HUMORISTAS

Poner la oreja

No sé hablar inglés, aunque la gente cree que sí. En el trabajo es habitual que alguien ponga un vídeo en ese idioma para que todos lo veamos y opinemos. En esos momentos me quedo como un gato de escayola y me río sólo cuando todos se ríen. Sin embargo, hablo francés con la soltura con la que hablo castellano -si queréis saber a qué soltura me refiero, sólo os diré que el otro día en una conversación telefónica dije: "En ese programa lo desvirtualizan todo"-, pero vamos, que soy bilingüe.

En otro orden de cosas, también soy capaz de reproducir diálogos enteros de El ...

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No sé hablar inglés, aunque la gente cree que sí. En el trabajo es habitual que alguien ponga un vídeo en ese idioma para que todos lo veamos y opinemos. En esos momentos me quedo como un gato de escayola y me río sólo cuando todos se ríen. Sin embargo, hablo francés con la soltura con la que hablo castellano -si queréis saber a qué soltura me refiero, sólo os diré que el otro día en una conversación telefónica dije: "En ese programa lo desvirtualizan todo"-, pero vamos, que soy bilingüe.

En otro orden de cosas, también soy capaz de reproducir diálogos enteros de El Imperio contraataca, me gusta llamar a los telefonillos y salir corriendo y, sobre todo, me encanta poner la oreja. Precisamente así me enteré de que los reyes eran los padres o que Bruce Willis estaba muerto en El sexto sentido antes de ver la película, por poneros dos ejemplos. Y bueno, de poner la oreja y un poco también de hablar francés va esta columna que terminará con un ránking de las políticas europeas más atractivas, pero para eso faltan todavía 429 palabras exactamente.

Hace unos meses, estaba en Barajas dispuesto a meterme en un avión para elevarme del suelo cuando empecé a interesarme por una conversación que tenían un chico y una chica franceses. Ella le decía que estaba harta de que no se comprometiera y él le soltaba todo tipo de patrañas que, por cierto, me eran familiares en la mayoría.

No os he dicho que, siendo un adolescente, a mis padres les pareció buena idea que participara en un intercambio con alumnos de un instituto de Sant Etienne. Lo hice un año, al siguiente decidieron ahorrarse el dinero, pero llegué a hacer amistad con un chico llamado Sylvan, era alto y de pelo rizado. Bien, pues el chico que se disculpaba torpemente con su novia en el aeropuerto era el mismísimo Sylvan dieciocho años después, igual de alto pero con menos pelo. ¡Qué casualidad! Le saludé y se acordaba de mí como yo de él.

-Yo trabajo en la tele.

-Yo estoy en el departamento de prensa...

-Trabaja con mi madre, porque yo lo coloqué.

-¡Qué cosas dices, cariño!

¡Atiza! La novia de Sylvan era Clemence, la hija de Ségolène Royal. Repito, ¡era la hija de Ségolène Royal!

Si insistieron mucho o poco no lo sé, pero días después estaba en París viviendo codo con codo con Sylvan un mitin de la candidata socialista. Me dijo que era un jefecillo pero la verdad es que desde que llegué sólo le vi comerse marrones. ¡Qué emocionante era estar dentro de esa vorágine! Ver a la gran Ségoléne Royal estrechando manos, prometiendo esto y aquello, comportándose como una madre comprensiva y sexy.

Desde luego tenía a Francia en el bolsillo. Pero lo que más me llamó la atención era ver la complicidad que tenía con su compañero sentimental, François Hollande. Todo se lo consultaba con la mirada, eran un equipo. En un momento de descanso vi cómo se iban los dos a una habitación y ahí que me fui a poner la oreja. Sobre lo que oí a través de la puerta, aquí va un extracto.

-Nunca haces lo que te digo.

-Si te crees tan listo ¿por que no te subes tú?

-No es eso...

-¿No es eso? Te voy a decir lo que sí es: no soportas que tenga carisma, no soportas que la gente me adore, nunca cierras los champús y nunca subes la tapa del water.

En fin, aquí va mi ránking de las políticas más atractivas de Europa: Ségolène Royal, Esperanza Aguirre y Ángela Merkel, por ese orden.

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