Reportaje:Atletismo | Campeonatos del Mundo

Duelos entrelazados

Varios enfrentamientos cara a cara o contra los grandes récords del pasado marcarán la cita de Osaka

Tal día como hoy hace 16 años, el 25 de agosto de 1991, Leroy Burrell batió su récord mundial de los 100 metros por dos centésimas, 9,88s, un tiempo que, sin embargo, ni le valió para ganar la final de los Campeonatos del Mundo ni para conservar la plusmarca. Ambos honores se los robó su amigo, compañero de club y maestro admirado Carl Lewis, victorioso con 9,84s, en lo que se conoce como la paradoja de Tokio, uno de los momentos estelares en la historia del atletismo mundial. Algo así como la observación de un cometa, un fenómeno que sólo se da en contadas ocasiones y que, al parecer, ...

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Tal día como hoy hace 16 años, el 25 de agosto de 1991, Leroy Burrell batió su récord mundial de los 100 metros por dos centésimas, 9,88s, un tiempo que, sin embargo, ni le valió para ganar la final de los Campeonatos del Mundo ni para conservar la plusmarca. Ambos honores se los robó su amigo, compañero de club y maestro admirado Carl Lewis, victorioso con 9,84s, en lo que se conoce como la paradoja de Tokio, uno de los momentos estelares en la historia del atletismo mundial. Algo así como la observación de un cometa, un fenómeno que sólo se da en contadas ocasiones y que, al parecer, podría reproducirse mañana en Osaka, no muy lejos de Tokio, un par de horas en el tren bala, la misma temperatura abrasadora, la misma humedad asfixiante, la misma atmósfera eléctrica al atardecer y el duelo más esperado de la undécima edición de una competición que comenzó a disputarse de manera cuatrienal en 1983 y que pasó a bienal en 1993 y en la que, como cerezas en un cesto, los duelos, los protagonistas, los retos..., se entrelazan de forma magnífica y contradictoria. Una paradoja dentro de otra paradoja, la del deporte de alto nivel, en el que los que destacan son sospechosos y mediocres los que no lo hacen. Dentro del atletismo, necesitado de estrellas que vayan más allá de sus límites y de lo que se considera humano, excepto Asafa Powell y Mo Greene, todos los que han bajado de 9,80s han dado positivo en algún control antidopaje: Ben Johnson, Tim Montgomery, Justin Gatlin.

La croata Vlasic quizá tenga adversarias en el salto de altura. La rusa Isinbayeva sólo tiene detrás de su pértiga el vacío
El norteamericano Webb, en los 1.500 metros, y el australiano Mottram, en los 5.000, desafían a los africanos
Si no consiguiera vencer en el hectómetro, a Gay le quedaría otra oportunidad en los 200 metros
Powell y Gay contendieron cinco veces en 2006 en los 100 metros. Siempre se impuso Powell. En 2007 se han rehuido
El 24 de junio los corrió en 19,62s, tan sólo 30 centésimas más que el legendario récord de Michael Johnson
El jamaicano es el plusmarquista, con 9,77s, pero el estadounidense tiene el mejor registro del año: 9,84s
El mítico Johnson tiene otro rival en los 400 metros: Wariner, el único que ha bajado de los 44s desde su retirada
Gay ha pronosticado que en una pista tan rápida como la japonesa el ganador bajará con toda seguridad de los 9,80s
El etíope Bekele perdió su trono del cross ante el eritreo Tadesse. Ahora vuelve a tener en contra el calor y la humedad
Paquillo Fernández, en marcha, y Mario Pestano, en disco, las dos bazas más sólidas del equipo español
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- Powell contra Gay. Con la paradoja de Osaka podría resolverse el primer duelo, el más esperado, el que enfrentará hoy (la primera serie, de madrugada; los cuartos, al mediodía) y mañana (semifinales, al mediodía; final, a las 15.20) a Asafa Powell, jamaicano, 24 años y nueve meses, recordman mundial de los 100 metros en tres ocasiones (tres carreras en 9,77s desde junio de 2005), con Tyson Gay, norteamericano, 25 años y dos semanas, campeón de Estados Unidos con 9,84s -mejor marca del año- y que el 2 de junio corrió en 9,76s con viento favorable ilegal de 2,2 metros por segundo. Ninguno de los dos, las caras nuevas del sprint, ha conseguido siquiera una medalla mundial u olímpica. En juego, el cetro que corona al hombre más rápido, al atleta más admirado. En 2006 se enfrentaron cinco veces: en las cinco se impuso Powell. En 2007 sus pasos no se han cruzado, pero ambos han ganado cuantas carreras han disputado. Ventaja inicial para Gay, que parte con la mejor marca del año debido a que necesitó alcanzar un primer pico de forma en junio para sus campeonatos nacionales. Powell, que no necesita dar el máximo para ganar en los suyos, estuvo además lesionado en mayo. Esas disculpas han funcionado hasta el momento para justificar la ausencia de enfrentamientos directos este año, lo que más parece responder al cálculo económico de sus representantes.

