Sergio García zarandea con sus goles a un Málaga muy tímido

Coser y cantar. Al Zaragoza le bastó y le sobró con el ariete Sergio García para doblegar al Málaga, más pendiente de no encajar una goleada de arrea que de poner en apuros al contrario. Comedido y temeroso, el cuadro malacitano se agarrotó ante la presencia de un Primera, que, con suficiencia y sin sudor, dejó más que encarrilada la eliminatoria de los octavos de final de la Copa. El público de la Rosaleda, bastante molesto por la marcha del club que preside Fernando Sanz, despidió a sus jugadores con una sonora bronca.

El Málaga rehusó tener la posesión del balón y toda iniciativa, y ...

Coser y cantar. Al Zaragoza le bastó y le sobró con el ariete Sergio García para doblegar al Málaga, más pendiente de no encajar una goleada de arrea que de poner en apuros al contrario. Comedido y temeroso, el cuadro malacitano se agarrotó ante la presencia de un Primera, que, con suficiencia y sin sudor, dejó más que encarrilada la eliminatoria de los octavos de final de la Copa. El público de la Rosaleda, bastante molesto por la marcha del club que preside Fernando Sanz, despidió a sus jugadores con una sonora bronca.

El Málaga rehusó tener la posesión del balón y toda iniciativa, y el Zaragoza se lo agradeció sobremanera. Entre otras cosas, porque volvió al once titular, una vez superadas sus molestias musculares, Celades. El medio centro no sólo aporta ritmo y equilibrio al equipo, sino que reparte con equidad el cuero a ambos costados. Precisamente, fue desde las alas por donde rompió el partido el conjunto blanquillo. Los interiores del Zaragoza, desapegados por completo a la banda, parcela exclusiva de los laterales, desarbolaron a la zaga contraria, más atenta a los movimientos de los puntas que a las incursiones desde la segunda línea.

Así, D'Alessandro y Lafita camparon a sus anchas por la zona de tres cuartos; marearon a la estática defensa malacitana. De todo eso se aprovechó Sergio García, tan revoltoso como habilidoso en las inmediaciones del área. Primero, aprovechó un toque de Lafita, que le dejó frente a Goitia. Después, a la contra, tras un saque de esquina rival, materializó una asistencia de Ewerthon. Otra vez delante del portero; otra vez gol.

Sin noticias del fútbol y de oportunidades en el área contraria, pronto claudicó el Málaga, que quiso enmendar el resultado con una sobrecarga de hombres ofensivos. No le resultó la estrategia y el Zaragoza, que le salió un encuentro a pedir de boca con el tercer tanto de Óscar, pone pie y medio en los cuartos de final. Mérito de Sergio García, que definió de rechupete. Un ariete que desde que despuntó en las categorías inferiores del Barça y de la selección parecía haber perdido un poco el tren.