Crónica:DON DE GENTES | OPINIÓN

El hombre de La Manga

El español es ese animal que tras tropezar mil veces con la misma piedra, de pronto recapacita. Le cuesta años, tal vez siglos, pero no cabe duda de que, a pesar de tener el cráneo duro como el pedernal, finalmente recapacita. Lo pensé viendo una de esas encuestas que aparecen en los informativos en las que se pregunta a cuatro ciudadanos, cuanto más feos mejor, sobre asuntos de actualidad. Tras explicarle el reportero a un vecino de La Manga que, si no se frena el cambio climático, dentro de un siglo el mar habrá anegado toda la costa, el hombre dijo: "Bueno, a mí eso no me afecta, como vivo ...

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El español es ese animal que tras tropezar mil veces con la misma piedra, de pronto recapacita. Le cuesta años, tal vez siglos, pero no cabe duda de que, a pesar de tener el cráneo duro como el pedernal, finalmente recapacita. Lo pensé viendo una de esas encuestas que aparecen en los informativos en las que se pregunta a cuatro ciudadanos, cuanto más feos mejor, sobre asuntos de actualidad. Tras explicarle el reportero a un vecino de La Manga que, si no se frena el cambio climático, dentro de un siglo el mar habrá anegado toda la costa, el hombre dijo: "Bueno, a mí eso no me afecta, como vivo en el octavo". El hombre del octavo no ponía en duda las imágenes virtuales con las que Greenpeace ha mostrado los efectos del calentamiento, para nada; el hombre lo que hacía, dócilmente, era ponerse en situación y hacernos ver que a él, viviendo en el octavo, el asunto se la traía floja. Seguro que el Hombre del Octavo o el Hombre de La Manga, por ponernos cervantinos, se fue a casa recapacitando. El hombre se pondría, como si lo viera, a pensar en el planeta, en su Manga anegada, y estudiaría la posibilidad de dejarles a sus nietos en herencia, además del propio octavo, una barquita con la que acceder a él. Pero al Hombre de La Manga, de pronto, no le cuadrarían las cuentas de su famélica paga de jubilado y, acordándose de lo malcriados que estaban sus nietos, murmuraría: "Les van a ir dando mucho por culo". Y ahí se acabó el tiempo que el Hombre de La Manga concedió a recapacitar sobre los efectos del dióxido de carbono. No creo en identidades, pero eso de que el español recapacita no me lo va a quitar nadie de la cabeza. Las semanas pasadas, por ejemplo, se reflexionó sobre los efectos que la telebasura tiene sobre nosotros, los posibles encuestados de los telediarios. Tontos y expertos dijeron que la telebasura es perniciosa; pero que el control es imposible, y el autocontrol, menos, porque que un español se autocontrole es como pedirle que pierda su esencia. La cosa pareció ponerse fea después de que una pobre muchacha saliera, mediante engaños, en el programa de Patricia y fuera días más tarde asesinada por el baboso que le declaraba su amor ante la audiencia. Las alarmas saltaron: ¡hay que hacer algo! Se recordó que España era el país con más horas de telebasura de la Unión Europea y se pusieron por escrito diálogos guarros que aparecían en horario infantil. Pero el español, maldita sea, recapacita, y esta misma semana escuché (en horario infantil), ¡al fin!, una entrevista encantadora a Boris Izaguirre. El entrevistador era un recapacitador nato, y la entrevista, una de esas de tipo humano que pretenden acercanos al personaje a través de preguntas de orden muy diverso: "¿Follas mucho? ¿Cuándo ha sido la última vez que un desconocido te ha propuesto follar? ¿Cuál es el sitio más raro en el que has follado?". Cabe pensar que Boris ya está en un momento en el que podría permitirse la umbraliana frase "yo he venido a hablar de mi libro", pero quién se atreve aquí a responder "y eso, ¿a quién coño le importa?". Toda la gallardía que han demostrado esos tres hombres, Boris, Jesús Vázquez y Grande-Marlaska, en el anuncio de preservativos para prevenir el contagio del VIH, toda la valentía y la normalidad con que el juez Marlaska ha hablado de "los que tenemos relaciones con otros hombres", quedó de golpe anulada por el tema folleteo. Porque, puestos a sospechar, si tanta necesidad tenemos de pronunciar públicamente la palabra "follar", como si fuéramos niños de secundaria, tal vez sea porque nos haga falta practicarlo más y calmar este nerviosismo general. Como decía Vittorio Gassman, esas cosas sólo se demuestran en privado. O sea, perro ladrador poco mordedor. Como el mío, mi pequeño yorkie, que ayer recibió ladrando a la cartera, que me traía un paquete, la pobre. Cuando salí a la puerta, allí estaban esos cuatro kilos de chucho, acorralando contra la pared a una honrada funcionaria del servicio de Correos. "Sujételo, a ver si me va a morder". Y yo voy y le contesto: "Huy, eso es lo que le gustaría, pero no puede, ya no tiene dientes". Mientras abría el paquete pensé en la frase tan chocante que acababa de soltar: añoranza de aquellos tiempos en los que este perro viejo aún tenía la posibilidad de hincarle los dientes a una cartera. Estaba pensando que alguna vez incluiría esa frase en un diálogo cuando veo que el libro que tengo entre las manos, La paella, me lo ha mandado mi admirado Rafael Azcona. De pronto siento que en ese acto de recoger frases absurdas de la vida misma siempre hay un homenaje secreto al maestro del diálogo. Para completar el homenaje me leo esta historia que intentó ser una serie televisiva sobre la penosa vida de los cincuenta, pero que nunca se rodó. Una pena. Azcona lo sabe todo sobre aquellos años, lo ha escrito. La precariedad sexual, el hambre, el frío, la falta de libertad. Rafael es un recapacitador rápido en un país de lentos. Cuando oía a algunos políticos hablar esta semana del Informe PISA y de que a estas alturas la culpa de que los niños no sepan leer la tiene Franco, pienso que España está llena de Hombres de La Manga. Nada nos afecta. Aquí es que todos vivimos en el octavo. -

No creo en identidades, pero eso de que el español recapacita no me lo va a quitar nadie de la cabeza
Tontos y expertos dijeron que la telebasura es perniciosa; pero que el control es imposible, y el autocontrol, menos
Vista aérea de La Manga del Mar Menor (Murcia), uno de los lugares que podrían desaparecer a consecuencia del cambio climático.

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