OPINIÓN

Sale el espectro

El nerviosismo desata euforia, y así se veía el otro día a Jordi Moragas, del sector rajoyista del PP, nervioso y eufórico. Cuando no está en la tele (y estaba en la tele, en Telecinco) fuma unos puritos chicos, como los que fumaba Anthony Burgess, y los que fumaba Cabrera Infante cuando se quitaba de los puros, y de los que fuma Juan Cueto. Deseoso de ponerle un paraguas a su jefe, Moragas exclamó: "¡Ya quiero que salga el espectro, o el holograma!".

A esas alturas todo el mundo sabía que el espectro escondido era Juan Costa. Una cosa es ser candidato y otra es ser espectro, y la verda...

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El nerviosismo desata euforia, y así se veía el otro día a Jordi Moragas, del sector rajoyista del PP, nervioso y eufórico. Cuando no está en la tele (y estaba en la tele, en Telecinco) fuma unos puritos chicos, como los que fumaba Anthony Burgess, y los que fumaba Cabrera Infante cuando se quitaba de los puros, y de los que fuma Juan Cueto. Deseoso de ponerle un paraguas a su jefe, Moragas exclamó: "¡Ya quiero que salga el espectro, o el holograma!".

A esas alturas todo el mundo sabía que el espectro escondido era Juan Costa. Una cosa es ser candidato y otra es ser espectro, y la verdad es que a Costa le va bien el apodo de espectro. O de holograma. En medio de las nubecillas barriobajeras del PP, este hombre, Costa, parece un espectro que viaja sin ser visto. Viajó por el programa electoral de Rajoy, con su suéter de pico, y desapareció para reaparecer diciendo lo que Ortega: "No es esto, no es esto". Sobrevoló antes, sobrevuela ahora. Como un espectro. Un día le vi comiendo con Pío García Escudero; éste comía arroz con bogavante, y comía mucho; el otro miraba. Como un espectro.

La verdad es que bastante de espectro tiene. Habla como si tuviera una voz prestada; es de Castellón, pero se expresa como un pijo madrileño. Dicen que es que quiere imitar a Rato; pero Rato no habla pijo: es que piensa en inglés. Costa, espectro. Pues sí. Rato tiene mucha voz, tanta como para prestarla. Y Costa habla como si estuviera buscando una voz. Alguna vez le dijeron que se la tenía que reeducar, para quitarse de encima el espectro oral de la pijería; hizo caso y se comió algunas de esas eses corridas que distinguen su dicción. Pero luego volvió a las andadas.

Ahora lo ves, andando como un espectro, en volandas, hacia la sombra de Rajoy. Le haría ilusión ser el otro. Borges inventó el otro para hablar del espectro que le miraba desde el otro lado del espejo. La última novela de Philip Roth (Sale el espectro, Mondadori) trata de un viejo que se exorciza. El espectro se exorciza. Aquí los personajes están cambiados. El espectro es Costa, pero a Costa lo necesita Rajoy para exorcizarse. Rajoy es otro espectro, pero ya salió. La prisa que le ha entrado a Moragas para encontrar el espectro, o el holograma, es porque Rajoy necesita alguien a quien ganarle, para acreditarse. Ahora, si Costa no se decide, lo van a llevar a rastras. Pero no los de la Cope y los otros sensacionalistas que agitan el árbol para conservar sus nueces, sino los de Rajoy. Lo están buscando. Como agua de mayo. Y Costa se les ha puesto a tiro. -

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