HUMORISTAS

Mi noche hispalense

Yo estaba subido en un corcel, vestido de jerezano, intentando decir con acento andaluz el siguiente texto: "En Sevilla todo se transforma. Ven a descubrir su duende". Era el puente de mayo y estaba grabando un anuncio para la oficina de turismo de la Junta de Andalucía. El porqué lo estaba haciendo yo y no uno de los hermanos Cadaval, es porque yo pedí menos dinero que ellos, exactamente una tercera parte.

-Hay que hacerla una vez más, Joaquín.

-Oye, lo del acento andaluz no lo termino de ver, es que yo soy de Albacete y no sé.

-No, no, tu estás bien, hay que repetir por ...

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Yo estaba subido en un corcel, vestido de jerezano, intentando decir con acento andaluz el siguiente texto: "En Sevilla todo se transforma. Ven a descubrir su duende". Era el puente de mayo y estaba grabando un anuncio para la oficina de turismo de la Junta de Andalucía. El porqué lo estaba haciendo yo y no uno de los hermanos Cadaval, es porque yo pedí menos dinero que ellos, exactamente una tercera parte.

-Hay que hacerla una vez más, Joaquín.

-Oye, lo del acento andaluz no lo termino de ver, es que yo soy de Albacete y no sé.

-No, no, tu estás bien, hay que repetir por el caballo.

La hicimos 25 veces y en todas ellas el maldito animal pisó mi frase con un relincho, con lo que la cosa quedó en que tendríamos que doblarlo, al caballo y a mí también, claro. Total, que el día fue duro, pero es que para la noche me tenían preparado una cena y una fiesta en una exclusiva discoteca sevillana.

-¿Y tengo que ir a las dos cosas, Vicentico?

-Sí; si no, no nos pagan.

-Vale.

A veces a mi mente viene la imagen de un mono vestido de botones, encadenado a una pianola. A lo que voy, la cena estuvo bastante bien, aunque nunca había sonreído tanto, ni había dicho tantas veces que sí a cualquier cosa que me dijeran, pero es que estaba rodeado de concejales y todo se pega. Pero la fiesta... eso fue otra cosa, y lo digo en plan bien. La discoteca estaba decorada como si fuera un cortijo y estaba llena de famosos, que si bien yo no podía identificar, sí los había visto en fotos, televisión y eso. ¿Sabéis esa sensación de que todo el mundo te mira? Pues eso es lo que pasaba, pero no me miraban a mí, sino a alguien que estaba apoyado en la barra. Bailaba moviendo un dedo y charlaba animosamente con gente que le rodeaba y probablemente también adulaba. Tenía luz, y ese brillo en lo ojos del que es especial. Era Kiko, Kiko Rivera. Yo tampoco podía dejar de mirarle. En un momento dado reparó en mí y me hizo señales para que me acercara. De lejos es guay, pero de cerca es la leche.

-¿Tú eres el cómico de la tele?

-Sí.

-Me caes superbién, ¿qué estás tomando?

Efectivamente, le debía caer superbién, porque ya no se separó de mí en toda la noche.

-Sabes, Joaquín, estoy un poco harto de todo lo que me rodea, tengo muchos proyectos. Quiero sacar mi propio perfume y mi línea de ropa, ¿qué te parece esta camiseta?

Kiko se abrió la camisa y me dejó ver una camiseta blanca con una leyenda negra que rezaba: "Gracias, Dios mío, por haber nacido en Triana".

-Me parece muy chula, Kiko.

-La he diseñado yo, ¿qué me has dicho que tomabas?

También me contó que estaba buscando a su verdadero yo y que no descartaba viajar a África, al continente marrón según dijo él. En un momento dado un periodista se acercó y le dijo que mañana a las 14.30 tenían lo de las fotos con su nueva novia por la calle, y Kiko le dijo que se acordaba, pero que no sabía si se iba a levantar tan pronto. Y eran exactamente las 14.35 del día siguiente cuando recibí este mensaje en el móvil: "Q fuert, hn detenido a mi madre sta noche, stás n Sevilla tdvía?" Yo apagué el móvil y seguí durmiendo.

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