Reportaje:Elecciones 27M

El hombre que se refugió en los números

Simancas dedicó la noche a analizar cifras para no pensar

A Rafael Simancas, hijo de un soldador y un ama de casa, le sorprendió mucho ayer ver su cara desencajada en los periódicos. Los labios comprimidos. No se dio cuenta, dice. No se reconoce en ese gesto descompuesto, inevitable, mientras desgranaba la radiografía de una derrota que ya intuía, aunque no sospechase su alcance. Sus colaboradores, sus amigos, sí se acuerdan del coro de lágrimas que se desbordó bajo el estrado al ver a Simancas, criado en el empedrado de un barrio "casi marginal" de Leganés, hundiendo, hundido, la cabeza en sus papeles.

Estaba concentrado en pedir disculpas: "...

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A Rafael Simancas, hijo de un soldador y un ama de casa, le sorprendió mucho ayer ver su cara desencajada en los periódicos. Los labios comprimidos. No se dio cuenta, dice. No se reconoce en ese gesto descompuesto, inevitable, mientras desgranaba la radiografía de una derrota que ya intuía, aunque no sospechase su alcance. Sus colaboradores, sus amigos, sí se acuerdan del coro de lágrimas que se desbordó bajo el estrado al ver a Simancas, criado en el empedrado de un barrio "casi marginal" de Leganés, hundiendo, hundido, la cabeza en sus papeles.

Estaba concentrado en pedir disculpas: "Perdón, perdón, perdón, perdón". En retener en la cabeza los datos de los municipios de Madrid. Y en el encargo que le acababa de hacer Rodríguez Zapatero: un año más al frente de la FSM. Nada de dimitir. Toca mantener "las riendas". Simancas está orgulloso de ser de fiar. Es un político profesional.

El candidato no se acuerda de haber estado cerca de las lágrimas, pero sí de las de su gente
Es disciplinado, ordenado y competente. Por eso le han llamado 'El Pacificador'

Simancas, nacido en 1966 en Alemania, cosas de la inmigración, no durmió en toda la noche del domingo. "Era lo suyo". Estaba preocupado, aunque recuerda madrugadas peores. Horas eternas rebobinando los dedos de los tránsfugas Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez pulsando una y otra vez el botón equivocado. Tiempos de sufrir. Tanto sufrió y aquello fue "tan injusto", que casi no se identifica en el espejo. Tiene muchas más canas. Cuatro años de actos y más actos, de trabajo extenuante y una planificación milimétrica y "responsable". Pero no ha funcionado: "Algo hemos hecho mal".

No es, pues, la peor de las noches. Pero tampoco de las mejores. Su hijo, a quien no ha podido dedicar todo el tiempo que hubiese querido en la legislatura, duerme. Su mujer, embarazada de ocho meses, también. Pero Simancas, joven licenciado en Ciencias Políticas, aplicado pero no empollón, piensa en cifras. También en lo merecidas que van a ser sus vacaciones de agosto. Piensa, claro, en que ha hecho "cosas mal". En la derrota. Al menos su equipo, el Atlético, ha ganado.

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Pero en Coslada bailaban concejales. Subían, bajaban. Se movían las cifras, difuminadas por los miles de folios que el ex candidato Rafael Simancas estudiaba durante la madrugada. Se concentra en el trabajo para no pensar demasiado en el desastre electoral y porque es su responsabilidad. Además, "es importante" el asunto este de Coslada. Simancas dice que mantiene algo de su primera educación germánica. Es disciplinado. Ordenado y competente. Por eso le han llamado El Pacificador.

Suena el teléfono. Una, dos, sesenta veces. Hay que recomponer, otra vez, la FSM. Hay que cumplir un encargo. Dentro de un año, "ya se verá". Por de pronto, gente próxima a Simancas, autor juvenil de obras de teatro, dicen que ya es un "ex candidato".

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