Crítica:FERIA DE SAN MIGUEL

El gusto y la valentía

El gusto es de Curro Díaz, y la valentía, de Miguel Ángel Perera. La combinación de ambos conceptos da como resultado el toreo verdadero. Si se le añade el grandioso par de banderillas que colocó Curro Robles al sexto, la faena soñada.

No fue una tarde de grandes triunfos, pero sí de toreros hechos y derechos, con gran entrega y temperamento. Lo dieron todo ante una corrida dificultosa de toros reservones, ásperos y de escaso recorrido, que se negaban a seguir los engaños y tiraban gañafones al aire. Una corrida muy bien presentada y de astifinas defensas para toreros dominadores de la ...

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El gusto es de Curro Díaz, y la valentía, de Miguel Ángel Perera. La combinación de ambos conceptos da como resultado el toreo verdadero. Si se le añade el grandioso par de banderillas que colocó Curro Robles al sexto, la faena soñada.

No fue una tarde de grandes triunfos, pero sí de toreros hechos y derechos, con gran entrega y temperamento. Lo dieron todo ante una corrida dificultosa de toros reservones, ásperos y de escaso recorrido, que se negaban a seguir los engaños y tiraban gañafones al aire. Una corrida muy bien presentada y de astifinas defensas para toreros dominadores de la técnica y del corazón.

El gusto, dicho queda, es de Curro Díaz. Demostró una tarde más que su toreo está basado en la elegancia y la inspiración. Se coloca muy bien, se recrea en las suertes, tira de la embestida y obliga al toro a obedecerle. Así, en su primero, consiguió unas tandas de derechazos muy meritorios, culminadas con largos pases de pecho. Al final, cerró su labor con pases de la firma, que fueron auténticos carteles de toros. No fue una faena de triunfo grande, pero quedó patente que Curro Díaz es un torero con mucha torería. Los recortes al comienzo de faena al cuarto fueron magníficos, y ligó una tanda de muletazos con una trincherilla perfecta. Sonó la música y trazó una sinfonía de buen gusto en el marco de una labor intermitente en la que su toro se apagó pronto.

Alcurrucén / Díaz, Perera, Cortés

Toros de Alcurrucén, bien presentados, astifinos, mansos, reservones y de escaso juego. Curro Díaz: pinchazo y estocada (ovación); pinchazo y media baja (vuelta). Miguel Angel Perera: gran estocada (oreja); tres pinchazos -aviso- y dos descabellos (palmas). Salvador Cortés: estocada trasera (silencio); estocada baja (silencio). Plaza de la Maestranza. 30 de septiembre. Segunda y última corrida de la feria de San Miguel. Tres cuartos de plaza.

Y la valentía se llama Miguel Angel Perera. Tiene este torero un corazón de héroe. Citó a su primero por alto con la muleta; el pitón derecho le rozó la taleguilla y puso el corazón de los tendidos en un puño. Impávido, el torero se limitó a tomar aire. Era ese toro agresivo, fiero y sin recorrido, y Perera aguantó miradas inaguantables. A la faena le faltó ligazón, y le sobró quietud y arrojo. Al final, se volcó sobre el morrillo y cobró una estocada hasta la bola que le valió una oreja. Recibió al quinto con templadas verónicas; lo intentó de nuevo, pero toda su voluntad se estrelló contra las escasas posibilidades que ofreció otro toro soso, reservón y que se quedaba a mitad de la suerte.

Y dura era la papeleta de Salvador Cortés, quien el próximo 12 de octubre se encierra en esta plaza con seis toros. Es torero honrado y valiente, que necesita un toro codicioso que permita citarlo de largo y ligarlo en tandas de cinco o seis muletazos. Y ese toro no salió ayer a la plaza, por lo que Cortés sólo pudo mostrar voluntad de triunfo y deseos de agradar. Su lote fue lo peor de lo malo. Sin pena ni gloria pasó en su primero, que embestía con la cara alta, y se esforzó de verdad en el último, de la misma calaña que el resto, y con el que tampoco pudo lucirse.

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