Análisis:A LA PARRILLA

Bestiario

Campeonísimos, docuserie estrenada el sábado (Cuatro), es un curioso experimento. Cuenta las peripecias de varios animales de alta competición en un tono que combina la divulgación y la investigación sobre el entorno de la jet-set zoológica (la aristocracia animal, para entendernos). Cada capítulo lo protagoniza un animal diferente, cuya voz en off, doblada por un personaje popular, vertebra la narración. La serie se estrenó con un gato persa llamado Caramba, doblado por Boris Izaguirre, patrocinado por una pareja que lo mima como estrella de competiciones en las qu...

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Campeonísimos, docuserie estrenada el sábado (Cuatro), es un curioso experimento. Cuenta las peripecias de varios animales de alta competición en un tono que combina la divulgación y la investigación sobre el entorno de la jet-set zoológica (la aristocracia animal, para entendernos). Cada capítulo lo protagoniza un animal diferente, cuya voz en off, doblada por un personaje popular, vertebra la narración. La serie se estrenó con un gato persa llamado Caramba, doblado por Boris Izaguirre, patrocinado por una pareja que lo mima como estrella de competiciones en las que demuestra ser un fórmula 1 de su categoría. Lo más interesante de Campeonísimos es su parte documental, en la que el espectador descubre que los campeonatos de animales también tienen su lado racista, que potencia el pedigrí frente al mestizaje.

Que nadie se escandalice: Supermodelo 2006 (Cuatro) también incluía una jerarquía física poco democrática y, en cambio, obtuvo índices de audiencia más que aceptables. Las peripecias del gato Caramba también nos permiten alucinar con la pasión que ciertas personas sienten por los animales y con qué despliegue de energías atienden a sus mascotas. Una vez en el concurso, el factor competitivo se impone. Al igual que ocurre en Operación Triunfo, los animales se someten al criterio del jurado, y sus dueños no siempre están conformes con el veredicto (por cierto: OT debe de estar atravesando por una crisis del copón para que el jurado sea más noticia que los concursantes, como ocurría con algunos premios Planeta). Pero el gato Caramba resistió y, recordando a sus antepasados (entre los que figura un promiscuo macho capaz de copular con sus descendientes), aguantó las pruebas a las que le sometieron, entre las que figura una que, en teoría, deberíamos considerar desagradable. El dueño lo dejó claro: "En estos concursos el gato se tiene que dejar tocar los testículos". Por si le sirve de consuelo, Caramba debe saber que, en nombre del espectáculo televisivo, a los espectadores también se nos somete a esta clase de tocamientos.

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