Necrológica:

Etta Baker, virtuosa guitarrista y cantante de 'blues'

Su influencia musical alcanzó a Bob Dylan y Taj Mahal

Etta Baker era una genuina leyenda de la música folclórica estadounidense: un archivo viviente, una matriarca que presidía una familia de más de 100 miembros. Precisamente, el sábado 23 de septiembre, estaba visitando a una hija que se hallaba enferma, en Fairfax (Virginia), cuando falleció por causas no determinadas. A lo largo de una laboriosa vida que abarcó cerca de un siglo, nunca dejó de tocar música, por placer o por dinero, aunque en tiempos recientes, cuando sintió que le fallaban las fuerzas, cambió la guitarra por el banjo. Sus grabaciones con ese instrumento se publicarán próximame...

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Etta Baker era una genuina leyenda de la música folclórica estadounidense: un archivo viviente, una matriarca que presidía una familia de más de 100 miembros. Precisamente, el sábado 23 de septiembre, estaba visitando a una hija que se hallaba enferma, en Fairfax (Virginia), cuando falleció por causas no determinadas. A lo largo de una laboriosa vida que abarcó cerca de un siglo, nunca dejó de tocar música, por placer o por dinero, aunque en tiempos recientes, cuando sintió que le fallaban las fuerzas, cambió la guitarra por el banjo. Sus grabaciones con ese instrumento se publicarán próximamente.

Etta Lucille Reid había nacido el 31 de marzo de 1913, en las colinas de Carolina del Norte. El suyo era un hogar muy musical, donde aprendió a tocar el piano, el violín, el banjo y la guitarra, tanto de 6 como de 12 cuerdas. Aunque su repertorio era ecléctico, se especializó en el airoso blues al estilo Piedmont, muy popular en la zona.

Su reputación era exclusivamente local hasta que, a mediados de los años cincuenta, en su casa apareció Paul Clayton, un cantante de folk neoyorquino, en viaje de investigación con un magnetofón. Varias grabaciones de campo de Etta aparecieron en el disco Instrumental music of the Southern Appalachians, muy apreciado por los protagonistas -blancos, jóvenes, de clase media- del folk revival. Aunque tuvo ofertas para actuar en festivales, no pudo ser: el marido de la señora Baker, también pianista amateur, no concebía la música como actividad profesional. Como siempre, ella siguió tocando para su familia y sus vecinos en las fiestas del condado de Caldwell.

Sin embargo, Etta atendía cordialmente a los admiradores que se acercaban a los Montes Apalaches a visitarla. En 1962, Clayton llevó allí a un tal Bob Dylan, que celebraba sus 21 años de edad. Las huellas de aquel encuentro son evidentes en el finger-picking de Dylan en temas como Don't think twice, it's alright. No fue el único impresionado: One-dime blues, Railroad Bill y otras canciones interpretadas al estilo de la señora Baker se popularizarían en el circuito del folk, mientras ella seguía trabajando en una fábrica de tejidos.

Jubilada y viuda, Etta Baker necesitaba ampliar sus ingresos y probó con la música: reivindicó sus derechos de adaptación y logró una ayuda federal del National Endowment for the Arts; se lanzó a actuar 30 años después de sus primeras grabaciones. Y triunfó, por su presencia escénica y su abundancia de registros: iba de lo dramático a lo festivo con naturalidad.

Sus generosos discos de la tercera edad fueron igualmente deslumbrantes, por la elegancia de sus dedos tocando los instrumentos de cuerda y por su habilidad para recrear formas musicales que se creían olvidadas. Editó One dime blues (1991), Railroad Bill (1999), Carolina breakdown (2005) y un disco a dúo con Taj Mahal. Una de sus últimas sesiones, todavía inédita, la emparejaba un guitarrista nacido en 1977, Kenny Wayne Shepherd.

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