Reportaje:Fútbol | 24ª jornada de Liga

Un milagro

El Atlético supera de principio a fin a un raquítico Madrid, pero Casillas y varias decisiones arbitrales le dejan frustrado

Milagro en el Calderón. El Atlético fue un vendaval durante tres cuartas partes del partido y se llevó un raquítico empate. El Madrid fue una calamidad y se fue con el mismo botín gracias a un guiño de Cassano y a Casillas. Daudén, el árbitro, también hizo lo suyo, y condenó a los rojiblancos en su mejor encuentro de la temporada. De largo fue el mejor Atlético de los últimos duelos capitalinos. Pero le resultó insuficiente. El fútbol es una ruleta.

Al toque de corneta de su público, el equipo rojiblanco no dio respiro al Madrid, tan birrioso como siempre. Mientras el Madrid estaba en l...

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Milagro en el Calderón. El Atlético fue un vendaval durante tres cuartas partes del partido y se llevó un raquítico empate. El Madrid fue una calamidad y se fue con el mismo botín gracias a un guiño de Cassano y a Casillas. Daudén, el árbitro, también hizo lo suyo, y condenó a los rojiblancos en su mejor encuentro de la temporada. De largo fue el mejor Atlético de los últimos duelos capitalinos. Pero le resultó insuficiente. El fútbol es una ruleta.

ATLÉTICO 1 - REAL MADRID 1

Atlético: Leo Franco; Seitaridis, Perea, Zé Castro, Antonio López; Galletti (Mista, m.71), Luccin, Maniche, Jurado; Torres y Agüero. No utilizados: Pichu; Pablo, Pernía, Jacobo, Valera y Gabi.

Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Cannavaro, Torres; Gago (Diarra, m.53), Emerson; Raúl, Guti (Marcelo, m.77), Reyes (Cassano, m.45); e Higuaín. No utilizados: Diego López; Pavón, Mejía y Robinho.

Goles: 1-0. M. 11. Galletti intercepta el balón y asiste a Fernando Torres, que chuta cruzado desde la frontal del área. 1-1. M. 61. Higuaín dispara dentro del área a pase Cassano.

Árbitro: Daudén Ibáñez. Expulsó a Cannavaro por doble amarilla (m.82) y amonestó a Luccin, Cassano, Torres, Guti, Galletti, Diarra y Casillas.

65.000 espectadores en el Vicente Calderón.

Al toque de corneta de su público, el equipo rojiblanco no dio respiro al Madrid, tan birrioso como siempre. Mientras el Madrid estaba en la hamaca, el cuadro de Aguirre jugó con los máximos voltios. Con las líneas más adelantadas que de costumbre, el Atlético pasó el rodillo a su vecino, sometido sin remedio. Helguera, el único madridista que se dio al tajo, no daba abasto con el ventilador. El Atlético recuperaba la pelota con un soplido y salía de caza hacia Casillas de forma frenética. Jurado anudaba a Salgado por el costado izquierdo, y por la orilla contraria Galletti y Seitaridis daban la lata a Torres, al que Reyes jamás auxilió. Lo del extremo andaluz es un síntoma de lo que ocurre en este Madrid desgobernado. Desde su añorado regreso a España ha sido una rémora partido tras partido. Pero el chico quería jugar por la izquierda y hace unos días cargó contra su técnico. Capello, como hizo con Emerson, el otro descarado de la semana, le devolvió a la arena. Un fracaso de tal calibre que el técnico italiano terminó por redimir a Cassano, su gran lucifer, que le relevó en el descanso.

Con su asalto, el Atlético encontró rápido su recompensa. Y nadie la necesitaba más que Fernando Torres, para el que los derbies se habían convertido en una tortura. El capitán llevaba ocho citas en blanco ante el Madrid. Una carga excesiva para Torres, al borde de la obsesión. Al revés que en otras ocasiones, anoche catalizó muy bien su adrenalina. Él rescató la pelota en el medio campo y esprintó hacia el área como un cohete. Galletti, que conducía el balón por la vía derecha, adivinó la posición de su capitán, que por fin acertó con la diana de Casillas. El Niño se volvió loco. Como poco después se hizo el loco el árbitro, que en una misma jugada perjudicó dos veces a los rojiblancos. Tras el lanzamiento de una falta lateral, Emerson derribó a Agüero a un centímetro de las narices de Daudén, pero el poste escupió la pelota y Perea marcó. Pues no. Segundos después un línea tuvo una visión y anuló el tanto. Era gol y gol. Luego, Daudén perdonó la expulsión a Cannavaro hasta que no le quedó más remedio por los continuos estacazos del italiano.

Tan superior se sentía el Atlético que no se enrabietó más de la cuenta por el capricho del asistente. En ocasiones, detalles así sepultan a un equipo. Pero el grupo de Aguirre exhibía su mejor versión del curso, con todos sus jugadores en plenitud, mostrándose con una intensidad desconocida. Del Madrid no había noticias. Con Emerson haciendo de Emerson y Gago extraviado, su línea de vanguardia perdió el hilo. En realidad nunca se enchufó al partido hasta que Cassano hizo una maravillosa carambola. Enhebró un pase soberbio para Higuaín, que había tirado un inteligente desmarque a espaldas de los centrales rojiblancos. El argentino superó a su compatriota Franco y se quitó un peso de encima. Sobre él ya había sospechas por su falta de tino ante el gol. Otro que se sacudió fantasmas.

El tanto de Higuaín fue milagroso, un accidente imprevisto para el Atlético, que llevaba toda la noche muchos peldaños por encima de su rival. De repente se sintió ante un espejismo, incrédulo ante el marcador. Para entonces, en el Madrid ya remaban Diarra y Emerson, los socios con los que Capello inició la temporada. Por un momento, pareció que el Atlético entregaría la cuchara. Pero este Madrid es tan esquelético que ni siquiera acepta invites semejantes. Es un equipo tan aburguesado que muchos de sus jugadores despachan la pelota con un aire funcionarial. Salvo Cassano, que ya se sabe que va por libre, pero al menos pide que le den carrete.

Parado y contemplativo el Madrid, en el último tramo el Atlético retomó el mando hasta el final y empotró a los blancos frente a Casillas. Sin la amenaza de sus dos martillos de los últimos años -Ronaldo, despedido, y Raúl, éste desfondado en tareas de picador-, esta vez al Atlético se le cruzó Casillas. Y cuando el portero madridista copa los focos, malo para cualquiera. Así le pasó al Atlético, que otra vez terminó frustrado ante el Madrid. Y por un mal árbitro auxiliado por un línea con calambres.

Fernando Torres, en el partido de anoche.ASSOCIATED PRESS

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