Reportaje:EL TURISTA INDISCRETO

Cruceros de agua dulce para disfrutar de las capitales flamencas

Descubrir Ámsterdam, Rotterdam, Amberes o Bruselas sin horarios ni ataduras a bordo de los hoteles flotantes Easy Cruise

Que Holanda es en realidad un enorme delta, constituye un hecho geográfico relegado a los atlas gracias a la destreza mostrada por la población al canalizarlo. Por su territorio llegan al mar el Rin, el Mosa y el Escalda, tres de los mayores ríos europeos convertidos también en importantes vías de transporte de mercancías. O bien de personas. En este caso, de turistas dispuestos a remontar el curso de un trío fluvial de bandera, y de algunos de sus afluentes, a bordo de un crucero diferente. Su destino no son las tradicionales playas del Caribe o las islas griegas. Se trata de capitales europe...

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Que Holanda es en realidad un enorme delta, constituye un hecho geográfico relegado a los atlas gracias a la destreza mostrada por la población al canalizarlo. Por su territorio llegan al mar el Rin, el Mosa y el Escalda, tres de los mayores ríos europeos convertidos también en importantes vías de transporte de mercancías. O bien de personas. En este caso, de turistas dispuestos a remontar el curso de un trío fluvial de bandera, y de algunos de sus afluentes, a bordo de un crucero diferente. Su destino no son las tradicionales playas del Caribe o las islas griegas. Se trata de capitales europeas como Ámsterdam y Bruselas (además de Rotterdam y Amberes), a las que se llega en un hotel flotante que zarpa de madrugada para que el viajero tenga tiempo de disfrutar en tierra.

El pasajero decide dónde baja y dónde sube, qué ciudades recorrer y cómo organizar su tiempo

El padre de la idea es Stelios Haji-Ioannou, fundador de Easy Group y promotor de los vuelos de bajo coste inmerso ahora en la aventura de los cruceros por mar y por agua dulce. El que efectúa la ruta holandesa y belga sólo exige una estancia continuada de dos noches en sus camarotes. El resto lo decide el pasajero: dónde baja y dónde sube de nuevo. Qué ciudades recorrerá y cómo organizará en ellas su tiempo. La única actividad propuesta es la de disfrutar de forma independiente y sin estar sujeto a las fiestas o actos sociales de los demás cruceros al uso. Tal vez por ello, la media de edad del viajero ronde los 33 años y se agradezcan detalles como el de poder desayunar, durante todo el día, en el World Café del barco. Existe, asimismo, un restaurante con horarios clásicos. Si resulta más apetecible no bajar a tierra, de noche hay música en directo y en el World Café Bar, se sirven bebidas calientes y frías y también cócteles.

El barco tiene también una cubierta dispuesta para poder tomar el sol mientras se navega por unos cauces que pasan de la niebla a las mañanas radiantes. En el tramo de Ámsterdam, la nave, Easy Cruise Two, atraca detrás de la estación central de ferrocarril. Aunque los precios varían según el itinerario y camarote elegido (hay de dos y de cuatro camas, con o sin litera, todos con baño y ventana), por 225 euros pueden viajar dos personas. Como se llega a las ciudades hacia las 13 horas, queda el resto de la tarde y la noche para recorrerlas. La hora de zarpar varía, pero es bien entrada la madrugada. Si la escala elegida es Ámsterdam, a los museos, rendidos estos días al 400 aniversario de Rembrandt, puede añadirse un paseo por los canales del centro histórico. Los primeros son un regalo algo multitudinario. Los otros merecen calma para saborear el antiguo dominio de los ricos comerciantes de especias y tulipanes del siglo XVII. Aunque alquilar una bicicleta parezca obligado en la capital holandesa, los anillos de los canales ganan mucho más a pie. Son calles estrechas con puentes y con tráfico en su mayoría, en las que vale la pena detenerse a menudo.

La escala de Rotterdam hay que saber ganarla en lo estético. Destruida por los bombardeos nazis durante la II Guerra Mundial, la ciudad rebosa de edificios singulares. Alejados de la solemnidad de Ámsterdam, han optado por el ingenio y la valentía arquitectónica. Y luego está el puerto, claro. Monumental hasta dar la sensación de que es la ciudad la que está unida a él, y no al revés. Es posible atravesarlo en otro barco especializado. Del resto del crucero, más que Bruselas, la sorpresa puede ser Amberes. Con su propio puerto del Escalda en plena ciudad, buenos restaurantes y galerías de arte, es casi lo más al sur de Europa que puede llegarse (en ambiente y gastronomía, al menos) sin dejar de hablar en holandés. Para ser exactos, en neerlandés, que es la lengua de holandeses y flamencos. De vuelta al barco, no hay peligro de mareo. No supera los 20 kilómetros por hora ni el centenar de pasajeros.

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