Análisis:A LA PARRILLA

Alegre funeral por Diana

Los hijos de Diana de Gales montaron el domingo un insólito funeral de recuerdo a su madre: un concierto en Wimbledon (Canal +). Había signos de todo tipo. Concierto popular, pero todo el público con silla, comodidad que cayó en el desuso a medida que avanzaba la fiesta. Mezcla de músicas, algunas verdaderamente incompatibles. Presentadores como Dennis Hopper, inesperadamente emperifollados. Dos príncipes en el escenario, y su papá y su abuela, en casa. Duran Duran cantando un tema sobre chicos salvajes y dedicándolo a la citada pareja de altezas. Había músicos de la quinta de Diana, y otros, ...

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Los hijos de Diana de Gales montaron el domingo un insólito funeral de recuerdo a su madre: un concierto en Wimbledon (Canal +). Había signos de todo tipo. Concierto popular, pero todo el público con silla, comodidad que cayó en el desuso a medida que avanzaba la fiesta. Mezcla de músicas, algunas verdaderamente incompatibles. Presentadores como Dennis Hopper, inesperadamente emperifollados. Dos príncipes en el escenario, y su papá y su abuela, en casa. Duran Duran cantando un tema sobre chicos salvajes y dedicándolo a la citada pareja de altezas. Había músicos de la quinta de Diana, y otros, como el joven y potente James Morrison, veinteañeros que difícilmente estarían en la discoteca de la princesa. Música en directo y otra pregrabada. Artistas solos con su guitarra y otros con coro kitsch de bailarinas.

Wimbledon estaba espléndido. Y al realizador ya lo pueden fichar los del concierto Live Earth, que el próximo sábado se celebra en el mismo estadio. Un artista del primer plano y del plano de detalle que no se marea, ni nos mareó, con todo lo que podía enseñar. Con una minuciosa atención a lo que sucedía en el escenario dosificaba con prudencia los contraplanos del público. Falló, eso sí, una inexistente infografía. No nos decían ni tan siquiera quién actuaba y con qué tema. Hubo suerte en Canal +, Àngels Barceló y Diego Manrique nos explicaban lo que no sabíamos.

El concierto resultó muy británico en el mejor sentido de la palabra. El del domingo fue un funeral sin lloriqueos, una misa sin Dios. Únicamente sobraron las necrológicas televisivas en los descansos sobre lo bondadosa y simpática que era la princesa. Chocaban con el aroma que le dieron los príncipes, una fiesta con los amigos, y con el ánimo wilderiano de que los supervivientes no cultiven un inútil dolor. Sus hijos recordaron a Diana pero no abusaron de su condición de ilustrísimos huérfanos. Fue una feliz concelebración.

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