Crítica:CLÁSICA

Momentos

Casi recién coronado en el MIDEM con dos premios -mejor grabación del año y mejor interpretación de música antigua- su disco Romances y músicas del Quijote, volvía Jordi Savall al Liceo de Cámara del que de vez en cuando es excepción a los repertorios propios del ciclo. Y con gran contento, al parecer, de los abonados, que, llenando el auditorio, demostraron que no se afligen por entrar en un territorio como éste, un tanto vedado, y que disfrutar es lo primero. El ambiente era el de siempre, con ese silencio y ese respeto tan característicos del público de esta serie. Junto al violagamb...

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Casi recién coronado en el MIDEM con dos premios -mejor grabación del año y mejor interpretación de música antigua- su disco Romances y músicas del Quijote, volvía Jordi Savall al Liceo de Cámara del que de vez en cuando es excepción a los repertorios propios del ciclo. Y con gran contento, al parecer, de los abonados, que, llenando el auditorio, demostraron que no se afligen por entrar en un territorio como éste, un tanto vedado, y que disfrutar es lo primero. El ambiente era el de siempre, con ese silencio y ese respeto tan característicos del público de esta serie. Junto al violagambista catalán formaban dos nombres de primera clase en estas músicas: uno desde hace ya tiempo -Pierre Hantaï- y el otro cada día con mayor fuerza -Xavier Díaz-Latorre-. Los tres tocaron juntos pero también por separado: Savall, una Fantasía del Maestro de Sainte-Colombe; Hantaï, tres piezas de Couperin el Grande y Díaz-Latorre, una Chacona de De Visée.

Liceo de Cámara

Jordi Savall, viola de gamba. Pierre Hantaï, clave. Xavier Díaz-Latorre, tiorba. Obras de Marais, François Couperin, Sainte-Colombe y De Visée. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de febrero.

La sesión tuvo el excelente nivel general propio de tales figuras, y si algo le faltó fue un poquito de continuidad en la intención, de pellizco permanente, mantener la tensión. Y no por parte de Savall, que era quien tiraba del trío. Hantaï, ya se sabe, es a veces un poco frío, aunque sea un intérprete de altísima calidad, y Díaz-Latorre debiera empezar a pensar que es muy bueno y vencer cierta timidez. Lo hizo en la pieza de De Visée y nos dejó con la boca abierta. Fue una extraordinaria versión, uno de los mejores logros de una tarde de magníficos momentos aislados. Otro estuvo en el final de la Suite d'un Gout Etranger de Marin Marais, donde Savall dictó lección técnica y expresiva que repetiría después en la Fantasía de Sainte-Colombe. Hantaï lució en su Couperin en solitario esa claridad que le caracteriza, ese exponer la música como pocos lo hacen hoy entre los de su cuerda. Esas emociones fueron las que quedarán de este concierto con obras tan hermosas y músicos tan sobresalientes.

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