Crónica:TOUR 2006 | Cuarta etapa

Para lo que han quedado los españoles

Egoi Martínez, capturado a dos kilómetros de meta, y Gálvez y Freire, segundo y tercero en el 'sprint' de una etapa frustrante

Esto de la raza es un asco, diría el apocalíptico y carpetovetónico seguidor del Tour que hace años, décadas, acuñó aquella frase genial de "sigue haciendo calor en Francia y los españoles sin aparecer". Cómo decae. Adónde vamos a ir a parar. Ya no valemos para nada. 500 años después de que los españoles de Felipe II demostraran a los franceses de qué pasta estaban hechos -y ahí está el Escorial, piedra sobre piedra, granito eterno, para señalarlo aún-, llegan los ciclistas españoles de nuevo al asalto de la ciudad en la que se confeccionaban los turbantes de lino para los turcos y fracasan mi...

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Esto de la raza es un asco, diría el apocalíptico y carpetovetónico seguidor del Tour que hace años, décadas, acuñó aquella frase genial de "sigue haciendo calor en Francia y los españoles sin aparecer". Cómo decae. Adónde vamos a ir a parar. Ya no valemos para nada. 500 años después de que los españoles de Felipe II demostraran a los franceses de qué pasta estaban hechos -y ahí está el Escorial, piedra sobre piedra, granito eterno, para señalarlo aún-, llegan los ciclistas españoles de nuevo al asalto de la ciudad en la que se confeccionaban los turbantes de lino para los turcos y fracasan miserablemente. Por lo menos, de todas maneras, los que se cayeron -Mayo, sudoroso y atacado; Gálvez, acelerado- no se rompieron los huesos. Algo es algo. Pero menudo papelón.

Si hay algo peor que quedar segundo en un sprint es quedar tercero. Y, como si se hubieran puesto de acuerdo para repartirse la frustración, Gálvez, que arrancó en la llegada cuando ya el ágil McEwen había puesto metros por medio, y Freire, a rueda del sprinter catalán, terminaron segundo y tercero en la etapa. Para que nadie se queje. Su llegada fulgurante, pero retrasada, fue el colofón a la otra hazaña del día, la protagonizada por el navarro Egoi Martínez, que tomó el relevo en la clasificación de la combatividad a su paisano y amigo José Luis Arrieta, el héroe de la víspera. Ahí sí que están los españoles. Combativos como nadie. Para que digan.

A Egoi Martínez lo capturaron a dos kilómetros, aunque él, que corre en el Discovery, ya sabía desde mucho antes, incluso desde que comenzó su fuga, en el kilómetro 21, que no iba a ninguna parte. "Bueno, a alguna parte sí que iba", matizó luego en la meta el ciclista, que el año pasado se llevó como recuerdo de su debut en el Tour un diente roto al intentar abrir con la boca una botella de agua. "Ya que estaba a 28 segundos en la general, me hacía ilusión coger todas las bonificaciones posibles para mirar la clasificación y verme ahí arriba". Efectivamente, con la complicidad de sus compañeros de escapada, tres franceses y un inglés -en todas las razas cuecen habas-, Egoi bonificó el primero en los tres sprints intermedios, se abonó con 18 segundos, y terminada la etapa ya era quinto en la general, a 10 segundos de Boonen, que sigue de líder, que sigue sin ganar una etapa.

Ésta, los segundos de vanidad, era una razón para la fuga, para la paliza bajo el calor húmedo, pegajoso, del valle del Somme, pero había otra, una relacionada con la lucha del ciclismo por no ser sólo un deporte de esforzados, de laboriosos penalistas, sino también un compendio de todos los avances científico-técnicos del siglo XXI. Esa razón tiene tres letras: SRM.

El SRM es un aparato alemán que se coloca en las bielas y permite medir no sólo la velocidad, la frecuencia cardiaca, y cosas así, sino que también mide los vatios, la potencia que desarrollan los ciclistas en cada pedalada. Como pesa casi un kilo, normalmente se usa sólo en los entrenamientos, pero un acuerdo entre el fabricante y una cadena de televisión hace que algunos corredores lo usen en etapas intranscendentes del Tour para que los espectadores, tumbados en el sofá, se asusten un rato de lo brutos que son los corredores. Ayer le tocaba llevarlo al equipo Discovery, y el médico, Pedro Celaya, eligió a dos de sus chicos para el experimento. "Lo llevarán Ekimov, porque es el del corazón más lento, y Egoi, el más rápido, y quedará muy espectacular si llega a 205 pulsaciones por minuto, que es su tope", explicaba Celaya antes de la etapa ante un Egoi al que los ojos le brillaban ya de emoción pensando en la exhibición que iba a poder marcarse. Y así fue cómo Egoi Martínez y su imponente planta de corredor, magníficos fémures, larguísimos músculos vastos, la señal de un buen ciclista, acapararon las pantallas del Tour unas cuantas horas. Su planta y sus tripas, sus datos más íntimos: su pulso, su potencia, su velocidad, su cadencia de pedalada. Finalmente, y no es de extrañar tal como fue el día, de amagar y no dar, el ciclista de Etxarri Aranatz no llegó a las 205 pulsaciones por minuto. "El tope ha sido hoy de 199", dijo al final, después de manejar los botones de la maquinita, empapados en sudor. "Pero, mira, he alcanzado los 984 vatios unos segundos. Habrá sido en algún repecho del final".

McEwen se impone en el sprint a Gálvez, de negro a su derecha, y a Freire, que intentó remontar por el exterior.EFE

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