OPINIÓN

Y eligió el dinero

Zaplana no habría tenido problemas con Pompidou, pero sí con De Gaulle. De Gaulle hablaba francés, la grandeur, de ahí no le sacabas. Pompidou le habría hablado en español, y de dinero, le gustaba. A Zaplana, los guiñoles le han hecho pasar a la historia cantando alomojó: su relativismo moral arranca de cuando dejó que se dijera por él que la política era para enriquecerse.

Pompidou le habría hablado en español, digo. Fue antólogo de la poesía española, como De Villepin. Un día, el añorado Feliciano Fidalgo le hizo una pregunta en francés, y Pompidou se le quedó mirando. "...

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Zaplana no habría tenido problemas con Pompidou, pero sí con De Gaulle. De Gaulle hablaba francés, la grandeur, de ahí no le sacabas. Pompidou le habría hablado en español, y de dinero, le gustaba. A Zaplana, los guiñoles le han hecho pasar a la historia cantando alomojó: su relativismo moral arranca de cuando dejó que se dijera por él que la política era para enriquecerse.

Pompidou le habría hablado en español, digo. Fue antólogo de la poesía española, como De Villepin. Un día, el añorado Feliciano Fidalgo le hizo una pregunta en francés, y Pompidou se le quedó mirando. "Pero, Feliciano, ¡pregúnteme en español!".

De Gaulle habría sido peligroso para Zaplana. Le habría fulminado, como a Pompidou. Le habría dicho: "Alors, Zaplana, vous avez choisi l'argent". Fue lo que le dijo a Pompidou cuando éste le fue a contar que dejaba la política para casarse con una multimillonaria: "Así que, Pompidou, usted ha elegido el dinero". Zaplana ha elegido el dinero, y con el gesto se ha quitado del espejo de Rajoy. Le bastó un minuto, esos sesenta segundos que Kipling reclamaba para pasar del infierno a la gloria. "Mariano, me voy. Por dinero". Pero Rajoy no es De Gaulle, ni de lejos, y tampoco es Pompidou.

Hay otra anécdota de De Gaulle que también tiene que ver con Zaplana, y con Rajoy, tristemente. Un día llegó un edecán a advertirle de que ya debía terminar sus abluciones, le esperaba Pompidou. Y De Gaulle, majestuoso pero desvestido, le explicó al edecán, mirándose en el espejo:

-Déjeme un rato con la única persona de mi confianza.

A Rajoy le queda el espejo, y le persigue ahora la figura de Romanones, joder, qué tropa. Pero resulta que ese político traicionado (Romanones) nunca dijo eso; Rajoy lo habría sabido si hubiera ido a escuchar al académico Rico en su discurso de respuesta a Javier Marías: cuando le vetaron en la Academia, Romanones no dijo eso, pero la historia se escribe con lo que se dice que se dijo. Por eso queda para la historia que Zaplana no se lo dijo a Rajoy sino cuando a éste le podía hacer más daño. "Rajoy, que me voy. Por dinero".

Claro que uno no se imagina a Rajoy diciéndole a Zaplana, ni en gallego: "Así que, Zaplana, has escogido a una multimillonaria". Para eso hace falta la altura de De Gaulle, que era enorme. -

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