EL LIBRO DE LA SEMANA

Amor a la vejez

SÓLO AL alcanzar la vejez, Italo Svevo fue considerado un genio literario. Como la de sus personajes, su vida transcurrió recluida en los hábitos cotidianos. Habiendo publicado dos novelas -Una vida (1893) y Senilidad (1898)-, el escaso eco que suscitaron en la crítica y el público le desanimaron de la pasión literaria. Pasó veinte años sin escribir, dedicado en sus ratos de ocio a tocar el violín. La guerra le obligó a un largo reposo, y fue entonces cuando retomó el sueño literario, que le perseguía desde la adolescencia. Escribió La conciencia de Zeno (1923) y esta nove...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

SÓLO AL alcanzar la vejez, Italo Svevo fue considerado un genio literario. Como la de sus personajes, su vida transcurrió recluida en los hábitos cotidianos. Habiendo publicado dos novelas -Una vida (1893) y Senilidad (1898)-, el escaso eco que suscitaron en la crítica y el público le desanimaron de la pasión literaria. Pasó veinte años sin escribir, dedicado en sus ratos de ocio a tocar el violín. La guerra le obligó a un largo reposo, y fue entonces cuando retomó el sueño literario, que le perseguía desde la adolescencia. Escribió La conciencia de Zeno (1923) y esta novela, al fin, fue recibida como una de las máximas aportaciones de la literatura analítica del siglo XX, comparable en importancia a Proust y Kafka. En el fondo, aunque con desgana, Svevo no había dejado nunca de escribir; simplemente se mutiló el deseo de publicar. Los gustos literarios de la época se inclinaban hacia una prosa retórica, lírica a veces, ornamental y excesiva; la prosa de Svevo, en cambio, es desaliñada y urgente, tal como la definiera Carmen Martín Gaite, una prosa desnuda, sin labrar y sin efectismo alguno.

Italo Svevo no ignoraba que la sencillez de un enunciado no contradice su profundidad. Su tono no exige nunca el subrayado ni necesita elevar el registro; es una voz, por lo general, neutra, modelada como una respiración jamás impaciente, pero que consigue contagiar al lector. El tema de la vejez le obsesionó siempre, y tal vez no sólo como tema literario. Poco antes de morir, con no poca ironía, escribió: "También yo, ahora que sé lo que es la vejez de verdad, me sonrío a veces de haberle dedicado un exceso de amor".