Reportaje:Alemania 2006 | Argentina - Serbia y Montenegro

El silencio de Messi

El jugador escapa a las jerarquías impuestas en la selección, donde su explotación mercantil ha disparado las suspicacias entre sus compañeros

Lo primero que vieron Riquelme, Heinze, Sorín, Ayala y Scaloni al llegar a Roma fue una foto mural de Adidas con un Messi de tamaño colosal. Cuando la selección argentina terminó su primera etapa de preparación previa al Mundial, hace dos semanas, se trasladó a Salerno para jugar un partido amistoso. Entre los dos extremos de la bahía de Nápoles los veteranos siguieron comprobando que en el santuario de Maradona ellos no eran más conocidos que el pequeño camarada silencioso que tenían al lado y que los examinaba desde sus penetrantes ojitos marrones. En el hotel, cuando repasaban los diarios, ...

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Lo primero que vieron Riquelme, Heinze, Sorín, Ayala y Scaloni al llegar a Roma fue una foto mural de Adidas con un Messi de tamaño colosal. Cuando la selección argentina terminó su primera etapa de preparación previa al Mundial, hace dos semanas, se trasladó a Salerno para jugar un partido amistoso. Entre los dos extremos de la bahía de Nápoles los veteranos siguieron comprobando que en el santuario de Maradona ellos no eran más conocidos que el pequeño camarada silencioso que tenían al lado y que los examinaba desde sus penetrantes ojitos marrones. En el hotel, cuando repasaban los diarios, los jugadores encontraban el mismo mensaje que los despidió de Buenos Aires: el mejor es Messi. El símbolo de la selección es ese chico raro que llega al torneo intentando recuperarse de una lesión.

En una concentración para hacer grupo no abrió la boca ni para pedir las mollejas
Ven su mutismo como un acto revolucionario escondido tras el subterfugio de la timidez
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Argentina, como Italia, es una selección que ha hecho historia al borde de la autodestrucción. Lionel Messi está en el foco de las grandes contradicciones históricas del equipo. Los antecedentes no obran en su favor. Su carácter tampoco. Habla poco hasta cuando está con su familia y tiene tendencia a refugiarse en su mundo interior. El seleccionador, José Pékerman, está convencido de que se trata de su jugador más fantástico. Pero intuyó que no servía para político cuando en la última Navidad no acudió a las instalaciones de la AFA a visitarlo, como hicieron todos los integrantes de la selección que pasaron sus vacaciones en Argentina. Al revés que el resto, Messi no dio señales de vida. Hubo ocasiones en que los técnicos de la AFA no pudieron ponerse en contacto con él porque no cogía el teléfono.

En Argentina, Messi es el gran fenómeno publicitario. Ha grabado anuncios para Pepsi, Repsol YPF, yogures La Serenísima, zapatos Storkman y electrodomésticos Garbarino. Las multinacionales se mezclan con las firmas locales a ritmo frenético. Ha compartido el set de rodaje con Maradona, y uno de los eslóganes es: "Firmamos con los mejores". Además de inquietar al Barcelona, que pensaba que Messi acudía a Argentina exclusivamente para recuperarse de su lesión, la explotación mercantil del futbolista ha disparado las suspicacias entre sus compañeros de selección. El gremio de los futbolistas es celoso hasta el paroxismo y se obstina en imponer jerarquías de hierro. En este ámbito, Messi resulta excéntrico.

En su primer entrenamiento con Argentina, en agosto del año pasado, en vísperas de un amistoso contra Hungría, Messi hizo con naturalidad lo que ha hecho desde que conoció la pelota. Agredió a su oponente sin mirarle el DNI. En el documento se leía: 'Gabriel Heinze, 27 años, defensor argentino'. Lo que no se leía pero resultaba conveniente saber por razones políticas era que Heinze era y sigue siendo uno de los edecanes de Pékerman. Pues Messi no atendió a estos detalles. Lo encaró una, dos, tres veces, y siempre se fue cómo y por donde quiso. A los diez minutos Heinze se sintió herido en la hombría. Cuando un central argentino experimenta esta clase de sentimientos se convierte en una máquina de cortar ligamentos. Heinze pareció obedecer a esta reacción instintiva cuando dirigió sus tacos contra el pequeño atrevido. Al ver el peligro que corrían sus jugadores, uno de perder el honor, el otro de perder una rodilla, el seleccionador llamó a Messi y lo mandó a entrenarse a otra parte. Al día siguiente Messi debutó y fue expulsado. Un mal comienzo.

En la concentración argentina de Núremberg este episodio se ha repetido. Unas veces Milito, otras Coloccini, otras Scaloni, se han erigido en los vengadores de la integridad moral del defensa argentino. Tal vez lo hicieron con una sana intención educativa, porque ven que Messi actúa sin atender a ciertos códigos consuetudinarios. Tal vez sin imaginar que Messi es la única posibilidad que tienen de jugar la final de Berlín y de ganarla.

Durante la convivencia de la selección en Madrid, por la noche los jugadores comieron un asado. El asado no es una barbacoa. Es la ceremonia pagana en la que los gauchos sellan su pacto de amistad. En aquella velada, auspiciada por Pékerman para "hacer grupo", Messi dio señales alarmantes. Simplemente no abrió la boca ni para pedir que le pasaran las mollejas. Muchos compañeros perciben este silencio como una amenaza. Un acto revolucionario escondido tras el subterfugio de la timidez. La prueba palpable de que el chico de Rosario es una fiera peligrosa capaz de comerse una vaca sin pedir permiso.

Riquelme se entrena con la pelota mientras Messi hace ejercicios físicos.EFE

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