Reportaje:TOUR 2007

El chico de la gorra roja

Maniático, altivo y perfeccionista, Evans, con fama de chuparruedas, afronta la crono convencido de que ganará el Tour a Contador

La noche que Cadel Evans, gorra roja en la cabeza, llegó al Mapei, en noviembre de 2002, el equipo estaba concentrado en Mallorca. "Soy Cadel Evans, soy australiano y voy a ganar muchas carreras para vosotros porque soy muy bueno", soltó cuando le invitaron a presentarse a sus nuevos compañeros. A la mañana siguiente se peleó con los mecánicos del equipo, que preparaban las bicicletas para el entrenamiento. Evans reclamaba atenciones especiales. "Espera cinco minutos", le pidieron.

El australiano se enfadó tanto que lanzó las zapatillas contra el cristal del autocar. "Le costó caro", re...

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La noche que Cadel Evans, gorra roja en la cabeza, llegó al Mapei, en noviembre de 2002, el equipo estaba concentrado en Mallorca. "Soy Cadel Evans, soy australiano y voy a ganar muchas carreras para vosotros porque soy muy bueno", soltó cuando le invitaron a presentarse a sus nuevos compañeros. A la mañana siguiente se peleó con los mecánicos del equipo, que preparaban las bicicletas para el entrenamiento. Evans reclamaba atenciones especiales. "Espera cinco minutos", le pidieron.

El australiano se enfadó tanto que lanzó las zapatillas contra el cristal del autocar. "Le costó caro", recuerda Matxin, hoy director del Saunier Duval y entonces responsable del equipo amateur del conjunto italiano. Paolo Bettini, que lo vio todo, le apretó los conos de la rueda trasera. Mover aquello era imposible, pero no abrió la boca y nadie volvió a acordarse de la broma hasta que, terminado el entrenamiento, le vieron llegar el último, congestionado tras 150 kilómetros de inhumano esfuerzo. Durante el año, sus compañeros le machacaron a bromas. Orgulloso, nunca se quejó, pero al año siguiente fichó por el T-Mobile, donde estuvo dos años.

Desde entonces, corre en el Predictor-Lotto, equipo belga con el que opta a ganar hoy el Tour de 2007. Necesita superar a Alberto Contador en la crono de hoy. El ciclista de Pinto le saca 1m 50s al australiano de Katherine porque ayer, estilo garrapata, semioculto en el pelotón, le robó tres segundos. "Es un chuparruedas, ¿alguien le ha visto atacar en este Tour?", le criticaba un rival.

"Es difícil, pero no imposible. Esta oportunidad se da una vez en la vida, ya veremos. Todo dependerá de los primeros kilómetros", asegura Evans, que sólo pide una cosa: "Sólo espero que haya viento". Lo habrá, de culo, durante todo el trayecto. "Es capaz de ganar a Contador, pero ya veremos", dijo lacónico Hendrik Redant. Según el director técnico del Predictor, su corredor "ha trabajado mucho". "Obsesivamente", asegura Aldo Sassi, su entrenador desde que coincidieron en el Mapei: "Quien consigue mantener una potencia de 430 vatios constante en una hora es porque se esfuerza... Son seis años de trabajo", confía el preparador italiano, que confecciona los protocolos de entrenamientos de Evans, que le acompaña en las pruebas biomecánicas, que le ha enseñado a usar el SRM y que le ha ayudado a modificar su posición en la bicicleta hasta dar con la mejor y la más aerodinámica. "Eso es lo más importante", reconoce Evans. "Si no estás cómodo no puedes dar pedales".

"A Cadel le costó mucho menos que a mí adaptarse a la carretera", explica Dario Cioni, uno de sus pocos amigos en el pelotón, compañero de equipo en este Tour, que le conoce desde que corrían los dos en mountain bike. Evans, de 30 años -seis más que Contador-, participó en esa especialidad en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 -fue séptimo- y de Atenas en 2004, donde acabó noveno.

Pese a que tiene fama de engreído y solitario, Cioni le señala como un tipo tranquilo: "Es un buen líder. No hay día que al terminar la etapa no nos felicite uno a uno y nos agradezca el esfuerzo". Pero es supersticioso, casi maniático. "Fuera de carrera siempre lleva puesta la gorra roja; dice que le da suerte", cuenta Cioni. Evans ha prohibido a sus compañeros que le señalen como ganador. "Está en un gran momento de forma, en lo físico y en lo anímico. Ya veremos", señala su compañero Chris Horner.

Amante de la buena comida -"si vas por Australia, pasa por el restaurante Seari, en el aeropuerto de Barwon Head", recomienda en su página en Internet-, Evans vive durante la temporada en Suiza, en Lugmore, cerca de la frontera italiana. Evans odia a los fumadores, a la gente negativa, y tiene por libros de cabecera los tebeos de Tintín y Las uvas de la ira, de Steinbeck. Además, es un apasionado de los coches -conduce un Mustang de colección- y le gusta pasear con su perro escuchando música de REM o de U2. La utilizará hoy para calentar en el rodillo. A las 16.17, el chico de la gorra roja empezará a dar pedales. Tres minutos antes que Contador. El Tour está en juego.

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