Reportaje:Golf

Ogilvy se hace 'grande'

El australiano conquista el open de EE UU en el terrible campo de Winged Foot, por delante de Mickelson, Montgomerie y Fuyrk

El australiano Geoff Ogilvy fue quien más resistencia ofreció al indómito campo de Winged Foot y, con 285 golpes (cinco sobre el par), se impuso en el Open de Estados Unidos, el segundo grand slam cronológicamente del año. El recorrido neoyorquino del Winged Foot Golf Club sonrojó a más de uno, desesperó al resto y, finalmente, acabó por despedazar a los supervivientes. Despellejó a todos. No hubo participante capaz de doblegarlo. Ni siquiera Ogilvy, el triunfador, de 29 años. Para los tiempos que corren, en los que los palos de acero reducen en lo posible los fallos de los jugadores y...

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El australiano Geoff Ogilvy fue quien más resistencia ofreció al indómito campo de Winged Foot y, con 285 golpes (cinco sobre el par), se impuso en el Open de Estados Unidos, el segundo grand slam cronológicamente del año. El recorrido neoyorquino del Winged Foot Golf Club sonrojó a más de uno, desesperó al resto y, finalmente, acabó por despedazar a los supervivientes. Despellejó a todos. No hubo participante capaz de doblegarlo. Ni siquiera Ogilvy, el triunfador, de 29 años. Para los tiempos que corren, en los que los palos de acero reducen en lo posible los fallos de los jugadores y su técnica está depurada casi hasta la exageración, es algo inaudito. Aunque esta competición suele ser complicado por excelencia. En 2000, por ejemplo, el estadounidense Tiger Woods la ganó en Pebble Beach con 12 bajo par y Miguel Ángel Jiménez, que acabó el segundo, quedó con +3 -la mayor diferencia de la historia en un grand slam entre el primero y el segundo.

Hoyo 14, tensión cortante, aire suave y la bola en pleno rough, envuelta por completo, perdida entre el césped. ¡Zas! Golpeo corto, suave, armonioso, plástico, certero, definitivo. Una vez más, el norteamericano Phil Mickelson demostró su genialidad, su temple, su categoría. Colocó la pelota a escasos cinco metros del agujero. Después, un putt limpio. Birdie y líder con dos golpes de ventaja. Pero se desinfló. El escocés Colin Montgomerie, con un putt y un birdie magnífico en el hoyo 17, le apretó en exceso. Pero también acusó la presión en el 18 y, con un doble bogey, se quedó sin ganar, de nuevo, un grande. En el 18, Mickelson realizó el mismo error, otro doble bogey. Ogilvy, en cambio, mantuvo el temple y aguantó el tirón con sucesivos pares. Le sirvió para ganar.

Los rumores de la Masacre del 1974 -título que se le puso al campo de Winged Foot ese año, cuando el ganador de uno de los torneos del circuito, Hale Irwin, quedó siete sobre par- se cernían por la casa club. Las características del campo, considerado como el octavo mejor del mundo, se les han atragantado a los golfistas. Poco ayudaron las lluvias caídas en Nueva York la semana anterior. El terreno, según los especialistas, no drena en exceso y se quedó pesado. Quizás los dos primeros días las precipitaciones suavizaron un tanto los greens, pero también otorgaron al rough una altura mayor de la estimada, lo que no hizo otra cosa que dificultar aún más los golpes. Ya en 1984, cuando se disputó en este campo por primera vez el US Open y lo conquistó con más sudores que otra cosa el laureado Fuzzy Zoeller, el recorrido diseñado por Albert Warren Tillinghast hizo honor a los apelativos del arquitecto: destructor de egos y rompetarjetas.

Winged Foot es desalmado, no perdona. Si el golfista está en un momento poco dulce en su juego o un pelín descentrado o desentrenado, no hay posibilidad de escapatoria, de ganarle. No en vano el mejor de todos, Woods, no pasó el corte. A buen seguró que le afectó la reciente muerte de su padre, Earl. Pero el campo no ha podido disimular su falta de práctica en los últimos días. Tampoco rebasaron el corte ilustres como el neozelandés Michael Campbell, el estadounidense Davis Love o el surafricano Retief Goosen. Es el campo, con 6.546 metros, más largo de la historia centenaria del US Open. Pero no sólo eso, sino que las calles son estrechísimas. Salirse del fairway en Winged Foot supone un verdadero quebradero de cabeza para los golfistas, que deben escoger palos muy largos para cubrir una gran distancia. El rough, alto, altísimo en según qué sitios, convence pronto a los jugadores de desdeñar el wedge. Incluso los búnkers son un alivio. Los golfistas saben que esa bola enredada con la arena es la suya y, además, suele estar bastante limpia. Pero los greens -una vez secado el campo- les devuelven a la dura realidad: son bastante duros y convierten a la pelota en un objeto casi incontrolable. Con todas estas características, inconvenientes para la mayoría, sólo quien roza la perfección puede retar al campo. O, lo que es lo mismo, Mickelson. Pero falló en el último hoyo. No así Ogilvy.

El australiano celebró el título desde la casa club, el tercer trofeo de su carrera, su primer grande. Una victoria que truncó los éxitos de Mickelson -había ganado el Campeonato de la PGA norteamericana del curso pasado y el Masters de Augusta de éste- y el sueño de Montgomerie -nunca ha conseguido un grande-. Pero en Nueva York sólo Ogilvy estrechó las manos al rocoso Winged Foot. Aunque lo hiciera con cinco golpes sobre el par.

Clasificación final: 1. G. Ogilvy (Aus.), 285 golpes. 2. Ph. Mickelson (EE UU), C. Montgomerie (Esc.) y J. Furyk (EE UU), 286. 5. P. Harrington (Irl.), 287. 16. M. Á. Jiménez, 291. 21. J. M. Olazábal, 292.

Geogg Ogilvy estudia la caída de un green durante el recorrido de ayer.

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