Crítica:TANGO | Malevaje

20 años es mucho

Cuando el madrileño Antonio Bartrina formó Malevaje en el primer lustro de los ochenta, mientras Madrid vivía la efervescencia pop de la movida, muchos pensaron que se había equivocado de lugar y de época. Dedicarse al tango, una música de otro tiempo, era una temeridad cuando ser moderno significaba otra cosa. Con Malevaje, Bartrina diseñó un tango a la madrileña, donde las historias de farras, malevos, bohemios y garufas de la noche se mezclaban con la chulería castiza de un hombre nacido, y criado, en pleno Chamberí.

Seguir dedicándose al tango 20 años después sigue siendo una temeri...

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Cuando el madrileño Antonio Bartrina formó Malevaje en el primer lustro de los ochenta, mientras Madrid vivía la efervescencia pop de la movida, muchos pensaron que se había equivocado de lugar y de época. Dedicarse al tango, una música de otro tiempo, era una temeridad cuando ser moderno significaba otra cosa. Con Malevaje, Bartrina diseñó un tango a la madrileña, donde las historias de farras, malevos, bohemios y garufas de la noche se mezclaban con la chulería castiza de un hombre nacido, y criado, en pleno Chamberí.

Seguir dedicándose al tango 20 años después sigue siendo una temeridad, pero al menos ya cuenta con el reconocimiento de haber conseguido un estilo propio, una manera de entenderlo que trasciende localismos y épocas. Malevaje se reagruparon hace poco más de año y medio y grabaron un disco en directo, al que Bartrina puso el irónico título de ¿Que veinte años no es nada...?

Malevaje

Antonio Bartrina (voz) Ariel Hernández (bandoneón), Adrián Sacri Delfino (guitarra) y Fernando Gilabert (contrabajo). Eleorona Pesado y Luis Pablo Soisa (bailarines). Colegio de Médicos. Madrid, 2 de diciembre.

El humor, parte del carácter personal del propio Bartrina, impregna las composiciones que creó para el disco aniversario y es la impronta que más se destaca de su actual puesta en directo. Bartrina bromea entre las canciones (pide cervezas, que acaban trayéndole) y cuando las canta, a pesar de que en el tango predominen dramáticas historias de amor no correspondido, de borracheras desesperadas y otras nostalgias.

Hay un tango escrito para cada momento de la vida. Así lo sabe el público fiel que no ha abandonado a Malevaje en estas dos décadas. Entre Malevaje y público se produce una complicidad que pasa por intercambiar impresiones mutuas en plena actuación, el arranque de algún espontáneo o la información facilitada por algún erudito que desde el patio de butacas ilustra sobre el origen de algunos de los viejos tangos que el cuarteto recrea (Niebla de riachuelo, por ejemplo, con más de 70 años, según apuntó un entendido).

Del humor del que hizo gala Bartrina con La zanja (algo bueno inspira el terrible Madrid actual) o Estaba enjabonao, se pasa a la nostalgia de Ché bandoneón o Tango de ausencia, que el cantante escribió a su padre muerto no hace mucho pero que dedicó esta vez al también recién fallecido maestro Larrea, el viejo bandeonista que enseñó hace 20 años a Malevaje (entonces Edy Calvo, Ramón Godes y Fernando Gilabert, además de Bartrina) algunos de los secretos e historia del tango.

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