Crónica:

Bandera blanca del Barça

El equipo azulgrana fracasa de nuevo y sólo empata ante el Betis, lo que hace líder al Real Madrid año y medio después

Año y medio después, desde el 15 de octubre de 2005, el Real Madrid vuelve a ser líder. Su apuradísima victoria ante el Espanyol dio paso ayer a un agónico empate del Betis en el Camp Nou, que igualó en el mismo minuto que Higuaín acentuó el sueño madridista. Igualados a 66 puntos, el Madrid supera a los azulgrana por los resultados entre ambos, con lo que el Barça cierra una semana fatídica.

Curiosamente de nada le han servido las dos grandes gestas de Messi esta temporada: ni su goyesco gol al Getafe ni su hat-trick al Madrid. Al Barça ya no le alcanza con los chispazos ...

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Año y medio después, desde el 15 de octubre de 2005, el Real Madrid vuelve a ser líder. Su apuradísima victoria ante el Espanyol dio paso ayer a un agónico empate del Betis en el Camp Nou, que igualó en el mismo minuto que Higuaín acentuó el sueño madridista. Igualados a 66 puntos, el Madrid supera a los azulgrana por los resultados entre ambos, con lo que el Barça cierra una semana fatídica.

Curiosamente de nada le han servido las dos grandes gestas de Messi esta temporada: ni su goyesco gol al Getafe ni su hat-trick al Madrid. Al Barça ya no le alcanza con los chispazos de sus genios. Ha perdido tanta chispa que Messi, al igual que Ronaldinho, terminó ayer en el banquillo, cuando el Barça aún tiritaba por el marcador. El grupo está seco y su hinchada lo percibe: le recibió y le despidió con bronca.

La premonición de Johan Cruyff, lanzada hace ya varios meses, parece certificarse y la recuperación anímica del Madrid y la sospechosa frenada del Barça apuntan a un cambio de ciclo. El conjunto de Rijkaard mantiene el estilo, pero le fallan sus estrellas, sus señas de distinción en los últimos tiempos. Nadie lo simboliza mejor que Ronaldinho, fuera de onda desde hace meses. Sobre él gravitó la obra de Laporta y Rijkaard, y su proyección mediática y deportiva encumbró al Barça. Pero, como en tantas otras plazas, su galáctica y venerada figura ha terminado por agrietar al vestuario, confundido por una batalla de egos. De Ronaldinho, como de cualquier otro líder, se espera que ilumine al equipo en los grandes momentos. No ha sido su caso. Estuvo perdido en la final de París con el Arsenal, ni se le vio por Mónaco ante el Sevilla, se abanicó ante el Internacional en Tokio, y sus citas con el Madrid, el Liverpool o el Getafe han sido irrelevantes. Lesionados Eto'o y Messi, él se maquilló con su precisión a balón parado mientras su hermano mercadeaba por Italia. Tanta fue su relevancia en el despegue del proyecto de Laporta como ahora es su pasividad en el desplome. No es el único culpable, pero los líderes, en las buenas y en las malas, tienen mayor responsabilidad. Apagada su estrella, el grupo ya no es tan solidario: Eto'o quiere su gol a toda costa, Messi sueña con Maradona... El valor individual del Barça ha dado paso al orgullo gremial del Real Madrid.

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