Reportaje:

Vidas de circo

Tras el escenario de la gran carpa del Cirque du Soleil se esconden 160 historias personales y un único estilo de vida

Wang Junru es china y tiene 11 años. Es la benjamina del equipo de Dralion, el último espectáculo del Cirque du Soleil. Todas las mañanas a las 12.00, como cada uno de sus compañeros, empieza su entrenamiento. Wang realiza un número en el que actúa sola. Sobre un bastón, situado en una alta plataforma, la pequeña se mantiene en equilibrio con una sola mano, se contorsiona hasta tocarse las mejillas con los pies y cambia de mano con rapidez, quedando suspendida unas milésimas de segundo en el aire. Pero no es ésta la única tarea de equilibrismo que la niña sobrelleva cada día. También ti...

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Wang Junru es china y tiene 11 años. Es la benjamina del equipo de Dralion, el último espectáculo del Cirque du Soleil. Todas las mañanas a las 12.00, como cada uno de sus compañeros, empieza su entrenamiento. Wang realiza un número en el que actúa sola. Sobre un bastón, situado en una alta plataforma, la pequeña se mantiene en equilibrio con una sola mano, se contorsiona hasta tocarse las mejillas con los pies y cambia de mano con rapidez, quedando suspendida unas milésimas de segundo en el aire. Pero no es ésta la única tarea de equilibrismo que la niña sobrelleva cada día. También tiene que hacer hueco a sus clases de chino, Matemáticas e Historia en el camión-escuela que sigue a los artistas allá donde van.

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Wellington Lima es brasileño y tiene 26 años. Lleva ocho en el Circo del Sol. Participa en el número del trampolín, en el que él y otros seis compañeros suben y bajan por paredes verticales y saltan entre camas elásticas hasta tocar, como él mismo dice, "casi el cielo". No ve a su familia desde 2004. Cuando termine en Sevilla, tendrá unos días para volver a su tierra. Pero del circo no se aburre. El saltarín asegura que, aunque la edad para brincar termine, está dispuesto a quedarse en la gran carpa, haciendo cualquier otra cosa. Wellington ha hecho su vida allí, donde tiene a muchos de sus amigos y a su novia, también artista, aunque esto último conlleve "ventajas y desventajas".

Henriette Gbou viene de Costa de Marfil y tiene 32 años. Allí participaba en danzas tribales. A su familia le costó entender que iba a cobrar por bailar y estuvo a punto de impedir su partida. Aunque parece una cría de 15, esta africana lleva ya muchos años en el circo. Henriette representa a Gaya, la tierra. La artista mantiene el ritmo todas las noches en una danza incombustible. Sin embargo, entre las caravanas del circo, Henriette es tranquila, y su paso sosegado no hace pensar que es capaz de sacudir sus extremidades con celeridad.

Son algunas de las vidas del Cirque du Soleil. Pero hay más de 160 almas que conviven a diario bajo la gran carpa. Allí van a clase las más pequeñas, entrenan los trapecistas, equilibristas o malabaristas; cosen, remiendan y tintan los de vestuario, gestionan los oficinistas, se comunican por Internet los nostálgicos o preparan menús de todas las nacionalidades y tipos los cocineros. Es el día a día que se necesita para el maravilloso espectáculo .

Pero para que el show funcione no sólo hace falta organización. Son necesarias muchas horas de trabajo. Sobre el escenario, Michael Smith, repasa con los artistas uno de los números. En el espectáculo de la noche anterior hubo algunos fallos que hay que remendar. "En un circo de este nivel no pueden suceder esas cosas", afirma tajante el director creativo de Dralion sobre uno de estos errores. Wang Junru se trabó al saltar a la comba en el cierre de la función, la última escena, "es un momento cumbre. Algo así no puede pasar, aunque la artista sea muy pequeña", explica el coreógrafo.

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