Crítica:CLÁSICA

Sacro y nocturno

Siempre han sido interesantes los programas de José Ramón Encinar, bien trabados, descubriendo cosas, inteligentemente concebidos desde su interés por lo contemporáneo y sus raíces inmediatas. Con el tiempo, el maestro madrileño ha seguido en los trece de sus propuestas pero, como ha crecido, resulta que ya no nos impresiona sólo por lo que hace sino por cómo lo hace. O dicho de otra forma: cada vez dirige mejor. Desde luego, es su obligación, pero no me negarán que hay muchos que no la cumplen y ahí andan. De manera que aquel que fuera abanderado de la modernidad y responsable de tanta nueva ...

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Siempre han sido interesantes los programas de José Ramón Encinar, bien trabados, descubriendo cosas, inteligentemente concebidos desde su interés por lo contemporáneo y sus raíces inmediatas. Con el tiempo, el maestro madrileño ha seguido en los trece de sus propuestas pero, como ha crecido, resulta que ya no nos impresiona sólo por lo que hace sino por cómo lo hace. O dicho de otra forma: cada vez dirige mejor. Desde luego, es su obligación, pero no me negarán que hay muchos que no la cumplen y ahí andan. De manera que aquel que fuera abanderado de la modernidad y responsable de tanta nueva música, sin dejar de serlo, ha sabido quitarse de encima una de esas etiquetas que entre nosotros suelen ser mortales de necesidad para llegar, al fin, a ser, por encima de todo, un excelente director de orquesta.

Orquesta y Coro Nacionales de España

José Ramón Encinar, director. Luis Álvarez, narrador. Pär Lindskog, tenor. Obras de Schönberg, Stravinski, Verdi y Szymanowski. Auditorio Nacional. Madrid, 29 de enero.

El programa de la ONE reunía este fin de semana cuatro obras muy bien dispuestas en dos partes. De un lado, Un superviviente de Varsovia, de Schönberg, y la Sinfonía de los salmos, de Stravinski. Y de otro, Laudi alla Vergine Maria, de Verdi, y la Tercera sinfonía de Szimanowski. Como ven, nada que se escuche de ordinario. Tres obras maestras del siglo XX y un ejemplo del Verdi crepuscular, religioso a su modo entonces, queriendo unirse a los maestros del Renacimiento mientras mira de reojo al más allá. La obra de Schönberg -cuyos textos recitó Luis Álvarez en su versión en castellano- es el manifiesto terrible de la barbarie y del dolor y provoca la emoción de la solidaridad pero también de la culpa. La Sinfonía de los salmos es la sabiduría de un Stravinski que mira hacia atrás a su manera, pero que refleja hoy lo que fue una época fecunda y duradera del arte moderno ligado a la religión, esa relación que parece haberse perdido para siempre. Y, un poco en la otra orilla, pero sin perder de vista ésta, la Canción de la noche -subtítulo de la Tercera sinfonía-, de Szymanowski, el compositor polaco que nos lleva a las regiones en las que se funde lo espiritual con lo sensual, la naturaleza con el misterio, el yo con el cosmos.

Una preciosidad de sesión en la que el Coro Nacional fue estupendo protagonista, disfrutando del aire fresco que parece haber traído Mireia Barrera, su nueva titular. Bien la orquesta, con la presencia estimulante de Massimo Spadano como concertino invitado. Y el tenor sueco Pär Lindskog. Había mucha gente el domingo para un programa de más tirón para iniciados que para neófitos. Se diría que las cosas cambian. Pero ya se sabe lo del gato escaldado, así que mejor esperar un poco.

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