Análisis:A LA PARRILLA

Risa con whisky

A Jesús Quintero se le ha quedado la costumbre de reír a carcajadas de esos programas suyos donde abundaban los cuñaos. En su reaparición en La Uno, anteanoche, se rió tanto, y tan sin motivo, que se diría que la costumbre se le ha vuelto demasiado pegajosa. Los programas de Quintero serían otros si él no hiciera editoriales. Aparece dando lecciones sobre la decadencia de los valores, y luego incorpora a su discurso las falacias que deplora. Quiere la igualdad, y trae a Melanie Griffith y la trata como a la mujer de... Habla contra la fama y sus secuelas, y luego entrevista a Far...

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A Jesús Quintero se le ha quedado la costumbre de reír a carcajadas de esos programas suyos donde abundaban los cuñaos. En su reaparición en La Uno, anteanoche, se rió tanto, y tan sin motivo, que se diría que la costumbre se le ha vuelto demasiado pegajosa. Los programas de Quintero serían otros si él no hiciera editoriales. Aparece dando lecciones sobre la decadencia de los valores, y luego incorpora a su discurso las falacias que deplora. Quiere la igualdad, y trae a Melanie Griffith y la trata como a la mujer de... Habla contra la fama y sus secuelas, y luego entrevista a Farruquito, el famoso que mató a un peatón, y cae en las insinuaciones propias de las emisiones que dice deplorar; usó su tiempo de pantalla para pedirle a la viuda del peatón que se acercara a su programa, cuando podía haberla llamado por teléfono, convocándola como se convoca a la gente a la televisión. Y le dio fuerte, en su editorial, a la telebasura, y luego convocó a su plató a Coto Matamoros, que debe su fama a haber engordado ese tipo de espacios que al Loco parece que le dieran urticaria..., hasta que fagocita a sus personajes. A Matamoros le puso al lado al filósofo Antonio Escohotado, acaso para darle peso a las reflexiones que luego harían solos, porque Quintero optó por la carcajada y por una reflexión que no llegaba a ser una pregunta: "Y la Justicia es una mierda". Como los dos contertulios bebían (parecía whisky) y reían, pero no tanto como Quintero, el plató adquirió el aire de una taberna de lujo por la que pasaban, como mandobles, reflexiones que querían ser serias, pero que resultaban apocopadas por el ruido de coña que las acompañó. A Escohotado le pusieron un cartel que lo calificaba de librepensador, y a Matamoros lo llamaron, en un cartel similar, fenómeno televisivo. Escohotado concluyó la juerga filosófica diciendo que quería fumar. Quintero no se dio por vencido y añadió una guinda: "No es lo mismo estar jodido que estar... loco". No rió. Silencio.

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