Análisis:NUESTRA ÉPOCA

Brown o Cameron

El martes pasado, en su conferencia de homenaje a Hugo Young en Londres, Gordon Brown elogió al difunto decano de los columnistas políticos británicos, que en sus artículos de The Guardian siempre cantó las verdades a quienes estaban en el poder. Así que permítanme que le diga esta verdad a alguien que está en el poder: Gordon, de verdad que tienes que hablar más despacio.

El ritmo y el volumen implacables de las palabras de Brown me hacen sentirme como si me atropellara una apisonadora superpotente. Y no soy el único: otros oyentes confesaron después que se sentían como yo y que...

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El martes pasado, en su conferencia de homenaje a Hugo Young en Londres, Gordon Brown elogió al difunto decano de los columnistas políticos británicos, que en sus artículos de The Guardian siempre cantó las verdades a quienes estaban en el poder. Así que permítanme que le diga esta verdad a alguien que está en el poder: Gordon, de verdad que tienes que hablar más despacio.

El ritmo y el volumen implacables de las palabras de Brown me hacen sentirme como si me atropellara una apisonadora superpotente. Y no soy el único: otros oyentes confesaron después que se sentían como yo y que también les ha sucedido al escuchar otros discursos de Brown. Le convendría tranquilizarse un poco. Algún espacio para respirar, algún cambio de tono y registro, dar la sensación de que mantiene una conversación con el público, y no de que pretende intimidarle como un predicador victoriano hablando de las llamas del infierno; unas cualidades que va a necesitar si pretende derrotar a David Cameron, que las tiene de sobra. Como las tiene Tony Blair, por supuesto. La humanidad y la calidez que Gordon Brown es capaz de mostrar en conversación privada parecen desvanecerse en proporción directa al número de personas que le oyen. Y necesita transmitirlas mejor.

Según Gordon Brown, Gran Bretaña debe encontrar la mejor manera de abordar los desafíos mundiales volviendo la mirada hacia sí misma y hacia su historia
Los valores británicos fundamentales para hacer frente a la globalización son la libertad, la justicia, la responsabilidad y el internacionalismo
Si nos preguntamos qué separa ideológicamente a Brown de Cameron la respuesta es: sus ideas sobre el papel que corresponde al Estado

Con todo, el próximo primer ministro británico presentó un sólido argumento. Se trata de un argumento que lleva elaborando un par de años, y que consiste en lo siguiente: nos enfrentamos a un mundo que está transformándose hasta ser irreconocible debido a las fuerzas de la globalización y, en especial, al ascenso económico de Asia. Gran Bretaña debe encontrar la mejor manera de abordar estos desafíos mundiales, y eso significa volver la mirada hacia sí misma y hacia su historia, para hallar una nueva definición de lo que significa ser británico. Una definición que no debe basarse en la etnicidad, las instituciones históricas ni el carácter nacional, sino en los valores. ¿Cuáles son los valores británicos fundamentales, los que pueden ayudarnos a afrontar los retos de la globalización? Son la libertad, la responsabilidad, la justicia y el internacionalismo. El lema de Brown es: libertad para todos, responsabilidad de todos, justicia para todos.

Ese es el hilo dorado que, según él, recorre la historia británica, desde la Carta Magna hasta George Orwell. Para sostener su argumento, recurre a una sucesión de citas históricas con las que intenta demostrar la existencia de ese hilo invisible, del mismo modo que, cuando vemos desde lejos la colada puesta a secar en un jardín, damos por supuesto que existe una cuerda de la que cuelga, aunque no podamos verla. Como método histórico, es discutible.

El toque orwelliano

En una ocasión oí a un historiador húngaro nacionalista refutar un trabajo que criticaba la historia de su país diciendo: "Creo que deberíamos ser más optimistas sobre el pasado". Gordon Brown está pidiendo a los británicos que sean más optimistas sobre su pasado. Nos ofrece una interpretación laborista de nuestra historia, un relato alentador del Progreso (con P mayúscula) hacia la Libertad (L) que recuerda curiosamente los libros de texto victorianos, aunque intenta entremezclarlo con el legado de la izquierda británica (podríamos llamarlo el toque orwelliano). Los historiadores críticos nos recordarán que la historia nunca avanza en línea recta. Señalarán las numerosas ocasiones en las que esos principios de libertad, responsabilidad, justicia e internacionalismo sufrieron violaciones espectaculares por parte de ciudadanos británicos, en perjuicio de otros británicos y, sobre todo, de otros pueblos.

