Se llama Sylvain Guintoli y monta una Ducati.

Aficionados en la grada de Montmeló durante el Gran Premio.EFE

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