Necrológica:

Juan Maján, 'El Chulillo', especialista cinematográfico

Participó en 'Ben-Hur', 'Lawrence de Arabia' y 'Doctor Zhivago'

Se nos ha muerto Juan Maján, El Chulillo, como a él le gustaba llamarnos y que así le dijéramos sus incontables amigos. Se nos ha ido como vivió, sencillo, discreto, sin hacer ruido. Y con él, se nos ha escapado una parte importante de nuestra vida. A quienes le queríamos y al cine, al que dedicó su vida y siempre estuvo agradecido. Pero así era Maján, como todos los grandes, agradecía siempre a quien debía agradecerle.

A su trabajo como especialista, primero y, sobre todo después, como director de acción -Maestro de Armas, se le decía a su oficio años atrás-, le debemos gran par...

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Se nos ha muerto Juan Maján, El Chulillo, como a él le gustaba llamarnos y que así le dijéramos sus incontables amigos. Se nos ha ido como vivió, sencillo, discreto, sin hacer ruido. Y con él, se nos ha escapado una parte importante de nuestra vida. A quienes le queríamos y al cine, al que dedicó su vida y siempre estuvo agradecido. Pero así era Maján, como todos los grandes, agradecía siempre a quien debía agradecerle.

A su trabajo como especialista, primero y, sobre todo después, como director de acción -Maestro de Armas, se le decía a su oficio años atrás-, le debemos gran parte de nuestras emociones como espectadores y buen hacer como cineastas. Él fue quien condujo los caballos de Messala, el malo enfrentado a Charlton Heston en la legendaria carrera de cuadrigas de Ben-Hur; John Wayne, erguido en lo alto de una diligencia girando vertiginosamente alrededor de la pista del circo, en El mayor espectáculo del mundo; Ursus, doblegando implacable al toro del Mediterráneo... Pero, sobre todo, quien preparó cuidadosamente los trucos y las escenas de acción en Lawrence de Arabia, La caída del imperio romano, Doctor Zhivago, Rey de reyes, Papillón, Conan, El viento y el león, Los caballistas, Curro Jiménez, Marcha o muere, Los desastres de la guerra, Espartaco, Flesh & Blood, Rojos, 800 balas, 1941 o El imperio del sol, por nombrar sólo algunas de las películas de su prestigioso y extenso currículum.

El azar quiso romper el destino que la vida le tenía marcado. La crueldad de la guerra le apartó de su aldea natal donde, según él mismo aseguraba, se habría convertido en "un oso de la montaña". Y no lo decía en sentido peyorativo, sino aludiendo al impresionante físico con el que la naturaleza le había dotado. Fue su gran fortaleza la que le hizo empezar en la lucha libre, creo recordar que por una apuesta que hizo un oficial del ejército -que a la vez era una suerte de tutor de Maján- con otro de un batallón distinto que presumía de contar entre sus filas al hombre más fuerte de la tropa. Maján venció aquel primer combate de manera fulminante y también los siguientes. Su fama no tardó en extenderse y al poco se alzó con el campeonato de España, tras lo que pasó a combatir como luchador profesional de manos de un avispado agente que le llevó de gira por el continente donde le presentaba como "el Tarzán español". Al sobrenombre ayudaba la compañía de un chimpancé que saltaba al ring junto a El Chulillo dando saltos, manotazos y aspavientos, el taparrabos que vestía y su perfil de escultura griega. Pero a Maján aquello no le gustaba. A pesar de su juventud e ingenuidad, pronto se dio cuenta de su condición de casi esclavo, de gladiador que sólo servía para el disfrute de las adineradas damas del norte de Europa. Una pelea en la que descubrió que lo que había empezado casi como un juego se estaba tiñendo de violencia y su llamada a filas le motivaron a escapar hacia América en compañía de una troupe de pelotaris. Pero la fuga quedó sólo en el intento. Habían pensado realizar el viaje partiendo en una barca de remos desde las islas Canarias. Tras varios días perdidos en el océano, se dieron cuenta de que no hacían más que dar vueltas y finalmente fueron rescatados. El auge de las películas de romanos, del género del péplum y la cuadriga, le condujo hasta Italia, donde tuvo un primer contacto con el cine trabajando en algunas películas. Allí conoció a quien sería una de las personas que marcarían su futuro, Yakima Canut, un indio americano cuyo conocimiento de los caballos le había llevado a especializarse en preparar las escenas de acción de la época dorada del western junto a directores de la talla de John Ford en películas como La diligencia, Fort Apache o El gran combate. El carácter de Maján, cargado de bondad, afable y trabajador, así como sus dotes profesionales, llamó la atención de Canut que decidió poco menos que prohijarlo y llevarle con él a Hollywood. Allí vivió en su casa, con sus hijos -"mis hermanos", les llamaba El Chulillo-, aprendiendo el oficio de especialista y los trucos que desarrollaría a lo largo de su carrera como director de acción. A menudo, Maján nos contaba las largas jornadas de trabajo con los caballos, enseñándoles a caerse de mil y una maneras; preparando los trabones para que éstos se derrumbaran con mimo y cuidado para que ni jinete ni cabalgadura sufrieran el menor daño. Y también las noches que había pasado, encaramado en lo alto de un árbol, espiando los secretos que su maestro Yakima guardaba celosamente, los trucos que preparaba él solo, con las primeras luces del alba, antes que el set de rodaje se llenara con el bullicio del equipo de filmación.

Luego, cuando las grandes producciones se trasladaron a Europa y sobre todo a España, Maján no paró de trabajar haciendo crecer sus conocimientos adquiridos con lo nuevo que inventaba o descubría, porque para él, auténtico creador, gran vocacional, cada película que hacía era la primera en su carrera a pesar de su experiencia. Siempre era el primero que llegaba, sonriente, con su característico andar montañés, a pasitos cortos pero firmes. Nunca decía "esto no se puede hacer". Si acaso se quedaba en silencio, silbando por lo bajini y tras un tiempo te llamaba, "¡Chulillo, ven!", y te contaba, casi al oído, cómo resolver el problema. Y lo hacía así para que el mérito te lo llevases tú. No le hacían falta los laureles. A él, con disfrutar con el trabajo bien hecho le bastaba. Disfrutaba con todo lo que el cine le había regalado: los viajes, los compañeros, la experiencia... Pero sobre todo con querer a su mujer -"la gallega"-, a su hija y a su nieta. Y también a sus amigos, su familia adquirida y que tanto le echaremos de menos. Como el cine.

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