Crónica:Alemania 2006 | Francia, rival de España

Francia salva la papeleta

Los jugadores de Doménech se desprenden de sus vanidades y de su victimismo y ganan con tantos de Vieira y Henry

Nunca tantos franceses juntos invadieron de forma tan pacífica la ribera del Rhin. "Allez le coq!", gritaban. Su selección necesitaba imponerse por dos goles a Togo para asegurarse un puesto en los octavos de final. El momento era especialmente dramático para un grupo de jugadores muy queridos, pero demasiado viejos como para no despertar sospechas. Francia cargaba con el fracaso de 2002 y el partido no se presentaba en el mejor momento. Sin embargo, sus jugadores se comportaron mejor que nunca. Derrotaron a Togo con solvencia y se pusieron en el camino de España.

Francia recordó...

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Nunca tantos franceses juntos invadieron de forma tan pacífica la ribera del Rhin. "Allez le coq!", gritaban. Su selección necesitaba imponerse por dos goles a Togo para asegurarse un puesto en los octavos de final. El momento era especialmente dramático para un grupo de jugadores muy queridos, pero demasiado viejos como para no despertar sospechas. Francia cargaba con el fracaso de 2002 y el partido no se presentaba en el mejor momento. Sin embargo, sus jugadores se comportaron mejor que nunca. Derrotaron a Togo con solvencia y se pusieron en el camino de España.

Francia recordó en el primer tiempo al equipo pujante que fue una vez. La angustia suele tener efectos saludables en los equipos sin identidad. No hay sentimiento más puro que el miedo y cuando los futbolistas lo experimentan suelen expresarse de forma auténtica. Francia, que es una selección en busca de referencias, ni chicha ni limonada, jugó su partido más completo del Mundial bajo condiciones de máxima tensión. Se defendió con orden, movió bien la pelota y generó ocasiones. Ante el peligro de quedar eliminados, los futbolistas se quitaron el lastre de vanidades y despojaron al juego de todos los aditivos que lo convierten en superfluo. Puestos a salvarse, se buscaron unos a otros y se encontraron por necesidad. En ese encuentro descubrieron que el camino más corto a la portería contraria empezaba por un centro del campo rico en variantes y bien jerarquizado. No es casualidad que todo esto coincida con la reaparición de Makelele y Vieira. Entre los dos dotaron al equipo de una coherencia. Se burlaron de la presión.

Doménech se había ufanado de lo tácticamente perfecto que era su equipo. Hasta ayer Francia no fue otra cosa que un grupo de gente cauta que firmaba pólizas por todo el campo. Ayer el partido se abrió como se rompe un dique. La portería de Agassa recibió una andanada de tiros. En esta oleada Trezeguet justificó su reclamo de protagonismo con una actividad desbordante. El franco-argentino celebró su titularidad con cuatro remates en los primeros quince minutos. Los balones se le fueron por poco o los paró el portero togolés. Los intentos de Henry tuvieron el mismo final. A Ribéry no le fue mejor. Pero el arranque fue un indicio de que algo estaba cambiando. Francia, que se había preocupado excesivamente por controlar los partidos desde la defensa, resolvió manejarlos desde las llegadas en masa al arco contrario.

Francia se presentó en Colonia con dos extremos y dos puntas por delante de Vieira y Makelele. De todos los personajes que habitaron el ataque francés, el más incisivo fue Ribéry. Hubo algo conmovedor en la tenacidad de este joven de 22 años, que tiene la cara cruzada de horribles cicatrices. Ribéry partió como extremo derecho, pero encaró por los dos costados, tiró diagonales, metió centros y fue una máquina de proveer a los puntas. Le falta rebajar las pulsaciones. Se apresura. Suele definir mal. Pero fue capaz de mantener a raya a Togo y oxigenó a su propio equipo. Si bien sus incursiones no desembocaron en gol tuvieron un efecto intimidatorio que vino muy bien a Francia para ganar tiempo a la espera de un golpe que la liberase del victimismo.

El golpe llegó en el segundo tiempo. Vieira apareció a la espalda de los centrales africanos para rematar un pase de Ribéry. Abrió el marcador y liberó toda la tensión acumulada con un tiro raso. Vieira, que había comenzado el campeonato medio anquilosado, dando señales de final de trayecto y planteando la incógnita del porqué de su presencia en Alemania, se hizo justicia con un gran partido. Se ofreció para enchufar al medio campo con la delantera, marcó el primer gol y sirvió el segundo de cabeza para que Henry lo pusiera en el fondo de la red. Con estos tantos Francia ganó su primer partido mundialista desde la final de París en 1998. "Allez le coq!".

Henry (a la izquierda) celebra su gol junto a Malouda.REUTERS

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