El centro comercial A Laxe concluye las actuaciones de Abrir Vigo al Mar

Ameijeiras inauguró el edificio, en el que Zona Franca invirtió 28,5 millones

Con la inauguración ayer del centro comercial A Laxe por el delegado del Gobierno en Galicia, Manuel Ameijeiras, Zona Franca da por concluido el ambicioso proyecto urbanístico Abrir Vigo al Mar, que empezó a formularse en 1992 "y que llegó hasta aquí no sin pocos obstáculos", según señaló Francisco López Peña, delegado del Estado en la Zona Franca de Vigo, que impulsó entonces el proyecto y que ayer, ostentando el mismo cargo, lo declaraba felizmente finalizado.

Abrir Vigo al Mar suscitó grandes expectativas cuando se presentó y, luego, también una gran controversia. Un túnel, como espi...

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Con la inauguración ayer del centro comercial A Laxe por el delegado del Gobierno en Galicia, Manuel Ameijeiras, Zona Franca da por concluido el ambicioso proyecto urbanístico Abrir Vigo al Mar, que empezó a formularse en 1992 "y que llegó hasta aquí no sin pocos obstáculos", según señaló Francisco López Peña, delegado del Estado en la Zona Franca de Vigo, que impulsó entonces el proyecto y que ayer, ostentando el mismo cargo, lo declaraba felizmente finalizado.

Abrir Vigo al Mar suscitó grandes expectativas cuando se presentó y, luego, también una gran controversia. Un túnel, como espina dorsal de la actuación, liberó la superficie de un tráfico insoportable, incluida la mayor parte del portuario. Tres aparcamientos subterráneos complementaron la tarea, retirando coches de la calle. Nadie discute hoy que esa zona central de la ciudad y del puerto ha mejorado, para mayor uso y disfrute ciudadanos gracias a la peatonalización y nuevo ajardinamiento de la calle Montero Ríos, totalmente abierta al mar.

La controversia la suscitan los dos edificios más representantivos de la actuación: la sede local de la Xunta, en el extremo de la Praza da Estrela, y el centro comercial inaugurado ayer, en el muelle de A Laxe. Ambos obstruyen el acceso al mar, incluso su visibilidad, y de ahí que se derive su contradicción con la filosofía y enunciado del proyecto. Pero también ambos dan vida a una zona próxima al mar antes deteriorada.

El concurso del centro comercial fue ganado por el reconocido arquitecto Javier Sáenz de Oiza, fallecido en 2000. Sus hijos Vicente y Marisa lo continuaron. La idea germinal fue que aseguraría la afluencia de gente a diario para convertir el ámbito en un espacio vivo y dinámico, además de reforzar la comunicación del Casco Vello con la orilla del mar. Una calle peatonal desciende desde la Praza da Pedra, cruza por el aire la calle Cánovas del Castillo y continúa sobre la cubierta del edificio hasta su primera planta, seccionándolo en dos triángulos.

El edificio ciega la anterior perspectiva de la ría desde la Praza da Pedra. Pero en su propio ámbito acerca aquella perspectiva desde distintos miradores y abre otras novedosas y diversas. En terrazas de uso público y, cosa poco frecuente, desde las tiendas con fachada al mar.

El granito gris, que es el material hegemónico en todas las actuaciones del entorno y que también iba a serlo del centro comercial, se ha sustituido por placas prefabricadas de hormigón en gris antracita, casi negro. Esa impronta ya le ha hecho merecedor del epíteto de "pegote" entre los críticos. También en el interior el negro es el tono dominante, por la pizarra de los pasillos y de otros elementos decorativos. Es un fondo, en cualquier caso, que permite resaltar más los colores.

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La Zona Franca de Vigo, propietaria y promotora del centro comercial, ha invertido más de 28 millones de euros en la obra, que espera amortizar en unos 40 años. Las tres plantas comerciales suman 13.000 metros cuadrados, con precios de alquiler que oscilan entre los 10 y los 60 euros por metro cuadrado al mes. Hay 45 establecimientos. De Media Markt, el gimnasio Metropolitan y Adolfo Domínguez se espera el mayor tirón.

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