Análisis:Cosa de dos

Vencido

La vida es a veces asombrosa. La televisión, también. ¿Quién habría apostado por lo del sábado? La programación de la noche del sábado suele ser un páramo, un servicio de emergencia para espectadores solitarios, aburridos, quizá desesperados. ¿Quién podía adivinarlo? Un presentador tan sospechoso como Jordi González llevó a La noria (Tele 5) a un personaje tan sospechoso como Mario Conde. Y lo que salió del encuentro fue digno. Más que digno, en realidad. Fue uno de los momentos televisivos del mes.

Mario Conde encarnaba, 20 años atrás, la España del pelotazo y el dinero fácil. G...

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La vida es a veces asombrosa. La televisión, también. ¿Quién habría apostado por lo del sábado? La programación de la noche del sábado suele ser un páramo, un servicio de emergencia para espectadores solitarios, aburridos, quizá desesperados. ¿Quién podía adivinarlo? Un presentador tan sospechoso como Jordi González llevó a La noria (Tele 5) a un personaje tan sospechoso como Mario Conde. Y lo que salió del encuentro fue digno. Más que digno, en realidad. Fue uno de los momentos televisivos del mes.

Mario Conde encarnaba, 20 años atrás, la España del pelotazo y el dinero fácil. Gomina, trajes a medida, palabras escupidas como disparos. Era un número uno, un coloso encaramado a la cúspide del sistema financiero.

Un hombre destinado, decían, a la presidencia. Su aparición en La noria debió satisfacer a quienes guardan el rencor en el frigorífico. Alguien se alegraría de verle como es hoy: envejecido, indiferente. Vencido. Yo no me alegré nada.Las palabras salían de su boca ya cansadas, como arrastrando los pies. Quizá Mario Conde se esté medicando. Hay quien opta por la farmacia para superar una pérdida, y el ex banquero es viudo desde octubre pasado. Dijo que no eran ciertos los rumores de que sufría cáncer: "Corporalmente, estoy bien". Evitó emitir señales de resentimiento. Recitó un poema para su mujer difunta. No temió ser ridículo y, contra cualquier expectativa, no lo fue.

Su experiencia carcelaria no resultó, por lo que se sabe, demasiado dura. Tampoco debe vivir, supongo, en la miseria. Lo duro debió ser la caída. Y después, la pérdida. Ahora, semiolvidado, relegado a la letra pequeña de la historia reciente, es un tipo que aparece un sábado por la noche en un programa de entrevistas chispeantes y habla de sus fracasos. De sus derrotas económicas, políticas, judiciales y vitales.

Mario Conde está vencido. No me pareció humillado, y me alegro de ello.

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