Crónica:

"No me pongo ningún pero"

Nadal arrolla a Vliegen y espera a Kohlschreiber en los cuartos del torneo de tenis de Montecarlo

A Phillip Kohlschreiber, tenista alemán, se le conoce gusto por la delicada comida japonesa, afición al fútbol masticado del Bayern e inclinación por la estabilidad emocional, por tener pareja fija, la clave, según él mismo cuenta, de su éxito.

Kohlschreiber, sin embargo, acaba de destaparse. Resulta que justo él, el hijo de un prudente gasolinero, el orgullo de una maestra de parvulario, vive encantado en situaciones de riesgo extremo: ayer tuvo que superar tres puntos de partido y dos tie-breaks para ganar a Guillermo García-López y meterse en los cuartos de final del Maste...

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A Phillip Kohlschreiber, tenista alemán, se le conoce gusto por la delicada comida japonesa, afición al fútbol masticado del Bayern e inclinación por la estabilidad emocional, por tener pareja fija, la clave, según él mismo cuenta, de su éxito.

Kohlschreiber, sin embargo, acaba de destaparse. Resulta que justo él, el hijo de un prudente gasolinero, el orgullo de una maestra de parvulario, vive encantado en situaciones de riesgo extremo: ayer tuvo que superar tres puntos de partido y dos tie-breaks para ganar a Guillermo García-López y meterse en los cuartos de final del Masters de Montecarlo: 5-7, 7-6 (4) y 7-6 (4). Un éxito amargo. Peligroso. A Kohlschreiber le persigue, ya es mala suerte, la sombra de Rafael Nadal. El español le eliminó en el Open de Australia. Y ahora que el alemán disfruta de haber llegado a los cuartos de un torneo masters, vuelve a cruzarse con él. Peor, imposible. En Montecarlo, sobre tierra batida, Nadal da miedo. Que se lo digan a Kristof Vliegen, su rival de ayer. Nadal tardó poco más de una hora en firmar su 64ª victoria consecutiva sobre arcilla con un estilo arrollador: 6-1 y 6-1.

La humillación en el tenis tiene nombre: el rosco. El doble 6-0. Desde ayer, Vliegen, el belga de la lengua desatada, le ha descubierto un apodo. El solitario, podría llamarse. El doble 6-1. Con ese escasísimo bagaje, derrotado y hundido, le dejó marcharse el español. Nadal acepta todos los retos. Nadal tiene oídos para todo. Nadal marca distancias. Ya lo sabe Vliegen.

El belga, que venía de ganar a Safin, el genio disoluto; que llegaba crecido, confiado, altivo, había atendido a La Libre Belgique la víspera del partido. Menudo error. "No tengo miedo a Nadal. Enfrentarse a él es muy fácil. Siempre juega de la misma manera", dijo; "no me voy a centrar en él, sino en jugar a lo mío e intentar subir a la red en cuanto pueda". Vliegen lo intentó en el primer punto del partido, con su servicio. Lo perdió. Como el saque. En blanco. Desde ahí hasta el final, dos juegos a su favor. Y todo porque Nadal, que espera hoy a Kohlschreiber, perdió dos servicios por el camino.

"No me pongo ningún pero", explicó el español. "He hecho un partido muy completo, de principio a fin. He sido agresivo y también me he defendido bien. He empezado muy bien, con break de entrada, como el otro día [ante Chela]. La pelota me está saltando bien y yo siempre me siento bien. Además de bien posicionado en la pista, me sentía muy bien. Estoy feliz de estar entre los últimos ocho jugadores del torneo", concluyó.

Vliegen sintió el peso de los números. Y los números fueron una losa sobre su juego, normalmente chispeante, agresivo, largo. El belga no ganó ninguno de sus servicios. Permitió que Nadal lograra 21 puntos seguidos tras perder el primer juego del segundo set. Y vio cómo la primera manga no llegó a superar la media hora de juego. Frente a él, el Nadal de la arcilla, el terrenal, que es como decir el Nadal inalcanzable. El español sólo puede cruzarse con Federer, que hoy se enfrenta a Ferrer, en la final. Es el partido soñado por la organización. Y la pesadilla de Federer.

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