Crítica:CLÁSICA

Oficio

En el terreno del arte el oficio sirve para eso que llamamos resolver papeletas. Está bien. Peor es, sin embargo, cuando sustituye a las ideas y deja ese mismo arte en mera artesanía. De las dos especies de oficio hubo en la sesión de este fin de semana de la ONE. Pons apeló a la primera para sacar adelante un programa mal diseñado -lo que es raro en los de la Nacional-, que resolvió con buena mano y hasta con excelencia en los dos tiempos centrales de la Octava de Beethoven, una obra en la que no toda lo orquesta pareció pasarlo igual de bien, quizá por aquello de que en estos repertor...

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En el terreno del arte el oficio sirve para eso que llamamos resolver papeletas. Está bien. Peor es, sin embargo, cuando sustituye a las ideas y deja ese mismo arte en mera artesanía. De las dos especies de oficio hubo en la sesión de este fin de semana de la ONE. Pons apeló a la primera para sacar adelante un programa mal diseñado -lo que es raro en los de la Nacional-, que resolvió con buena mano y hasta con excelencia en los dos tiempos centrales de la Octava de Beethoven, una obra en la que no toda lo orquesta pareció pasarlo igual de bien, quizá por aquello de que en estos repertorios se forja el acero sinfónico y no hay que dejar de trabajarlos por mucho que en otros las cosas vayan claramente a mejor.

Orquesta Nacional de España

Josep Pons, director. Truls Mork, violonchelo. Obras de Cervelló, Takemitsu y Beethoven. Auditorio Nacional. Madrid, 14 de enero.

Oficio hay también, y a raudales, en Ybris, de Jordi Cervelló (Barcelona, 1935), estreno absoluto basado en unas intenciones muy loables pero cuyo resultado se resume en un discurso escuchado mil veces. Puede uno ceñirse a la tradición, qué duda cabe, y a lo que quiera, pero ha de quedar al menos un resquicio de voz personal, de aportación estética mínima a la propia contemporaneidad. No es el caso de Ybris, cuyas referencias ajenas y circunloquios propios acaban por ahogarla en su casi media hora de duración y que no habrá de quedar entre lo mejor de un autor que ha conseguido logros tan serios como Anna Franck, un simbol.

Completaba la sesión Orion and Pleiades, del japonés Toru Takemitsu (1930-1996), un compositor que transitó unos cuantos caminos y que aquí se queda en el menos imaginativo, en esa cierta trivialidad disfrazada de trascendencia que también le caracterizó. Es obra fácil que, como diría un moderno, da el pego mientras apacigua el ánimo de ese público poco favorable a lo nuevo que esta vez no habrá tenido queja. Truls Mork es uno de los grandes del violonchelo y lució, como siempre, precioso sonido y técnica infalible. Daba un poco de rabia tenerle delante para tan poca cosa.

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