Crítica:ELECTRÓNICA

Especulando

El trompetista noruego Nils Petter Molvaer se ha ido desplazando desde un jazz milesdavisiano hacia la electrónica más o menos abstracta, más o menos compatible con las pistas de baile: se ha acostumbrado a ceder su música a remezcladores y ha tomado nota de sus mañas. El concierto que cerraba el ciclo El Ritmo de la Casa, que programa con acierto Tomás Fernando Flores (Radio 3), lo mostró en un formato audaz, rodeado de máquinas. El repertorio partió de sus discos para Emarcy/Universal, NP3 y ER, aunque en versiones radicalmente transformadas: son recreaciones duras y esquelétic...

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El trompetista noruego Nils Petter Molvaer se ha ido desplazando desde un jazz milesdavisiano hacia la electrónica más o menos abstracta, más o menos compatible con las pistas de baile: se ha acostumbrado a ceder su música a remezcladores y ha tomado nota de sus mañas. El concierto que cerraba el ciclo El Ritmo de la Casa, que programa con acierto Tomás Fernando Flores (Radio 3), lo mostró en un formato audaz, rodeado de máquinas. El repertorio partió de sus discos para Emarcy/Universal, NP3 y ER, aunque en versiones radicalmente transformadas: son recreaciones duras y esqueléticas. En verdad, aquí no son válidas esas acusaciones tópicas de frialdad y distanciamiento que suelen utilizarse contra sus grabaciones.

Nils Petter Molvaer

Nils Petter Molvaer (trompeta, sampler, efectos), Jan Bang (sampling, efectos, voz), DJ Strangefruit (giradiscos). La Casa Encendida. Madrid, 25 de noviembre.

Nils Petter Molvaer toca una trompeta convencional, pero usa dos micrófonos: uno para los sonidos naturales y el segundo para los que manipula con sus pedales. Alterna piezas líricas, de desarrollo pausado, con momentos intensos. De rebote, parte del atento público -hubo lleno- inicia movimientos espasmódicos (sí, este es un jazzman nórdico que incita a bailar). La aventura es excitante, aunque no está exenta de inconvenientes: como solista, ahora Molvaer fragmenta su discurso y uno desearía escuchar más trompeta y más hilvanada; atento al excelente quehacer de sus acompañantes, parece pensar más en sorprender que en la elocuencia expresiva. Tiene ocurrencias que se hacen cansinas, como eso de cantar -¡y rapear!- a través de su instrumento. Por el contrario, hay hallazgos tímbricos -cuando la trompeta suena catedralicia, por ejemplo- de los que el oyente no se sacia.

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