Análisis:A la parrilla

Paranormalidad

¿Hay vida para los espacios sobre fenómenos paranormales tras Hombres de negro? La película de Barry Sonnenfeld lanzó una magistral estocada al género, convertido en pura y simple descripción de una realidad poblada por seres llegados de las galaxias que pululan entre nosotros, mientras la administración que regula sus entradas y salidas vive instalada en el caos. Si algo desarma al ocultismo es el humor, ocurre con todas las religiones. Precisamente por ello, un programa como Cuarto milenio, que dirige Iker Jiménez (Cuatro), tiene su mérito por el tono, la factura y la prudente información qu...

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¿Hay vida para los espacios sobre fenómenos paranormales tras Hombres de negro? La película de Barry Sonnenfeld lanzó una magistral estocada al género, convertido en pura y simple descripción de una realidad poblada por seres llegados de las galaxias que pululan entre nosotros, mientras la administración que regula sus entradas y salidas vive instalada en el caos. Si algo desarma al ocultismo es el humor, ocurre con todas las religiones. Precisamente por ello, un programa como Cuarto milenio, que dirige Iker Jiménez (Cuatro), tiene su mérito por el tono, la factura y la prudente información que suministra. El tono: no es exaltado ni militante, sino periodísticamente curioso. La factura: complicadísima y bien resuelta la posproducción, con talk shows ambientados con música new age y trufados con insertos dramatizados complejos (se nota el oficio radiofónico del director para amueblar sonoramente el plató).

Pero es en la información donde Cuarto milenio juega su mejor baza, y también la peor. La entrega del domingo trataba el tema de las fobias, dejando clara la voluntad de entretener, primero, e informar de algunas curiosidades, después, sin mayores profundizaciones en los aspectos científicos, a pesar de la presencia en el programa de un par de expertos, que más bien servían para establecer los límites de lo razonable, cosa que no deja de agradecerse. Y sin embargo el reportaje adjunto no podía dejar mostrar repetidamente una cuchilla de afeitar abriendo una herida para ilustrar la intolerancia fóbica a la sangre. Es el lenguaje del género, se toma o se deja, no suele haber término medio. Como también podías estremecerte o troncharte con el ameno reportaje sobre Benedicto XIII, el Papa Luna, que aparecía escuchando a un demonio gore o recién salido del belén, según se quisiera o no seguir el juego. Tommy Lee Jones, en la película, dejó ese juego a un nivel muy alto.

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