FUERA DE CASA

De la azotea al sótano

He pasado la semana entre azoteas y sótanos. La llegada del otoño me bajará de mis excursiones por las alturas, pero ha sido fantástico poder mirar la ciudad como un diablo Cojuelo. Una de las mejores fiestas fue la de la revista Eñe. Se entregaban sus premios de relato; el primer premio lo ganó la escritora Blanca Riestra. Había grupo de jazz estilo años cuarenta, buenos vinos, poemas visuales en las paredes de la cúpula del edificio de Bellas Artes y diversa fauna cultural que se encontraba guapa al lado de la Minerva que domina el centro de Madrid. Desde la azotea del Bellas A...

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He pasado la semana entre azoteas y sótanos. La llegada del otoño me bajará de mis excursiones por las alturas, pero ha sido fantástico poder mirar la ciudad como un diablo Cojuelo. Una de las mejores fiestas fue la de la revista Eñe. Se entregaban sus premios de relato; el primer premio lo ganó la escritora Blanca Riestra. Había grupo de jazz estilo años cuarenta, buenos vinos, poemas visuales en las paredes de la cúpula del edificio de Bellas Artes y diversa fauna cultural que se encontraba guapa al lado de la Minerva que domina el centro de Madrid. Desde la azotea del Bellas Artes no se ven las obras, Madrid parece una ciudad terminada. Es sin duda uno de los más hermosos faros para ver la ciudad. Cuando ese edificio de Antonio Palacios, que hoy nos parece de tamaño tan humano, hubo muchas protestas porque su excesiva altura rompía la chata silueta de la capital. Incluso un poema satírico de Lorca se burlaba de ese Madrid con pretensiones de rascacielos. Todavía no había visitado Nueva York.

Me encontré con Jorge Herralde que se autoedita un libro en su biblioteca de la memoria. Un libro bien interesante por sus recuerdos y también por sus olvidos. Muchos olvidos voluntarios de este memorioso editor que no quiere recordar a ciertos autores. Prudencia de un editor que una vez creímos ágrafo y que ya lleva cinco libros publicados. Una persona moralmente irreprochable no escribe libros, escribió Manganelli cuando llevaba publicados más de sesenta libros. Le señalamos esa contradicción a Herralde, el recuperador de esa frase, y se defiende diciendo que él no escribe libros, que esos son artículos dispersos y reunidos, que él sólo edita libros. Por tanto, mantiene su moralidad. Está encantado con su año de premios. Y preparado para ir a Oviedo acompañando a su amigo Paul Auster. Nos cuenta el editor de Auster que una vez coincidieron en Madrid, precisamente en el Círculo de Bellas Artes, con una de las sobrinas nietas de Lorca, con Isabel García Lorca. Se saludaron muy afectuosamente el escritor neoyorquino y la también neoyorquina Isabel, en una cena en petit comité, en presencia de la mujer del escritor y de la hija que todavía no era la reconocida cantante que es hoy; Auster, después de los vinos, hizo una confesión: durante años había estado enamorado de aquella española que había sido su compañera de clase. Intentó todo tipo de acercamientos, pero la joven española no le hacía ni caso. Y hoy se acerca a pedirle un autógrafo. ¡Qué cosas! Buen material para escribir sobre el azar que tanto le preocupa al escritor de Brooklyn.

De la azotea del Bellas Artes a los sótanos de la Biblioteca Nacional. Allí se puede ver la vida de Francisco Ayala en forma de exposición. Cien años de agudeza intelectual, cien años de memorias con pocos olvidos, los cuadros de su larga existencia, desde los jardines que pintaba su madre hasta el retrato de Juan Vida, sus trabajos en el periodismo, su paso por las vanguardias, sus primeros libros, sus viajes, la guerra con sus crueldades familiares, el exilio y el regreso de un español atípico y liberal. Santos Juliá, Juan Oleza y Carolyn Richmon serán algunos de los encargados en acercarnos un poco más a este intelectual y su lucidez centenaria. Una de las mejores citas para el otoño.

Hablando de centenarios, acaba de morir Manuel Mindán Manero, el penúltimo amigo vivo de Luis Buñuel, paisano de Calanda, cura que se disfrazó en la guerra de cenetista, orteguiano y muy recordado, con división de opiniones, por los alumnos del Ramiro de Maeztu. Otro raro español que conservó la memoria del país y sus disparates durante más de cien años. ¡Qué raza!

De esos sótanos a otra azotea, en la recuperada vieja iglesia de la plaza de Agustín Lara, en pleno barrio de Lavapiés, sobre una espléndida biblioteca de la UNED, hay otra de las azoteas de moda en este final de verano. Diseño y copas, recitales poéticos, actuaciones musicales en una azotea que nos recuerda que Madrid también se parece a un cuadro de Antonio López. Una acertada manera de devolver al barrio, el más mestizo de los barrios madrileños, un cierto toque de casticismo posmoderno.

Y otra vez de bajada. De Lavapiés al barrio de Salamanca. En pleno barrio burgués se inaugura una nueva galería de arte, una galería renacida de las cenizas de aquellos líos filatélicos que hicieron cerrar a galerías tan importantes como Meta y Almirante. Ahora, Álvaro Alcázar, de familia de galeristas y responsable de la cerrada Meta, abre su propia galería sin ayuda de ningún fórum. Una galería en un garaje del barrio de Salamanca -recordamos otros tiempos, otros años de Andy Warhol en esos sótanos madrileños- que no puede comenzar mejor, una exposición de Andreu Alfaro.

La ciudad sigue bien viva en azoteas y sótanos. Sólo falta que se pongan de acuerdo para ir terminando las calles.

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