El tercero en discordia es Derrin Atkins, de 23 años, jamaicano de origen -es primo lejano de Powell, con quien no se habla- y nacionalizado en Bahamas. Otros dos atletas han bajado de los 10s este año. Uno es Walter Dix (9,96s), la sensación de la temporada universitaria estadounidense, que ha renunciado a Osaka para centrarse en sus estudios; el otro, el sorprendente qatarí de origen nigeriano Samuel Francis, un veinteañero que llegó a Ammán a los campeonatos asiáticos con un registro de 10,42s y fue capaz de correr en 9,99s. Una proeza que no ha repetido.

A pesar de que le duele una rodilla, Gay ha pronosticado que, gracias al calor y a las propiedades mágicas de la pista de Osaka, que hace sentirse a los velocistas sobre el tapiz rodante de un pasillo de aeropuerto, el ganador, o sea él, bajará de los 9,80s, con lo que nadie duda de que el récord está en peligro. Si pierde, Powell tendría el derecho a sentirse tan deprimido como el desposeído Burrell en 1991, cuando se creyó paralizado al ver cómo le adelantaba Lewis en los últimos diez metros. Si pierde, Gay aún tendrá otra oportunidad para dejar su huella en Osaka y en la historia del atletismo.

- Gay contra Johnson. Hasta hace nada, Gay, de carrera elegante y fluida en la curva que le permitía contrarrestar su lenta puesta en acción, era más que nada un corredor de 200 metros. El pasar a la aristocracia de los 100 -gracias, entre otras razones, a su trabajo con el eléctrico Jon Drummond, el de la aparatosa salida nula a medias con Powell en los cuartos de París 2003- no le ha impedido, de todas maneras, conservar su primacía en el doble hectómetro, la prueba más electrizante el verano pasado con media docena de atletas por debajo de los 20s. Y Gay, por delante de ellos. Gay, que este año ha bajado tres veces de los 20s; que el 24 de junio los corrió en 19,62s, la segunda marca de la historia, a sólo tres décimas de la que hasta hace meses se consideraba un imposible, los 19,32s que el también estadounidense Michael Johnson estableció como récord en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, y que ahora ya se antoja accesible.

Al menos, para Gay, que cuenta a su favor, una vez más, con la rapidez de la pista de Osaka, velocidad incrementada en los 200 por el amplio radio de las curvas, y con la presión, el aliento en la nuca de los dos que, en teoría, pelearán por la segunda plaza: los jovenzuelos Wallace Spearmon, norteamericano de 22 años y 19,65s en 2006 (19,82s en 2007), y Usain Bolt, jamaicano de 21 y 19,75s hace dos meses. En contra de las posibilidades de Gay contra Johnson, el degaste de correr cuatro 100 entre el sábado y el domingo, a los que deberá sumar cuatro 200 de martes a jueves. Serán los trabajos de Hércules del de Kansas, cuyo entrenador saldrá de la cárcel un día de éstos. Trabajos inferiores de todas maneras, y en cantidad y calidad, a los que acometió tantas veces Johnson, el hombre intocable de los 200 y los 400 en el decenio de los noventa del siglo pasado; el peso de cuya herencia, tan inmensa, constituye el desafío de dos de los mejores atletas del momento.

