Columna

El tic

Tenemos un problema añadido con Dick Cheney, y es el de la metáfora. Quería dispararle a las codornices y le metió doscientas postas a un amigo. Un rifle, una escopeta, son herramientas tan sencillas como peligrosas. Sólo tienen una tecla. Es el problema del disparo accidental o impulsivo. El cazador, cuando apunta al blanco, sólo vive ese tiempo, lo que se ha dado en llamar el totalitarismo del presente. Prescinde del antes y el después. La pieza, no. Sólo vive el antes y, con suerte, el después. Mientras caza, mientras apunta, el cazador disfruta de su condición de cazador. Vive ese instante...

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Tenemos un problema añadido con Dick Cheney, y es el de la metáfora. Quería dispararle a las codornices y le metió doscientas postas a un amigo. Un rifle, una escopeta, son herramientas tan sencillas como peligrosas. Sólo tienen una tecla. Es el problema del disparo accidental o impulsivo. El cazador, cuando apunta al blanco, sólo vive ese tiempo, lo que se ha dado en llamar el totalitarismo del presente. Prescinde del antes y el después. La pieza, no. Sólo vive el antes y, con suerte, el después. Mientras caza, mientras apunta, el cazador disfruta de su condición de cazador. Vive ese instante con ebriedad, incluso puede asociar un buen disparo, el impacto y la caída de lo abatido con una intervención artística en el espacio. Se ha hecho mucha poesía con la caza, como se ha hecho con las guerras. De todas formas, no acabo de ver a Cheney rememorando a Walt Whitman en el acecho a las codornices. Es más verosímil intuir en la rima sincopada de las codornices el eco de un canto de Emily Dickinson.

El incidente de caza de Cheney coincide con la fuga de Guantánamo. No, nadie ha huido, nadie puede huir de ese territorio, convertido en un estado de excepción jurídica, en un cráter moral en el que han desaparecido los peldaños de la civilización. Lo que ha huido, como una codorniz, es el topónimo llevándose consigo todo lo demás. Es el malestar de los lugares a los que no se les ha consultado su usurpación. Lo mismo ocurre con Abu Ghraib y tantos otros. El tiempo como un totalitarismo del presente no respeta el antes y el después de los lugares. Los mancha, los contamina, los calcina, y luego los oculta en un Alzheimer geo-moral. Por eso los lugares huyen, se deslocalizan, se vuelven nómadas. ¿Dónde está hoy Guantánamo? Aparece y desaparece. Es un edema que cambia de sitio en la piel del planeta. Tiene la forma de un tic imperial. Como decía un ocurrente jurista compostelano, hay tiros que salen por la horma del zapato. Guantánamo pertenece al capítulo de la caza, convertido en fatídico fuego amigo contra la democracia. En los momentos en que Guantánamo no se ve, es que está en las tripas de la civilización. Una y otra vez, lo vomita.

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