Un pacificador para el vestuario

En un vestuario escindido y envenenado, Voro ha sido como un oasis de paz en medio de la batalla. Su condición de delegado le permitía mantener una posición equidistante, pero también su tendencia a llevarse bien con todos, su bonhomía. Aquel que fuera central poderoso del Valencia y del Superdepor -nueve veces internacional- está ante la oportunidad de su vida. Llega, con Ochotorena de segundo, a un equipo malherido por los tiros en el pie que le asestó su directiva al despedir al primer entrenador, Quique Flores, y después apartar a tres de sus jugadores más importantes, Albelda, Cañi...

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En un vestuario escindido y envenenado, Voro ha sido como un oasis de paz en medio de la batalla. Su condición de delegado le permitía mantener una posición equidistante, pero también su tendencia a llevarse bien con todos, su bonhomía. Aquel que fuera central poderoso del Valencia y del Superdepor -nueve veces internacional- está ante la oportunidad de su vida. Llega, con Ochotorena de segundo, a un equipo malherido por los tiros en el pie que le asestó su directiva al despedir al primer entrenador, Quique Flores, y después apartar a tres de sus jugadores más importantes, Albelda, Cañizares y Angulo, en una decisión que ha acabado por arrastrar al siguiente preparador, Ronald Koeman.

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Como entrenador, Voro, de 44 años, no ha hecho gran cosa. Un buen curso en el filial del Levante y otro par de temporadas en el del Valencia. Llegó el paro y aceptó el cargo de delegado del primer equipo de Mestalla. Acumuló experiencia y conocimiento en cada rincón. Sabe cómo respira cada jugador, en los que recaerá la gestión de la permanencia.

"He pedido que me dejen las manos libres", dijo ayer Voro ante la posibilidad de recuperar a los tres defenestrados, con uno de los cuales, Albelda, mantiene una excelente relación. Sería una decisión importante. Para demostrar que no es una marioneta de la directiva y tratar de unir a toda la plantilla en un momento de máxima dificultad. Tiene por delante un trabajo psicológico colosal. Convencer a unos y otros de que son indispensables. Revertir en positivismo la rabia infinita que han sentido los proscritos hacia los directivos y los compañeros a los que han tachado de insolidarios: Baraja y Marchena.

"Y si bajamos, ¿qué? Me van a cargar a mí el muerto", se preguntaba ayer Albelda. "No estoy preparado ni física ni mentalmente para jugar un partido después de cuatro meses", se lamentaba el capitán. Pero, si Voro se lo pide, tendrá que intentarlo. Además, pase lo que pase, el muerto no le va a caer a Albelda, sino al dueño de la entidad, Juan Soler, que la ha llevado a una situación desesperada tanto económica como deportivamente. A expensas de que se confirme la permanencia, el Valencia saldrá a subasta en el verano. Son muchos los movimientos. Un grupo de abogados y jóvenes empresarios está interesado en un acercamiento a lo Laporta con la idea de que el club entre en Bolsa. Otra opción menos utópica es la escondida tras un magnate de un país de la antigua Unión Soviética.

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