- Wariner contra Johnson. Un blanco en un deporte de negros. La velocidad. El estadounidense Jeremy Wariner heredó de Johnson el entrenador, el viejo Clyde Hart, y los consejos. Con ellos, la carga de la necesidad. Johnson, de mayor, se ha hecho mánager y su principal cliente es Wariner, el único capaz de bajar de 44s en los 400 meros desde que se retiró el expreso de Waco. Lo ha hecho cinco veces el tejano, que se reveló en los Juegos de Atenas 2004. La última, hace poco más de dos semanas, el 7 de agosto, en Estocolmo: 43,50s, a 32 centésimas del récord de Johnson en la final mundial de Sevilla 99; la tercera de todos los tiempos, tras Johnson y Butch Reynolds y empatado con Quincy Watts. Todo lo cual le ha llevado a asumir con cierta naturalidad la responsabilidad de superarlo. Y, pese a la ausencia de corredores que le aprieten -el que más se le ha acercado este año es el veterano Angelo Taylor, especialista en vallas que ha regresado a la élite-, que es lo que le sucedía a Johnson, habituado a correr contra su sombra en la última línea recta, Wariner no descarta que la pista de Osaka sea el escenario de la hazaña. Ya a principios de mayo, cuando fue capaz de correr en 44 pelados (44,02s), declaró que era la más rápida en la que había corrido nunca y que en agosto a ver lo que pasaba.

- Webb y Mottram contra África. Es matemático, aunque los inventores de Osaka se empeñan en negarlo: pista rápida para los velocistas equivale a pista tortura para los fondistas, que acaban con los pies ensangrentados y las zapatillas de clavos en las manos nada más cruzar la meta. Éste, sin embargo, no será quizás el principal problema al que se enfrenten los africanos, dominadores de las pruebas de más de una vuelta desde los ochenta -los últimos blancos ganadores en los 1.500 metros y los 5.000 fueron Fermín Cacho y Baumann en Barcelona 92 y en los 10.000 Cova en Los Ángeles 84-. Dos caucasianos, el norteamericano Alan Webb, en los 1.500, y el cabezota australiano Craig Mottram, en la prueba de los 5.000, se han empeñado en demostrar que 2007 será un año para recordar. Lo será si su victoria se produce; un triunfo también de la voluntad contra el talento natural; de la capacidad del buen entrenamiento, científico, para competir contra los genes.

Ambos, Webb, de 24 años, designado heredero del gran Jim Ryun cuando batió su récord escolar de la milla, y Mottram, un gigante rubicundo que cambió el triatlón por el atletismo, son una muestra del carácter genialoide, individualista y disperso de los atletas blancos de fondo. Webb, al que le gusta entrenarse en Europa -pasa largas temporadas del año en Francia e Italia y hasta hace pocos pasó una semana en Valladolid-, ha sido capaz de correr los 800 metros, con una frecuencia de piernas que recordaba al molinillo de Armstrong en el Tourmalet, en 1m 43,84s, segunda marca del año, y posee la mejor del año tanto en los 1.500 metros (3m 30,54s) como en la milla (3m 46,91s). Pese a ello, nunca ha brillado especialmente en la gran competición, en las carreras en las que las liebres no enfilan a todos los participantes, las carreras en las que los codos y la lucha por la posición son más importantes que las piernas, debido sobre todo a su anarquía táctica. Mottram, de gran final, es más académico en su correr y ha aprendido a soportar los vaivenes tácticos del 5.000, una prueba en la que el ritmo y sus cambios, aceleraciones, parones, en las competiciones se deriva de la rivalidad entre etíopes y kenianos. Las víctimas de los extravagantes blancos serían ilustres: el keniano ahora norteamericano Bernard Lagat, por partida doble, ya que piensa doblar el 1.500 y el 5.000. También sufrirían el francés de origen marroquí Mehdi Baala, en los 1.500, y el hermanísimo de Kenenisa Bekele, Tariku, en los 5.000.

