Strauss-Kahn toca el cielo del FMI

La elección del socialdemócrata es un éxito diplomático de Sarkozy. Y un contrincante menos en la carrera por el Elíseo en 2012

Dominique Strauss-Kahn, el nuevo director del Fondo Monetario Internacional (FMI), tiene un perfil de patricio romano en el cuerpo de un jugador de rugby. Cuadrado, de espaldas anchas, cuello corto y cara de mármol. Pero elegante, con fama de seductor, incluso de diletante. Casado tres veces, tiene cuatro hijos. Su actual esposa, Anne Sinclair, es una famosa periodista de televisión.

DSK, como se le conoce en Francia, nació en abril de 1949 en Neuilly-sur-Seine, un suburbio adinerado de París, en el seno de una familia de origen judío. Su bagaje académico impresiona: diplomado de la esc...

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Dominique Strauss-Kahn, el nuevo director del Fondo Monetario Internacional (FMI), tiene un perfil de patricio romano en el cuerpo de un jugador de rugby. Cuadrado, de espaldas anchas, cuello corto y cara de mármol. Pero elegante, con fama de seductor, incluso de diletante. Casado tres veces, tiene cuatro hijos. Su actual esposa, Anne Sinclair, es una famosa periodista de televisión.

Socialdemócrata confeso y con fama de seductor, ha contado en un 'blog' su periplo hasta el FMI
Como Rato, DSK llega al FMI como doble perdedor, en su partido y en las elecciones

DSK, como se le conoce en Francia, nació en abril de 1949 en Neuilly-sur-Seine, un suburbio adinerado de París, en el seno de una familia de origen judío. Su bagaje académico impresiona: diplomado de la escuela de Altos Estudios de Comercio, de la de Ciencias Políticas y licenciado en Derecho público, es profesor de Economía y ha trabajado en el sector privado como abogado de negocios.

Su currículum es el idóneo para presidir un organismo internacional. A diferencia de la mayoría de políticos, DSK es políglota: domina perfectamente el inglés y el alemán, se maneja con el castellano y el italiano, e incluso tiene algunos conocimientos de árabe. Conoce y utiliza las tecnologías de la comunicación, a las que recurrió ampliamente durante la campaña electoral, y estos últimos meses ha mantenido un blog donde relataba su campaña por el FMI.

Tiene un indudable carisma y domina el arte de la retórica. De su experiencia como profesor conserva una gran capacidad para comunicar conceptos: encuentra siempre las fórmulas más simples y comprensibles por más complicado que sea el tema. Es un excelente jugador de ajedrez.

Strauss-Kahn es el cuarto francés que dirigirá el FMI, después de Pierre-Paul Schweitzer (1963-1973), Jacques de Larosière (1978-1987) y Michel Camdessus (1987-2000). Pero su llegada a este puesto, ocupado tradicionalmente por un europeo, ha sido un tanto heterodoxa, aunque no falten los paralelismos con la de su predecesor, el español Rodrigo Rato, al igual que él, doble perdedor; en su propio partido por la candidatura a la presidencia y en las elecciones generales.

Socialdemócrata confeso, algo muy osado en el seno de la izquierda francesa, DSK obtuvo su primera acta de diputado en 1986, a los 37 años, y en 1991 accedió por primera vez al cargo de ministro, cuando Pierre Beregovoy le encargó la cartera de Industria y Comercio Exterior en un Ejecutivo de breve vida que cesó en marzo de 1993.

Tras la derrota de la izquierda y la llegada de Jacques Chirac a la presidencia en 1995, buscó consuelo en el sector privado y fundó un bufete de abogados de negocios, aunque no abandonó la política. Ese mismo año obtuvo la alcaldía de Sarcelles -en Francia, todos los grandes políticos deben disponer de un feudo local-, y en 1997, tras la inesperada victoria de la izquierda en las legislativas anticipadas que Chirac convocó, el que fuera su mentor en el PS, Lionel Jospin, llamado a formar gobierno, se acordó de él y le confió el puesto clave de ministro de Economía y Finanzas.

Desempeñó entonces un papel decisivo en las reformas impulsadas por la izquierda, aunque no pudo evitar que la titular de Empleo, Martine Aubry, sacara adelante la jornada laboral de 35 horas, una medida con la que DSK no estaba del todo de acuerdo, al menos en cómo se aplicó. Tal vez para compensar esta deriva por la izquierda del Ejecutivo, se convirtió -también como Rato- en el artífice de la entrada de Francia en el euro, aplicando un rigor presupuestario que, desde entonces, nadie más ha vuelto a practicar en el país vecino, y puso en marcha las primeras grandes privatizaciones del enorme sector público galo; concretamente, las de France Télécom y de Air France.

Pero, de nuevo, su paso por el Gobierno fue breve. Acusado falsamente de estar implicado en un caso de financiación de partidos a través de empleos ficticios, dimitió inmediatamente en noviembre de 1999. Dos años más tarde fue exonerado plenamente por la justicia.

Tras la derrota socialista de 2002 y la retirada política de Jospin, DSK vio llegado su momento de aspirar a todo dentro del Partido Socialista francés (PS). Tenía la experiencia, el peso suficiente dentro del aparato y -así parecía- ningún contrincante que a priori le cerrara el paso, a menos que Jospin decidiera salir de su retiro e intentarlo de nuevo. En los mentideros políticos se le atribuía la condición de elefante, una etiqueta para designar a los dirigentes que podían marcar territorio propio.

Lo que sigue es una historia conocida. El PS había establecido que el candidato del partido a la presidencia francesa se decidiría en unas primarias. El PS acababa de pasar el trauma de la división interna que provocó el referéndum del Tratado Constitucional Europeo, y, en medio de esas aguas inquietas, una candidata, Ségolène Royal, compañera del primer secretario, François Hollande, se lanzaba al ruedo y conseguía electrizar a las bases del partido. Finalmente, la candidatura se la disputaron DSK, Royal y el ex primer ministro Laurent Fabius. Los dos elefantes salieron escaldados; Royal se hizo con más del 60% de los votos.

Durante la campaña electoral, la pasada primavera, la figura de DSK todavía mantuvo un alto valor político. Royal insinuó más de una vez que sería su primer ministro, e incluso el centrista François Bayrou le tiró los tejos. La victoria de Nicolas Sarkozy dejó al PS en estado catatónico y a sus cuadros dispuestos a pasar cuentas. El nuevo inquilino del Elíseo no perdió el tiempo y empezó a subir a su barco a las mejores piezas de la izquierda; desde Bernard Kouchner hasta Jack Lang, Hubert Védrine o Michel Rocard. Y cuando el primer ministro luxemburgués Jean Pierre Juncker sugirió que Strauss-Kahn podría ser un buen candidato para el FMI, Sarkozy no se lo pensó dos veces y lo propuso oficialmente dándole todo el apoyo del Estado. Una operación redonda. Un éxito diplomático y un contrincante menos para las presidenciales francesas de 2012.

SCIAMMARELLA

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