Reportaje:

Ritual y delirio en el regreso de Sanz

8.000 fans llenan el Multiusos del Sar en Santiago para presenciar el arranque de la gira 'El tren de los momentos'

Eran las nueve de la mañana del sábado cuando los más duros de entre los duros fans de Alejandro Sanz clavaban sombrilla a las puertas del pabellón Multiusos del Sar, en Santiago de Compostela. El cantante iniciaba allí la gira El tren de los momentos y los más adeptos se disponían a conquistar lugar en primera fila, lo más próximo a la valla. 13 horas después, el autor de Corazón partío saltaba al escenario entre el delirio y el sudor de las casi ocho mil personas que llenaban el recinto. Una de las escasas noches de verdadero calor del verano gallego recibió las más de dos hora...

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Eran las nueve de la mañana del sábado cuando los más duros de entre los duros fans de Alejandro Sanz clavaban sombrilla a las puertas del pabellón Multiusos del Sar, en Santiago de Compostela. El cantante iniciaba allí la gira El tren de los momentos y los más adeptos se disponían a conquistar lugar en primera fila, lo más próximo a la valla. 13 horas después, el autor de Corazón partío saltaba al escenario entre el delirio y el sudor de las casi ocho mil personas que llenaban el recinto. Una de las escasas noches de verdadero calor del verano gallego recibió las más de dos horas de concierto de Alejandro Sanz, que reaparecía por primera vez desde el inesperado parón de su tour latinoamericano en mayo, oficialmente "a causa del estrés".

La expectación por el dúo con Shakira no colmó las esperanzas del numeroso público

Lo cierto es que Sanz jugaba sobre terreno controlado. El público, peculiar mezcla sobre todo de familias con niños pequeños, adolescentes y treintañeros, coreaba su nombre una hora antes de que la banda arrancase la actuación con El tren de los momentos, completamente entregada a una versión blanquecina y profesionalizada del funk afroamericano. El estruendo de los aplausos en el momento que la figura de Sanz asomó sobre el proscenio indicaba que resultaría complicado que algo no saliese según lo planeado por el departamento de producción del madrileño.

Uno de los últimos fenómenos de masas a la vieja usanza de la escena pop española, desmayos de espectadoras incluido, domina perfectamente el ritmo de los bolos. Baladas y medios tiempos en alternancia con las secciones rítmicamente animadas de su repertorio, la voz siempre en destaque sobre la instrumentación, la propuesta en directo del séptimo disco de Sanz, El tren de los momentos, no se aparta un milímetro de los estándares que garantizan el éxito. Los numerosos y repetidos saludos a la ciudad anfitriona no son más que otro síntoma de su pericia en el asunto escénico.

Y todo ello a pesar de que, como declaraba tres días antes en rueda de prensa, cada grabación cambia su sentido "de entender la música". Las continuas reivindicaciones de Paco de Lucía, Jimi Hendrix, Leonard Cohen o del compositor clásico ruso Rachmaninov, no consiguen alejar -seguramente tampoco lo pretende-, a Sanz de su posición estética, una revisión más o menos contemporánea de la canción melódica. El aserto lo confirma cierta crítica, que lo considera el heredero directo de Julio Iglesias. Por eso el enjambre humano que celebó el sábado en Santiago de Compostela cada uno de sus temas, verso a verso, resulta tan amplio y ruidoso como poco exigente.

Su espectacular entrada en concierto, con puntualidad profesional y un epatante juego de luces y sonido -250.000 vatios de luz y 120.000 de sonido, presume la organización del evento, en un armazón de 15 metros de altura-, desató una intensidad de gritos al borde de la histeria difícilmente asimilables a estilos musicales menos conservadores. El diseño de luces del espectáculo, obra de Luis Pastor y del que Alejandro Sanz se ha jactado en cada encuentro con periodistas, se complementó con el trabajo de los flashes que salían desde los teléfonos móviles del respetable.

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El aspecto ritual de un concierto de Alejandro Sanz incluye, y así ocurrió en la capital gallega, la presentación de los 14 intachables músicos, exhibición de virtuosismo mediante, la catarsis irrefrenable cuando suenan los grandes éxitos -las interpretaciones de Corazón partío, La fuerza del corazón o No es lo mismo, al alimón con ocho mil gargantas rozaron la locura-, o la anunciada presencia de un colaborador, en este caso la cantante colombiana Shakira, ya en el segundo y último bis.

La expectación levantada por el dúo, sin embargo, no colmó las esperanzas del numeroso público que acudía también, o mayormente, al reclamo de la de Barranquilla. No fue hasta la segunda reaparición de Sanz sobre las tablas, para cantar Te lo agradezco pero no, que se personó la que ahora hace de musa para su paisano Gabriel García Márquez. Eso si, la reacción de los espectadores estremeció los cimientos del recinto y su mejorable calidad acústica.

A esa altura, dos horas y cuarto más tarde, la temperatura ambiente había convertido el denominado Multiusos del Sar en un horno. La abundancia de abanicos, un objeto extraño en esta geografía, apenas evitaba la sensación de sudor colectivo y comunión física. Los ritmos negroides de la orquesta de Sanz, que a veces se arrima a la vocalización del rap, quizás influido por su relación con La Mala Rodríguez, con un trío de coristas y sección de viento metal, contribuyeron sin dudad al impresionante e inusual acaloramiento, tres años después de que la maquinaria arrancase igualmente en Galicia, en la ciudad de A Coruña, los conciertos de No es lo mismo.

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