Ahora bien, los historiadores y los dirigentes políticos desempeñan papeles distintos. En mi opinión, está bien que un líder político intente construir un relato solemne y capaz de inspirar, aunque luego los historiadores lo critiquen y lo deconstruyan. Y el relato de Brown es inspirador, con su mezcla de personajes tan distintos como el primer ministro liberal del siglo XIX William Gladstone y el gran escritor político del siglo XX George Orwell, el poeta del siglo XVI John Milton y el arquitecto del Estado de bienestar a partir de 1945, William Beveridge, para ofrecer una nueva definición de lo que significa ser británico a principios del siglo XXI: un pueblo apasionado por la libertad, la responsabilidad y la justicia, no sólo en nuestro propio país sino en todo el mundo. Dudo que los británicos seamos realmente eso, pero está muy bien como idea de lo que querríamos ser. Si a los británicos de hoy -muchos de los cuales son, si los examinamos con realismo, egoístas en lo económico, obsesionados por la fama, cerrados, llenos de prejuicios, gordos, borrachines, xenófobos, etcétera- se les muestra esta imagen tan noble, es posible que sientan el deseo de parecerse más a ella.

Sería una impertinencia pretender que sé lo que habría dicho Hugo Young de todo esto. Una cosa que, sin duda, le habría sorprendido es la ausencia de Europa en el panorama pintado por el ministro británico de Hacienda de una Gran Bretaña responsable y justa frente a un mundo globalizado. Brown mencionó Europa durante su homenaje personal al columnista fallecido, cuando dijo que Young tenía razón al elogiar el progreso hecho en la última mitad del siglo pasado "de una Europa de economías nacionales separadas y encerradas en sí mismas a un conjunto económico integrado". Sin embargo, se apresuró a añadir: "Todos hemos descubierto que la integración económica europea se ha visto superada por la realidad de la integración económica mundial... Si, en 1945, el mayor desafío era construir la paz en Europa, en 2005, el mayor reto es la globalización y cómo alcanzar la justicia social en todo el mundo". En la última etapa de su vida, Hugo Young sostenía enérgicamente que el dilema fundamental de la política británica actual consistía en saber si Gran Bretaña podía aceptar que su destino moderno era ser un país europeo. Lo que parecía decir Gordon Brown era que eso ya se ha quedado anticuado.

Un discurso táctico

En parte, el sorprendente olvido de la dimensión europea en el discurso de Brown fue táctico. En vísperas de la crucial cumbre europea que comenzó en Bruselas el jueves -con un duelo de calculadoras al amanecer-, cualquier cosa que el canciller británico dijera sobre Europa podía haber ofendido a uno o más de los otros 24 Estados miembros a los que el Gobierno británico estaba tratando de convencer para llegar a un acuerdo sobre el presupuesto comunitario. Así que era mejor no decir nada. Sin embargo, también reflejaba la evolución de sus ideas desde que llegó al ministerio en 1997. Sería injusto -y, como soy británico, no puedo ser injusto- decir que se ha vuelto más euroescéptico. Pero es evidente que se ha vuelto más escéptico sobre el comportamiento de las economías europeas y que le preocupa más que las Haciendas nacionales tengan sus manos atadas por Bruselas.

A medida que ha ido desenamorándose de la gran E, se ha ido fascinando con las tres grandes A: América, Asia y África. Adora América, admira el dinamismo económico de Asia y quiere salvar a África de su miseria mediante el alivio de la deuda, el comercio y la ayuda.

En este aspecto se parece a su rival en las próximas elecciones, el nuevo líder conservador David Cameron. Si nos preguntamos qué les separa ideológicamente, la respuesta que salta a la vista es: sus ideas sobre el papel que corresponde al Estado. Brown aprovechó su conferencia para elogiar "el papel capacitador del Gobierno". Ese es un terreno en el que nuestro nuevo William Gladstone estará preparado para enfrentarse a nuestro nuevo Benjamin Disraeli, el gran rival conservador de Gladstone en la política decimonónica británica. Ambos líderes actuales estarán de acuerdo en que ese punto coloca a Brown claramente a la izquierda de Cameron, pero al canciller le convendría recordar que su defensa de un papel importante y positivo para el Estado le sitúa también mucho más cerca de Europa que de los neoconservadores estadounidenses a los que, al parecer, admira el nuevo dirigente tory.

Mientras tanto, hay que tener en cuenta el pequeño detalle del estilo. La reina Victoria se quejó en una ocasión de que Gladstone siempre se dirigía a ella como si fuera su público. Brown tiene el mismo problema. Si quiere ganar, necesita empezar a hacer lo que tan estupendamente hacen Blair y Cameron: dirigirse al público como si estuviera hablando en privado con un amigo.

Traducción de M. L. Rodríguez Tapia.

Gordon Brown se dirige a las Trade Unions en el congreso anual celebrado en Brighton el pasado septiembre.REUTERS

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