Reportaje:PEKÍN 2008 | Faltan 109 días para los Juegos

Más de cien zambullidas al día

Javier Illana supera el "miedo" en saltos de trampolín, un deporte con 73 españoles federados

Hay mil formas diferentes de tirarse de cabeza al agua. Pero a Javier Illana sólo le vale una. "El cuerpo tiene que alinearse como si fuera una aguja", dice de forma gráfica. Todos los músculos están en tensión, los hombros casi rozan las orejas, las palmas de las manos se enlazan y es como si el agua se tragara de golpe al saltador. Cuanto menos salpique, mejor, porque es "en lo que más se fijan los jueces".

Para conseguirlo, este madrileño de 22 años se levanta cada día a las ocho de la mañana en su casa de Leganés, donde vive con su madre, desayuna, coge el coche y a las 9.30 está en...

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Hay mil formas diferentes de tirarse de cabeza al agua. Pero a Javier Illana sólo le vale una. "El cuerpo tiene que alinearse como si fuera una aguja", dice de forma gráfica. Todos los músculos están en tensión, los hombros casi rozan las orejas, las palmas de las manos se enlazan y es como si el agua se tragara de golpe al saltador. Cuanto menos salpique, mejor, porque es "en lo que más se fijan los jueces".

Para conseguirlo, este madrileño de 22 años se levanta cada día a las ocho de la mañana en su casa de Leganés, donde vive con su madre, desayuna, coge el coche y a las 9.30 está en las piscinas del Centro Mundial 86. Saltando. "Más de cien veces al día", calcula su entrenador, Manuel Gandarias.

Para el saltador lo más difícil del último año ha sido cambiar dos veces de técnico
"A los chinos les encantan los saltos y te abuchean si lo haces mal", recuerda
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Españoles con billete olímpico

Y saltar para Illana es mucho más que zambullirse desde el trampolín de tres metros que se ha convertido en su especialidad, la única en la que estará en los Juegos de Pekín y en la que fue 19º en Atenas 2004. El jueves pasado tocaba "trabajo de piernas", que al fin y al cabo son los muelles que permiten a los saltadores desafiar a la gravedad. El objetivo es evitar problemas en las articulaciones. Pero, al tratarse de un deporte acuático, en lugar de hacerlo en el gimnasio se hace en el agua.

Desde el borde de la piscina, que comparte con las chicas de sincronizada y con un grupo de saltadores infantiles que dirige el cinco veces olímpico José Miguel Gil, Illana se lanza al agua una y otra vez. De clavo con las manos en jarras. Primero de cara al agua y luego de espaldas. Con las manos en la nuca. Con los brazos estirados. Agrupando el cuerpo. Carpándolo. Siempre en series de cinco y con un pequeño descanso cronometrado cada tres series. El saltador hace este tipo de trabajo al menos dos veces a la semana, explica Gandarias.

Luego toca estirar. Y otra vez al agua, pero esta vez desde la plataforma situada a cinco metros del agua. La idea es afinar la entrada, esa que obsesiona a Illana y a todos los saltadores.

Sólo en la parte final del primer entrenamiento del día, que ronda las tres horas, Illana subirá al trampolín para ensayar los seis saltos de su programa, algunos de ellos nuevos para Pekín. Prueba uno de los trampolines, pero se cambia porque "hace cosas raras". Entre salto y salto, Gandarias le corrige la posición de la barbilla, de los brazos, de las rodillas... la entrada al agua. A veces tiene que hacer bocina con las manos para superar el griterío de la piscina vecina, la de los nadadores, a esa hora llena de niños. Illana se queja un par de veces de la espalda.

Su entrenamiento es casi personalizado. El grupo lo forman sólo tres saltadores -entre ellos está Leyre Eizaguirre, pendiente de la repesca olímpica- y el técnico. En España sólo tienen licencia para competir en este deporte 42 hombres y 31 mujeres repartidos en seis clubes (dos en Madrid, dos en Canarias, uno en Palma de Mallorca y otro en Barcelona). Ningún centro de alto rendimiento cuenta con la piscina profunda y la torreta de trampolines y plataformas que exigen los saltos.

El tono en el entrenamiento del miniequipo nacional -la otra clasificada, Jennifer Benítez, se entrena en Canarias- es serio pero al mismo tiempo distendido. Y eso que Gandarias sólo lleva unos días con Illana, que ha tenido tres entrenadores diferentes en menos de un año. "Ha sido lo más difícil", reconoce el saltador, acostumbrado desde los 14 años a la rutina de la alta competición, al "miedo" que provoca saltar y a los consejos del ucraniano Mijail Ugryumov. La federación española fichó el año pasado al mexicano Carlos Girón como director técnico y Ugryumov, su entrenador "de toda la vida", volvió a su país. Girón dimitió hace un par de semanas "por motivos personales" y el saltador español se quedó solo a menos de cuatro meses de la cita más importante de los últimos cuatro años.

Gandarias, un histórico de la disciplina, ha asumido el reto. Illana con él. El objetivo es estar entre los ocho mejores en Pekín, aunque ambos saben que un momento de duda, una ligera pérdida de concentración y todo se puede ir al traste.

Es lo que le pasó en los últimos Europeos de marzo, cuando chocó en uno de sus saltos contra el trampolín y se hizo una herida en la muñeca derecha que aún le molesta. Esa muñeca, de la que había sido operado por una lesión anterior, y una hernia en la espalda son sus únicas preocupaciones físicas. Para evitar daños mayores Illana ha renunciado a saltar desde la plataforma de 10 metros.

A medida que Pekín se acerca, el trabajo en seco, lejos de la piscina, los abdominales, las pesas, la cama elástica y demás, se hará más corto y más intenso. También se aprieta el calendario. Acaba de volver de Italia y el mes que viene viajará a Miami. La concentración prevista en México se ha cancelado.

Las competiciones rompen un horario encorsetado, como el de casi todos los deportistas. Dos sesiones de entrenamiento diarias -de 9.30 a 12.30 y de 14.30 a 16.00-. "Nos permite acostumbrarnos al horario de competición y tenemos la tarde libre". El domingo, también. Las dos horas que le quedan entre sesión y sesión las dedica a descansar en el centro, trastear con su ordenador portátil, estudiar -este año ha parado un poco, pero quiere ser técnico de sonido- y comer algo.

Illana, como otros saltadores, empezó joven. A los ocho años hacía natación en el cercano club Canoe. Cuando acababa la clase, como premio, les dejaban saltar. Y así se cambió de deporte. También se hizo a la alta competición muy joven. Fue olímpico con 18 años. Cuatro años más tarde, este saltador que se reconoce "tranquilo y con facilidad para concentrarse" afronta la nueva cita olímpica "con menos nervios y más experiencia".

Su familia no estará en los Juegos de Pekín: "A los chinos les encantan los saltos y te abuchean si lo haces mal", recuerda Illana de una competición anterior. "Además, ya no hay entradas".

Javier Illana, en el trampolín de la piscina de saltos del Centro Mundial 86 de Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

Javier Illana

- Nació el 12 de septiembre de 1985 en Leganés (Madrid).- Empezó a saltar con ocho años.- Renunció a la plataforma de 10m para evitar lesiones.- Mide 1,74 metros y pesa 66 kilos.- Fue olímpico por primera vez con 18 años en Atenas, donde acabó 19º en trampolín de 3 metros.- Este año los estudios no son su prioridad. Cuando pasen los Juegos quiere retomarlos y convertirse en técnico de sonido.

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