VIAJES INVENTADOS

A 9.800 kilómetros de Madrid

Viernes 8 de abril de 2005. Por fin es viernes y estoy a 9.800 kilómetros de Madrid. Hace dos días me llamaron de EL PAÍS para proponerme un viaje, les dije que no y les colgué. Entonces pensé: "Si me vuelven a llamar les digo que sí". Me llamaron y les dije: "Sí". El viaje era a Pyonyang, que es exactamente donde estoy, la capital de Corea del Norte. El presidente de Corea del Norte es el querido líder y camarada Kim Jong Il... ¡Adivinad quién tiene una cita con él!

Desde que llegué estoy acompañado por un señor bastante alto llamado Lee Jong. Fue bajarme del avión y ya estaba allí. Se...

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Viernes 8 de abril de 2005. Por fin es viernes y estoy a 9.800 kilómetros de Madrid. Hace dos días me llamaron de EL PAÍS para proponerme un viaje, les dije que no y les colgué. Entonces pensé: "Si me vuelven a llamar les digo que sí". Me llamaron y les dije: "Sí". El viaje era a Pyonyang, que es exactamente donde estoy, la capital de Corea del Norte. El presidente de Corea del Norte es el querido líder y camarada Kim Jong Il... ¡Adivinad quién tiene una cita con él!

Desde que llegué estoy acompañado por un señor bastante alto llamado Lee Jong. Fue bajarme del avión y ya estaba allí. Se presentó diciendo que era mi guía e intérprete pero desde entonces se ha convertido en mi sombra, literalmente. Llamadme paranoico pero pienso que está aquí para vigilarme.

Cuando no se da cuenta de que estoy mirando se arranca pelos de los orificios nasales, así es Lee Jong.

Sábado 9 de abril de 2005. 7.15 horas. Lee Jong me despierta de un codazo y me dice:

-Arriba, hoy es el gran día y hay mucho que ver.

8.45 horas. Comienza el Lee Jong tour. Visitamos la Torre Juche y el Arco del Triunfo. La torre tiene 170 metros de altura. El arco, 60 metros-.

-¡Aquí todo es a tutiplén!- le digo a Lee Jong.

Él me mira serio y no me contesta.

Atravesando el río Taedong, llegamos al monumento más importante de la ciudad. Es una estatua de bronce de 30 metros de altura de Kim Il Sung, padre del presidente Kim Jong Il. Qué paradoja, el padre mide 30 metros mientras que el hijo mide metro y medio. Quiero inmortalizar la súper estatua pero no encuentro mi cámara. Lee Jong tampoco la ha visto.

Llego a la conclusión de que Pyonyang es como una gran maqueta. Pero no se ve ni un alma por la calle. Es como una gran maqueta pero sin muñequitos.

15.30 horas. Llega el momento de mi encuentro con el querido líder y camarada Kim Jong Il. Estamos en la estación este de ferrocarril y allí se parará el tren privado del presidente. Me espera en el vagón número 2.

15.35 horas. El tren para y Lee Jong y yo subimos. Allí, sentado, está él. Es impresionante. Parece que va disfrazado. Tiene un tupé que ya quisiera el mismísimo Morrisey y unas gafas como de vidente. Se me escapa la risa pero consigo convencerles de que tengo una tos rara desde hace días.

El querido presidente me invita a sentarme y me sirve de su bebida: Cointreau con piña. ¡Señor, qué dulce está! Pero me lo bebo tan del tirón que me sirve otra copa.

-Podemos hablar de dos cosas, joven occidental, o bien de los proyectiles de largo alcance o de las películas de James Bond-. Me levanto y medito por el pasillo del tren qué sería mejor. Echo una ojeada al baño, la puerta está abierta y veo a Lee Jong cantando frente al espejo, al descubrirme esconde algo. Le pregunto qué es y me dice que ha encontrado mi cámara pero está rota.

-No está rota, sólo se ha quedado sin batería- le digo.

Volviendo a la cuestión planteada, creo que quiero hablar de proyectiles de largo alcance.

Media hora después estoy en una estación en algún lugar de Corea, el presidente me dijo que escribiera en una servilleta el peor James Bond de la historia y escribí: Roger Moore.

Miércoles 11 de mayo de 2005. Entre las fotos que imprimo del viaje a Pyonyang aparece una de Lee Jong poniéndose un peine negro debajo de la nariz.

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