Análisis:A LA PARRILLA

En raya

Cómo conocí a vuestra madre (La Sexta) vuelve a remover los tópicos de la educación sentimental basada en bares, amiguetes, inseguridades y descontroles hormonales. La particularidad es que toda la historia se cuenta a través del flash back de un padre de familia que les cuenta a sus hijos los pormenores de su prehistoria matrimonial (con una voz en off menos lírica que la de Aquellos maravillosos años ni el talento en el guión de la extraordinaria Todos quieren a Raymond). Los tópicos de música soul y diálogos tórridos se ven interrumpidos constanteme...

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Cómo conocí a vuestra madre (La Sexta) vuelve a remover los tópicos de la educación sentimental basada en bares, amiguetes, inseguridades y descontroles hormonales. La particularidad es que toda la historia se cuenta a través del flash back de un padre de familia que les cuenta a sus hijos los pormenores de su prehistoria matrimonial (con una voz en off menos lírica que la de Aquellos maravillosos años ni el talento en el guión de la extraordinaria Todos quieren a Raymond). Los tópicos de música soul y diálogos tórridos se ven interrumpidos constantemente con torpes y cómicas confesiones de amor que desentonan con el clima de pánico al compromiso propio de la época. Para fomentar la complicidad tanto de los jóvenes en edad de equivocarse como de los maduros arrepentidos por tantos errores cometidos, la estructura de la telecomedia es, por suerte, más compleja de lo habitual, y después de un planteamiento algo dulzón se complica y ofrece unos niveles más que dignos de entretenimiento inofensivo.

El Tres en raya que vino después, en cambio, resultó decepcionante. Retomando el formato nodriza que conocimos adaptado a través de Vip noche, se vuelve al panel de tres pisos, al buen humor torrencial de unos cuantos personajes populares y a un juego de preguntas y respuestas que, en este caso, se alarga innecesariamente y convierte el programa en una experiencia reiterativa y pesada. Carolina Ferre, más feliz que cuando le tocaba lidiar con los arrebatos maduros de Bienvenida Pérez y Bárbara Rey y con la cólera ciclotímica de Sergi Arola (en aquel clásico del mal rollo que se tituló Esta cocina es un infierno), regresa con pocos recursos para tanto tiempo en pantalla. Eso la obliga a apostar por su risa como único instrumento, y lo que en principio es un recurso agradable acaba convirtiéndose en un tic nervioso tan exasperante como la obsesión, exigida por el guión, de que todos los invitados tengan que ser brillantes y ocurrentes (con la agravante de que a la mitad de los presentes los vemos constantemente en otros programas de La Sexta).

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