Crítica:PLAZA DE LA MAESTRANZA

Pobre impresión

Una pobre impresión, no necesariamente negativa, ofrecieron ayer los tres novilleros que hicieron el paseíllo en la Maestranza. Una impresión impropia de su juventud, sin aparente ilusión por el triunfo ni con el arrebato que se le presume a quien persigue la gloria. Más bien, parecían clones de sueños propios o extraños que luego se estrellan contra la dura realidad.

Muy en su papel los tres, serios y circunspectos, más preocupados por las formas que por el fondo, pero faltos de raza y de ímpetu.

Lo cierto es que resulta difícil aceptar que ninguno de los tres consiguiera ningún...

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Una pobre impresión, no necesariamente negativa, ofrecieron ayer los tres novilleros que hicieron el paseíllo en la Maestranza. Una impresión impropia de su juventud, sin aparente ilusión por el triunfo ni con el arrebato que se le presume a quien persigue la gloria. Más bien, parecían clones de sueños propios o extraños que luego se estrellan contra la dura realidad.

Muy en su papel los tres, serios y circunspectos, más preocupados por las formas que por el fondo, pero faltos de raza y de ímpetu.

Lo cierto es que resulta difícil aceptar que ninguno de los tres consiguiera ningún trofeo de una novillada noble y blandita, que no planteó problemas insalvables. Pero hizo falta más ardor guerrero, más sentido del riesgo, menos miramientos y más torería.

Guadaira/Nazaré, Mota, Raya

Novillos de Guadaira, bien presentados, -el segundo, devuelto-, blandos y muy nobles. Destacó el quinto, encastado y largo recorrido. Antonio Nazaré: silencio y silencio tras aviso. Pérez Mota: ovación y ovación tras aviso. Miguel Raya: silencio tras dos avisos y silencio. Plaza de la Maestranza. 1 de mayo. Novillada de abono. Tres cuartos de entrada.

A Antonio Nazaré y Pérez Mota se les nota placeados e, incluso, con la experiencia propia de quienes están próximos a la alternativa. Pero ambos alternaron momentos de brillantez con otros de desconcertante y sorprendente impericia.

El primero movió bien los brazos a la verónica al que abrió plaza, y ligó una tanda de derechazos notables, pero ahí acabó su historia. Muy desigual en el cuarto, en una faena larga y sin conjunción.

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Pérez Mota parece un novillero cuajado, pero perdió una gran oportunidad de triunfo. Demostró torería, hechuras y buen corte, pero le faltó dar un paso adelante. Brilló poco con el blando segundo, y marró con el encastado quinto, el mejor de la tarde, al que no llegó a entender en una larga y pesada labor. Hubo buenos naturales, alguno largo y hondo; destacó un derechazo enorme, pero todo quedó diluido con pases enganchados, la muleta retrasada, colocación errónea y probaturas varias. Una pena.

Y se presentaba el ecijano Miguel Raya, que venía precedido de buenas críticas camperas. Pero la Maestranza pesa y el chaval ha recibido un bautismo que no olvidará. Es un manojo de nervios, todo atolondramiento y aceleración, falto de la mínima experiencia y de ideas. El trasteo primero resultó movido y muy destemplado, y se eternizó a la ahora de matar. En el sexto abundaron los medios pases y los enganches, lo que complicó, otra vez, con su desconocimiento de la suerte suprema.

Lo dicho: una pobre impresión de los toreros más jóvenes.

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