Fútbol del bueno en San Siro

El homenaje a Albertini reúne a viejas glorias del Milan y el Barça con Rijkaard en la alineación

Hay cosas que, pese al paso de los años, no cambian. Ni la eficaz elegancia de Marco van Basten, que marcó de cabeza un gol de enorme plasticidad ante Zubizarreta, ni por ejemplo las croquetas de Laudrup en apenas un metro cuadrado del área. San Siro, en Milán, reunió anoche a una colección de leyendas del fútbol -hubo en el estadio hasta siete balones de oro- para rendir homenaje a Demetrio Albertini, el centrocampista rossonero que realizó buena parte de su carrera en el Milan y que la acabó el año pasado jugando seis meses en el Camp Nou. El Milan y el Barça empezaron e...

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Hay cosas que, pese al paso de los años, no cambian. Ni la eficaz elegancia de Marco van Basten, que marcó de cabeza un gol de enorme plasticidad ante Zubizarreta, ni por ejemplo las croquetas de Laudrup en apenas un metro cuadrado del área. San Siro, en Milán, reunió anoche a una colección de leyendas del fútbol -hubo en el estadio hasta siete balones de oro- para rendir homenaje a Demetrio Albertini, el centrocampista rossonero que realizó buena parte de su carrera en el Milan y que la acabó el año pasado jugando seis meses en el Camp Nou. El Milan y el Barça empezaron el partido con sus veteranos -el equipo de Fabio Capello y el de Johan Cruyff- y jugaron la segunda parte con sus futbolistas actuales. Albertini, de 34 años, actuó con los dos equipos. Y el Milan venció por 3-2.

"Grazie, Demetrio", se leía en una enorme pancarta colgada de unas barandillas del estadio milanés. Más de 35.000 espectadores acudieron a la cita futbolística, coronada con un fiesta de música y juegos artificiales. Las luces se apagaron y Albertini apareció en el césped para dar en solitario una vuelta al estadio. Un foco le siguió mientras sonaban las notas de A mi manera. No pudo reprimir las lágrimas cuando las cámaras de televisión intercalaban la imagen de Silvio Berlusconi, primer ministro italiano y de alguna manera patrón del Milan, aplaudiendo en el palco. El Barça se convirtió en un testigo del emotivo homenaje. Debió de pensar que no se han visto muchos de ese calibre en el Camp Nou.

Media Europa futbolística participó en la fiesta de Albertini, que reunió a las viejas glorias del Milan, como Baresi, Maldini, Desailly, Van Basten, Gullit (ahora con el pelo corto) y... Rijkaard, que ayer olvidó su pasado rossonero como jugador y se alineó con el dream team entrenado por Johan Cruyff. Con la camiseta de color pistacho, el actual técnico azulgrana lució el número 4 junto a Zubizarreta, Alexanko, Sergi, Nadal, Eusebio, Goikoechea, Amor, Julio Salinas y Laudrup. Koeman, en el Benfica, y Bakero, en la Real, rechazaron la invitación por sus inminentes compromisos ante el Barça.

Bromeando con sus ex compañeros, Rijkaard apenas quiso tener presencia en el juego y a los 25 minutos fue relevado por Maxi. Pero antes ya habían pasado cosas: Albertini, acogido con aplausos en cuanto salió a saludar al campo acompañado de sus dos hijos, batió a Zubizarreta en la primera ocasión que tuvo. El centrocampista chutó una falta cometida desde 40 metros y marcó. Cuatro minutos después, Van Basten demostró una vez más por qué se le consideró uno de los mejores delanteros del mundo: anotó un golazo de cabeza. El dream team apenas pudo ofrecer resistencia y Nadal acabó metiendo en propia puerta el tercero. Ezquerro, tras fallar una preciosa asistencia de Laudrup, marcó el gol del Barça a centro de Goikoechea.

Y hay más cosas que permanecen inamovibles. San Siro confrontó ayer a jugadores de generaciones diferentes que encarnan dos culturas futbolísticas opuestas: la de la organización defensiva y el contragolpe, y la del fútbol de ataque. El Milan de Capello, que hundió al Barça de Cruyff en la final de Atenas en 1994, y el actual, el Milan de Ancelotti frente al Barça de Rijkaard, destinados a verse la cara en las semifinales de la Liga de Campeones si ambos superan sus eliminatorias ante el Olympique de Lyón y el Benfica, respectivamente. Rijkaard alineó a la mayoría de sus jugadores titulares en el tramo final del partido, pero su reacción solo les llegó para que Eto'o marcara de penalti.

"Ronaldinho, vente al Milan", se leía también en otras pancartas para animar al gaucho para que se plantee jugar en el calcio. "Le quiero en el Milan", dijo Berlusconi. Pero el Barça, que ganó al Milan en el Gamper de hace dos años, no apretó el acelerador y se limitó a sumarse a la fiesta de un jugador que, con una vitrina llena, se retiró anoche a lo grande: cinco scudettos, una Copa de Europa, tres Supercopas de Italia, una Supercopa de Europa y una Liga con el Barça.

Rijkaard (derecha) y Albertini, durante el partidoANTONIO CALANNI

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