- Tadesse contra Bekele; Defer contra Dibaba. En Mombassa (Kenia), en marzo, en los Mundiales de cross, el calor y la humedad del océano Índico acabaron con las posibilidades del invicto etíope Kenenisa Bekele más aún que la fuerza, tenacidad y perseverancia de su verdugo, su vecino eritreo Zersenay Tadesse, que vive en Madrid y se entrena en el estadio Vallehermoso. A nadie se le escapa que este factor puede volver a ser determinante el lunes en los 10.000 metros de Osaka, que se correrán en el ambiente del mushi atsui, el calor húmedo con que el Pacífico adorna Japón en agosto. La extenuación, el mareo, producidos por las altas temperaturas y por la falta de poder frigorífico del sudor en ambientes húmedos, será la única forma en que la naturaleza pueda evitar que Bekele concluya de forma imparable los últimos 100 metros en 12,9s como en París 2003, como en Helsinki 2005. De la misma manera, sólo su compatriota y rival irreconciliable Meserat Defer, plusmarquista mundial de los 5.000 este verano en Oslo, puede evitar que Tirunesh Dibaba pueda llevarse de nuevo a Etiopía el doblete 5.000-10.000 que ya conquistó hace dos años en la capital finlandesa. Será el duelo del morbo en la carrera en la que no estará Marta Domínguez, la brava palentina aquejada de tendinitis y de precauciones, la única blanca que no se asustaba entre las africanas en la última vuelta.

- Vlasic e Isinbayeva contra la gravedad. La gigantesca croata Blanca Vlasic ha saltado este verano 2,03; 2,04; 2,05; 2,06, y 2,07 metros. Le faltan dos centímetros para los 2,09, para uno de los récords mundiales más antiguos que resisten, el establecido en altura por la búlgara de otros tiempos Stefka Kostadinova en Roma 87. Es el vuelo contra la gravedad que le falta a la joven de Split. Detrás de ella, un sólido grupo de mujeres que han andado por los 2,03 metros, como la pulga italiana Di Martino, o por los 2,02, como la sueca Berquist, la campeona olímpica rusa Slesarenko y la española Ruth Beitia, quien año a año supera sus límites. Detrás de Elena Isinbayeva, en cambio, el vacío. La pertiguista rusa batió el récord mundial en los últimos campeonatos: 5,01 metros en Helsinki 2005, bajo el viento y la llovizna. Una marca a la que no ha vuelto a acercarse, principalmente por su cambio de residencia -de la gris Volgogrado a la luminosa Mónaco-, de técnica y de entrenador, pero que seguramente volverá a superar, aunque no tenga a nadie que la empuje, más allá de su deseo.

- Y los españoles, ¿qué? Los españoles, exóticos. Exceptuando la tradición del 1.500, que se sigue respetando -al menos, en cantidad de atletas de gran nivel, aunque ninguno excepcional como en su momento lo fueron Abascal, González, Cacho y Estévez-, y exceptuando al rey de la regularidad llamado Paquillo Fernández, más seguro que el coche de línea, podio firme los últimos años, las esperanzas en los Mundiales hay que buscarlas en lugares más insólitos, como el lanzamiento de disco, por ejemplo, o el salto de altura femenino. En vez de Manolo Martínez y su bola de peso, Mario Pestano y su disco; en vez de Yago Lamela o Joan Lino Martínez y su foso de arena, Ruth Beitia y su listón. En vez de Marta Domínguez, nadie. 68,26 metros, una marca de alto nivel para el discóbolo canario, al que sólo los bálticos Virgilius Alejna, lituano, y Gerd Kanter, estonio, dos armarios que regularmente cruzan el puente de los 70 metros. 2,02 metros, otro récord de España de alto nivel, sólo superado por Vlasic y Di Martino este año. Los sabios de la revista Track and Field sólo apuestan por dos para un puesto en el podio: por Fernández y Pestano.

Asafa Powell, a la derecha, bate a Tyson Gay en Zúrich en 2006.ASSOCIATED PRESS

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